ISSN 2660-903741
CLÍO:
Revista de Revista de Historia, Ciencias Humanas y
pensamiento crítico
Año 4, Núm 7. Enero/Junio (2024)
PP. 41-53 Provincia de Pontevedra - España
* Profesor “Eméritus. Facultad de Ciencias Jurídicas y Políticas de la Universidad del Zulia (Maracaibo-Venezuela) Co-
rreo electrónico: jcmmanzur@hotmail.com. https://orcid.org/0000-0003-0887-1065
Recibido: 5/9/2023
Aceptado: 10/10/2023
El pensamiento mirandino de independencia
continental y el proyecto “imperial” de Colombeia
Juan Carlos Morales Manzur*
RESUMEN
Este artículo estudia el pensamiento político de Francisco de Miranda sobre la independencia continental y
su proyecto imperial de Colombeia. Miranda, pretendía romper los vínculos con la monarquía hispánica, y a
su vez la necesidad de construir un Estado unitario, o una confederación americana, por lo que comenzó a
desarrollar una serie de ideas para promover, difundir y defender el ideal de la América libre. Es por ello que
Miranda es considerado como uno de los ideólogos más destacados del pensamiento político de la unidad
de la América Hispana, producto de sus variados aportes a la formación espiritual y material de los Esta-
dos-nacionales de la América. Así mismo se estudia su plan continental, la propuesta de Incanato llamada
Colombeia, que sería la expresión más nítida de su ideal libertador.
Palabras clave:
Miranda, unidad americana, identidad, integración continental, ideas políticas, Colombeia.
The Mirandino thought of continental independence and the
“imperial” project of Colombeia
ABSTRACT
This article studies the political thought of Francisco de Miranda on continental independence and his impe-
rial project of Colombeia. Miranda intended to break ties with the Hispanic monarchy, and at the same time
the need to build a unitary State, or an American confederation, so he began to develop a series of ideas to
promote, disseminate and defend the ideal of free America. This is why Miranda is considered one of the
most prominent ideologues of the political thought of the unity of Hispanic America, a product of his varied
contributions to the spiritual and material formation of the nation-states of America. Likewise, its continen-
tal plan is studied, the Incanato proposal called Colombeia, which would be the clearest expression of its
liberating ideal.
Keywords:
Miranda, American unity, identity, continental integration, political ideas, Colombeia.
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Introducción
Para Miranda, el objetivo político de la campaña que inició cuando dejó La Habana en
1782, consistía en que la América meridional terminara con la dependencia de España y
asumiera su propio destino, estableciendo un sistema de gobierno diferente a la monarquía,
aun cuando no lo denió con total precisión.
A inicios del siglo XIX, España ya no era la potencia dominadora sin contrapeso como
lo fuera durante los reinados de Carlos V y de su hijo Felipe II, pero aún seguía siendo un
imperio que fundamentaba su grandeza en los dominios que poseía en el Nuevo Mundo, y
no iba a permitir que ninguna fuerza o Estado extranjero interriera con la soberanía que
ejercía en Hispanoamérica.
Conocedor Miranda de las grandezas y debilidades de la corona de España, necesita-
ba el apoyo de algún Estado europeo o de Estados Unidos que le proporcionara soporte
material y nanciero para conformar una fuerza, de modo de alcanzar los tres objetivos
estratégicos que enunciaba: Cartagena, Bueno Aires y Lima, asientos de los ejércitos reales
españoles que protegían a las capitales virreinales de América meridional.
Impregnado Miranda de las enseñanzas obtenidas en Estados Unidos, cuando asistió a
las asambleas realizadas en Filadela, que dieron forma a la Unión y cuando en 1787 reem-
plazó en la Confederación creada en 1776; se dirigió después a Inglaterra con el objeto de
comparar el sistema de gobierno republicano estadounidense con la monarquía constitu-
cional británica, de la cual, sin ser monárquico, se mostró su admirador.
El 18 de junio de 1789, después de cuatro años de viajes por el continente europeo, Mi-
randa llega a la capital británica, cuando gobernaba la isla William Pitt, apodado “El Joven”,
con la intención de ponerle al corriente de sus planes porque intuía que el camino estaba
preparado para una entrevista y esperaba entrar en acción apenas lograra ser recibido.
