CLÍO: Revista de Historia, Ciencias Humanas y pensamiento crítico / Año 4, Núm 7. Enero/Junio (2024)
Juan Carlos Morales Manzur
El pensamiento mirandino de independencia continental y el proyecto “imperial” de Colombeia. 1808-1830.
PP. 41-53
ISSN 2660-903743
Cada cuaderno consignaba el nombre del jesuita informante y de su procedencia, como
también el lugar del mundo en que los había conocido. La propuesta considera la idea estra-
tégica de operar sobre el virreinato de Lima desde Chile, como también el establecimiento
de una suerte de sistema republicano a medida que los países se independizaran de Espa-
ña. Al describir la geografía de Chile, sus puertos y el cabo de Hornos, recomienda cruzarlo
en diciembre, enero y febrero, por ser los meses más benignos para navegar por esas latitu-
des. En la descripción de la forma más conveniente de gobierno para los países que pensa-
ba liberar, estima que deben contar con un poder ejecutivo similar al británico, ejercido por
un inca o emperador hereditario; la Cámara Alta se compondría de senadores nombrados
por el inca y serían vitalicios; la Cámara Baja serían diputados que durarían cinco años.
Sin embargo, el apoyo que Pitt le promete no llega; las negociaciones, que por momento
fueron muy intensas, se prolongan interminablemente y, en 1792, casi dos años después
de iniciadas, le reclama incomprensión y la devolución de los papeles, como los denomina
el precursor. El ministro inglés, muy proclive en un comienzo a los planes de Miranda, más
tarde vacila porque cualquier intervención de su país podría signicar la guerra con España
y Pitt no la desea.
La desilusión de Miranda fue inmensa y sus planes se complican, por tanto, decide dejar
Inglaterra al ver que el camino de la revolución de la América española no pasaba, por el
momento, por la isla.
Miranda relata que en 1792 pasó a Francia convencido de que la revolución iniciada
con la toma de la Bastilla, el 14 de julio de 1789, y que ya tenía un rápido progreso hacia un
sistema de libertad, extendería sus principios a la América española. Después de una breve
estadía, cuando se disponía a salir de París para regresar a Inglaterra creyendo haber deja-
do en marcha su proyecto, llegó el 10 de agosto de 1792 y con ello la caída del trono. Los
mismos ministros franceses, ―prosigue Miranda, ― que le habían prometido cooperar a la
independencia de América meridional, se le acercaron asegurándole que todo estaría perdi-
do si los ejércitos enemigos de Austria y de Prusia, que habían intervenido para restaurar al
Rey, no salían de territorio francés. (Archivo de Miranda, 1950).
Miranda, sólo ante los requerimientos de los franceses y debido al cambio de la situa-
ción, se unió al general Dumoriez, uno de los más importantes líderes militares de la Revolu-
ción, y cooperó en la empresa de la que dependería la suerte de todos, ya que sólo quedaba
el recurso de Francia, siempre y cuando resultara triunfante su revolución.
Reunido con el general francés y obrando con él íntimamente en las campañas, los enemi-
gos fueron expulsados y Miranda fue promovido al grado de teniente general y luego, al man-
do del Ejército del Norte, donde continuará su destacada campaña militar. Mientras combate
en Francia, mantiene nutrida correspondencia con líderes y hombres de Estado de América
y Europa, sin perder de vista, ni por un instante, su objetivo político, que es lograr la emanci-
pación de toda América, y para ello busca el concurso y apoyo a ambos lados del océano.