En efecto, la primera entrevista entre Pitt y Miranda se realizó el domingo 14 de febrero
de 1790 en
Hollwood,
Kent; ella marcará el inicio de las primeras negociaciones con Ingla-
terra, que se extenderán hasta 1792. En el diario de Miranda puede leerse: “Hemos tenido
varias conferencias después, en que los modos de conducir las operaciones, etc., se han
discutido completamente; sobre los mapas de
D’Anville
le he hecho comprender la geografía
de Chile y de Perú” (Archivo de Miranda, 1950, t.IX, p.55).
La propuesta de Miranda es muy concreta: le solicita formalmente la ayuda inglesa para
que la América española se sacuda de la opresión que sufren sus naturales y fundamenta la pe-
tición con argumentos políticos, militares, comerciales, afectivos y prácticos. Los papeles que le
deja para su estudio son sólo un anticipo que después explicará con mayores detalles. Solamen-
te se requieren, le dice Miranda, 12.000 a 15.000 hombres de infantería y 15 navíos de línea y
le presenta al ministro Pitt 11 cuadernos titulados “Propuesta en consecuencia a la Conferencia
sostenida en
Hollwood
el 14 de febrero de 1790” (Archivo de Miranda, 1950, t. IX. p.42).
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Cada cuaderno consignaba el nombre del jesuita informante y de su procedencia, como
también el lugar del mundo en que los había conocido. La propuesta considera la idea estra-
tégica de operar sobre el virreinato de Lima desde Chile, como también el establecimiento
de una suerte de sistema republicano a medida que los países se independizaran de Espa-
ña. Al describir la geografía de Chile, sus puertos y el cabo de Hornos, recomienda cruzarlo
en diciembre, enero y febrero, por ser los meses más benignos para navegar por esas latitu-
des. En la descripción de la forma más conveniente de gobierno para los países que pensa-
ba liberar, estima que deben contar con un poder ejecutivo similar al británico, ejercido por
un inca o emperador hereditario; la Cámara Alta se compondría de senadores nombrados
por el inca y serían vitalicios; la Cámara Baja serían diputados que durarían cinco años.
Sin embargo, el apoyo que Pitt le promete no llega; las negociaciones, que por momento
fueron muy intensas, se prolongan interminablemente y, en 1792, casi dos años después
de iniciadas, le reclama incomprensión y la devolución de los papeles, como los denomina
el precursor. El ministro inglés, muy proclive en un comienzo a los planes de Miranda, más
tarde vacila porque cualquier intervención de su país podría signicar la guerra con España
y Pitt no la desea.
La desilusión de Miranda fue inmensa y sus planes se complican, por tanto, decide dejar
Inglaterra al ver que el camino de la revolución de la América española no pasaba, por el
momento, por la isla.
Miranda relata que en 1792 pasó a Francia convencido de que la revolución iniciada
con la toma de la Bastilla, el 14 de julio de 1789, y que ya tenía un rápido progreso hacia un
sistema de libertad, extendería sus principios a la América española. Después de una breve
estadía, cuando se disponía a salir de París para regresar a Inglaterra creyendo haber deja-
do en marcha su proyecto, llegó el 10 de agosto de 1792 y con ello la caída del trono. Los
mismos ministros franceses, ―prosigue Miranda, que le habían prometido cooperar a la
independencia de América meridional, se le acercaron asegurándole que todo estaría perdi-
do si los ejércitos enemigos de Austria y de Prusia, que habían intervenido para restaurar al
Rey, no salían de territorio francés. (Archivo de Miranda, 1950).
Miranda, sólo ante los requerimientos de los franceses y debido al cambio de la situa-
ción, se unió al general Dumoriez, uno de los más importantes líderes militares de la Revolu-
ción, y cooperó en la empresa de la que dependería la suerte de todos, ya que sólo quedaba
el recurso de Francia, siempre y cuando resultara triunfante su revolución.
Reunido con el general francés y obrando con él íntimamente en las campañas, los enemi-
gos fueron expulsados y Miranda fue promovido al grado de teniente general y luego, al man-
do del Ejército del Norte, donde continuará su destacada campaña militar. Mientras combate
en Francia, mantiene nutrida correspondencia con líderes y hombres de Estado de América
y Europa, sin perder de vista, ni por un instante, su objetivo político, que es lograr la emanci-
pación de toda América, y para ello busca el concurso y apoyo a ambos lados del océano.
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Pero la revolución lo envuelve todo. Dumoriez es acusado, en marzo de 1793, ante la
Convención de haberse excedido de sus poderes en Holanda, haciéndose sospechoso de
sus relaciones con el clero y la aristocracia y en su defensa involucra a Miranda, creándose
un antagonismo. Entonces se ordena comparecer al general americano a la barra de la
Convención; era el turno de los jacobinos y Robespierre asume la dirección de la revolución.
De esta manera termina la función de Miranda como militar de los ejércitos de Francia, pero
en el juicio que le sigue el tribunal revolucionario su gura queda libre de toda culpa ya que,
como militar y político, asume su propia defensa demostrando grandes dotes de ser un
lósofo-guerrero (Rumazo, 1970).
En enero de 1795 Miranda retorna a Londres, encaminando sus pasos a Downing Street,
solo en agosto de 1798, para presentar un nuevo plan para la emancipación de la América
española. La nueva propuesta de Miranda para la liberación del futuro continente colombia-
no era mucho más completa que la de ocho años atrás, y los nuevos planes formulados a
nombre de comisionarios incluían tratados comerciales y promesas de construir un par de
canales interoceánicos en tierra centroamericana y el envío de una fuerza de 10.000 hom-
bres provista por los Estados Unidos, donde Miranda gozaba de una gran reputación.
En su plan analiza las defensas de Cartagena e incluye directivas para las operaciones
marítimas que deben realizarse, teniendo como objetivo Buenos Aires, para pasar por tierra
a Chile y luego al Perú para enfrentar al Virrey con un ejército enviado a través del mar. Pitt
tenía entre sus manos la llave del proyecto; sin embargo, Inglaterra tenía a Bonaparte al
frente, y el primer ministro quería una alianza contra Francia, por lo que pidió a Miranda que
se mantuviera de incógnito, y los planes revolucionarios tuvieron nuevamente que esperar.
Los esfuerzos de Miranda dieron múltiples frutos. En primer término, se creó en Europa
una vasta red de agentes que propagó la fuerza de las ideas libertarias; desde Londres y Cá-
diz saldrán las centellas que iluminarán las regiones de Hispanoamérica; él mismo tomará
en 1806 su equipaje y su diario para ponerse al frente de la revolución en tierra rme, en tan-
to los canónigos revolucionarios que pacientemente había preparado, llegarán a presidir los
primeros parlamentos de Venezuela y Chile; pero por sobre todo, Miranda se convertirá en
el instructor y guía de Bernardo Riquelme que había sido enviado a Inglaterra por su padre.
En 1798 se produjo el encuentro en Londres entre el joven Bernardo Riquelme y Francis-
co de Miranda; el precursor era reconocido y respetado en París, Roma, EE.UU. y especial-
mente, en la capital inglesa, donde llegaban los criollos atraídos hacia él para reconfortarse
y tonicarse. Verlo, escucharlo, recibir sus instrucciones y deslizarse enseguida en el gran
continente americano para vaciar las ideas libertarias era casi un rito. Fueron muchos los
americanos que se iniciaron en Europa a través de esa ruta llevando las ideas independen-
tistas al Nuevo Mundo, pero fue tan sólo uno, el futuro libertador de Chile, quien tuvo el pri-
vilegio de ser instruido personalmente por el ilustrado y experimentado general venezolano,
que gozaba de sabiduría y capacidad comparables a Sócrates (Parra, 2016).
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Cuando Bernardo Riquelme llegó a Londres era un muchacho de tan sólo 20 años, oriundo
de la capitanía general de Chile que venía de Cádiz; ya en el primer encuentro se estableció una
uida comunicación entre el revolucionario maduro y el joven idealista que vio en su profesor
y mentor político el padre que nunca tuvo. Muy pronto surgió en el precursor un alto grado de
simpatía por el joven y, pese a la diferencia de edad, se estableció entre ambos una profunda y
sincera amistad. Bernardo encontró en su profesor el afecto y el conocimiento que tanto anhela-
ba; éste lo retribuyó introduciéndolo a los círculos que frecuentaba por cuanto creyó encontrar en
el hijo del virrey del Perú, al discípulo preferido para iniciar la causa de la revolución en la América
española. Una importante armación hecha por O’Higgins, en 1811, cuando recién se iniciaba
la lucha por la independencia de Chile, viene a conrmar el grado de inuencia de Miranda: “El
esfuerzo por la libertad de mi Patria, objeto esencial de mi pensamiento y que ocupa el primer an-
helo de mi alma, desde que el año 1798 me lo inspirara el general Miranda”, (Rumazo, 1970:.27).
Miranda se sintió muy atraído por Bernardo Riquelme y es a él a quien le debe el nom-
bre de logia Lautaro, dado a la sociedad o agencia que tenía por objeto difundir las ideas
libertarias. El joven le dijo a su profesor: “Mirad a mi señor tristes restos de mi compaisano
Lautaro; arde en mi pecho ese mismo espíritu que libertó entonces Arauco, mi Patria, de mis
opresores” (Bordali, 2014, :27).
La intensa actividad que realizó Miranda ante el gobierno de Pitt en 1798 y 1799, fue
seguida muy de cerca por el futuro libertador chileno. Tras la huella de los pasos de su
maestro va adentrándose en los secretos caminos de la revolución, participa en estudios
y reuniones que tratan el tema de las futuras luchas por la libertad de América, y en esas
andanzas se le van abriendo muchas puertas que le serán más tarde de extrema utilidad.
Miranda creía necesario crear un ejército expedicionario, cruzar primero el Atlántico y luego el
cabo de Hornos en los meses de diciembre a febrero, por ser los más favorables, y caer sobre Val-
divia y Talcahuano, cómodos puertos y este último mal forticado para después, desde Chile,
armar una expedición de 20.000 hombres y en 20 navíos marchar sobre Lima. El plan estratégico
diseñado por Miranda en Londres en 1798, O’Higgins lo pondría en acción 21 años después.
En varias oportunidades Miranda se siente inclinado a mencionar a Chile y a sus habi-
tantes como muy propicios para la revolución hispanoamericana; la primera fue en 1790
cuando presenta a Pitt ―valiéndose de la
Istoria naturale del Cili del abate Molina
de la cual
transcribe unos párrafos― cómo entraría a la revolución el país más alejado de Colombia.
Más tarde, el 13 de diciembre de 1805, se ha entrevistado con el presidente Jefferson, el
cual le ha demostrado cierta disposición favorable para los preparativos revolucionarios de
Miranda, y como forma de constancia le remite el libro del abate Molina para ilustrarlo de las
bondades de Chile y de su pueblo. (Rumazo, 1970).
En el plano político, el inujo ejercido por Miranda en nuestro libertador radicó en la idea
de alcanzar la independencia de Hispanoamérica sobre la base de gobiernos y ejércitos
fuertes para sostener un sistema republicano que se opusiera a la monarquía, por enten-
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derla contraria al espíritu libertario que se pretendía impulsar. Bernardo O’Higgins asimiló
profundamente la lección de su maestro y durante su gobierno dará innumerables pruebas
de aquellas enseñanzas.
1. Francisco de Miranda ¿quién era el precursor?
El Precursor del movimiento de emancipación de Hispanoamérica nació en Caracas, en 1750.
Era hijo de un comerciante canario que había hecho fortuna en Venezuela. Francisco de Miranda
estudió en la Universidad de Caracas y se alistó en el ejército español en 1771. Combatió en el norte
de África, en las Antillas y en la intervención contra Gran Bretaña durante la Guerra de Independen-
cia de los Estados Unidos; en 1781, su participación en el sitio de la colonia británica de Pensacola
(Florida) le valió el ascenso a teniente coronel. Destinado en Cuba, diversas intrigas y acusaciones
calumniosas lo determinaron a abandonar la isla en 1783. (Fernández y Tamaro, 2004)
Ese mismo año, nalizada la guerra con la metrópoli, se había consumado la indepen-
dencia de los Estados Unidos. Seguidor de los enciclopedistas y los lósofos ilustrados,
cuyo ideario político liberal había adoptado, Miranda vio en la emancipación estadouniden-
se el ejemplo a seguir para la América hispana, y animado por este ideal se lanzó, por lo
que le quedaba de vida, a luchar contra la dominación colonial española. Recorrió Europa
y Estados Unidos defendiendo la causa de la independencia hispanoamericana, a imagen
de lo que habían hecho las antiguas colonias británicas del continente. Su pertenencia a la
masonería le facilitó el contacto con las personalidades más relevantes de las altas esferas,
a través de las logias europeas y americanas. (Fernández y Tamaro, 2004)
Durante su estancia en Francia, apoyóla Revolución Francesa, que le nombró mariscal
de campo, y prestó sus servicios para la conquista francesa de los Países Bajos (1792-
1793). Por su actuación en la victoriosa batalla de Valmy (20 de septiembre de 1792) fue
ascendido a general, y al mando del Ejército del Norte tomó las ciudades de Amberes y
Roermond; pero su superior, el general francés Dumouriez (que más tarde se pasaría a los
austriacos) lo responsabilizó ante la Convención de las derrotas de Maestricht y Nearwin-
den. Defendido por Chauveau-Lagarde, quien brindó uno de los testimonios más hermosos
acerca de su trayectoria y servicios en favor de la libertad, Miranda fue absuelto de todos los
cargos. Con la llegada al poder de los jacobinos y el inicio del Terror (1793), fue víctima de
las persecuciones del Comité de Salvación Pública contra los girondinos y sus simpatizan-
tes; encarcelado de nuevo, fue absuelto tras la caída deRobespierre.
Presidió luego una junta de representantes de las colonias españolas de América (fun-
dada en París en 1797), que respaldó su campaña en busca de apoyos internacionales.
En 1806 regresó a Venezuela, habiendo conseguido promesas de ayuda por parte de la
zarinaCatalina II de Rusia, del presidente norteamericanoThomas Jeffersony, sobre todo,
deWilliam Pitt el Joven, primer ministro de Gran Bretaña, de cuyos intereses geoestratégi-
cos se convirtió en agente. (Fernández y Tamaro, 2004)
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Miranda pretendía formar un único Estado hispanoamericano independiente desde el
Mississippi hasta la Tierra del Fuego, para el cual había proyectado una constitución, ideado
un nombre («Colombia») e incluso diseñado una bandera (la actual de Colombia, Venezuela
y Ecuador). Pero su primer intento de desembarcar en Ocumare fue rechazado por el capi-
tán general de Venezuela; y un segundo desembarco en Coro no despertó la adhesión que
esperaba por parte de los criollos, por lo que regresó a Europa en busca de refuerzos (1807).
La invasión de España por las tropas deNapoleón Bonaparteen 1808 creó en las colo-
nias americanas una situación de desconcierto y vacío de poder, que los independentistas
aprovecharon para lanzar su levantamiento con más garantías de éxito: Miranda fundó el
periódico
El Colombiano,
desde el cual coordinó los movimientos independentistas que esta-
llaron simultáneamente y con características semejantes en toda Hispanoamérica en 1810;
en aquel año regresó a Venezuela, a instancias de Simón Bolívar y de la junta revolucionaria
formada en Caracas. (Fernández y Tamaro, 2004)
Un Congreso proclamó la independencia de Venezuela al año siguiente, adoptando una
Constitución inspirada en la de los Estados Unidos. Pero Miranda no fue tomado en cuenta
para formar parte de las nuevas autoridades ejecutivas, y se recurrió a él únicamente para
hacer frente al ejército realista que, con el objetivo de liquidar la insurrección, se estaba
preparando en Puerto Rico, al mando deDomingo de Monteverde. La amante República
puso a Miranda al frente de las fuerzas rebeldes y le otorgó plenos poderes para detener el
contraataque español (23 de abril de 1812).
En cuanto a los medios para organizar un ejército ecaz, Miranda tomó la razonable de-
cisión de rendirse tras la caída de Puerto Cabello, plaza defendida por Bolívar, pero aunque
contaba con el respaldo de patriotas de la talla deJuan Germán Roscio, Francisco Espejo y
José de Sata y Bussy, la rma de la capitulación (24 de julio de 1812) fue entendida como un
acto de traición por parte de algunos jóvenes ociales comoCarlos Soublette, Miguel Peña
y el mismo Bolívar. Desacreditado por sus errores políticos y militares, y enfrentado tanto
a los republicanos radicales como a los terratenientes conservadores, fue arrestado por
Bolívar y entregado a los realistas, que le enviaron preso a España, donde murió, en Cádiz,
en 1816.
2. La unidad americana en Miranda
Al intentar reexionar sobre las ideas políticas, difícilmente podrían ser descritas como
fenómeno, quizá por lo ambiguo o por su carácter multívoco y variable, ya que comparten su
objeto de estudio con variadas ramas del saber, como la losofía, la historia o la sociología.
Pero particularmente, al tratarse del pensamiento político de un personaje como Miranda
que, no obstante, la familiaridad lograda hasta el presente con los valores que impulsaron
sus actuaciones, la política en él se convierte en un fenómeno universal por el cual desarro-
llaba sus actividades y establecía relaciones.
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En denitiva, el pensamiento político de Miranda enmarcado en la Ilustración da priori-
dad a las virtudes de la razón, el orden y la fe en la gran capacidad del hombre para progre-
sar, al tiempo que desecha los atajos que no posean un hilo conductor para su ejecución.
Expresa, además, que “todo lo que es muy exaltado dura poco o quema y destruye con la
violencia”. Así, la base para todos sus planes y proyectos constitucionales es la noción de
“libertad racional”, como la describe Sánchez (2016), una libertad disciplinada cuyo princi-
pio rector sea el orden.
3. Libertad racional
En la misma perspectiva de Bohórquez (1999), Miranda quiere expresar con la idea de
libertad racional una libertad sujetada al orden, para garantizar el bienestar permanente y
el progreso constante en la sociedad, convencido de que sólo la sabiduría puede conducir
a la humanidad hacia la perfección. Así, Miranda rechaza toda vía en la cual no sea posible
establecer un hilo conductor para la acción, ya que todo lo que es muy exaltado dura poco
o quema y destruye con la violencia. Fiel a este principio, Miranda establece la ‘libertad ra-
cional’ en todos sus planes y proyectos constitucionales como noción indispensable. “Para
volver a los principios de los que nos hemos apartado, debemos seguir un curso inverso; y
dado que la tiranía se ha arrogado todos los poderes, es necesario que la libertad los divida
y haga imposible a partir de ahora esta monstruosa confusión. Este es el primer paso para
la restauración del orden”. (Sobre la situación actual de Francia y sobre los remedios ade-
cuados para sus males, 1795. (Miranda, 1978).
Así pues, de manera constante –dice Bohórquez (1999)-, se consiguen en sus escritos
expresiones como “libertad sabiamente entendida”, “gobierno libre y sabio”, “sabia y juiciosa
libertad civil”, lo cual demuestra una conexión rme entre libertad y razón. Además, esta pro-
puesta de libertad racional fue primordial en todos sus proyectos de Constitución; planes que
responderán a dos exigencias: uno, inspirado en Montesquieu, según el cual aquellos deben
adaptarse a las idiosincrasias del ciudadano, a sus necesidades y costumbres; otro, iluminado
por Rousseau, que exista un marco legal único para la nueva Revista Latinoamericana de Di-
fusión Cientíca Volumen 3–Número 4- ISSN 2711-0494 Emmanuel Parra //Rasgos generales
del pensamiento político de Francisco de Miranda, 68-8884 nación. Solo tras haber cumplido
estas dos demandas sería posible garantizar la libertad racional en el continente colombiano.
“...y espero más de los E.U. de la América (por lo mucho que les interesa nuestra Independen-
cia) y ¡sobre todo de nosotros mismos, que de ningún otro! ¡Gracias al perjuicio incalculable que
ha hecho la Anarquía galicana a la Libertad en todo el mundo!” (Carta a Manuel Gual. Archivo
del General Miranda, 1950)
Así mismo, Miranda desaprueba enérgicamente toda manifestación anárquica producto
del desorden e indisciplina, a la que considera como una gran insensatez, pues es contraria a la
razón. Aunado a esto, la anarquía es un elemento contradictorio en términos de libertad, debido
a que al estar sometidos al desorden es imposible garantizar cualquier derecho individual.
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4. Separación de poderes
Por su parte, Bohórquez (1999) ratica que cuando intenta encontrar el justo medio en-
tre los dos extremos que atentan contra la libertad, siendo estos la opresión y la anarquía,
Miranda encuentra en el concepto de libertad racional la herramienta idónea para lograr un
cambio sin convulsiones, a partir del proyecto emancipador, en otras palabras, una revolu-
ción sin violencia.
Ante todo, una prudente división de poderes podrá proporcionarle estabilidad a un gobier-
no. En principio, todas las autoridades constituidas se vigilan mutuamente, ya que a cada una
en particular le interesa mantener la Constitución pues gracias a ella existen. Si bien esto es
cierto, para juzgar apropiadamente el sistema de separación de poderes hay que apelar a los
principales autores ilustrados convencidos del pensamiento político liberal; así, casi automáti-
camente vienen a la mente nombres como John Locke en Inglaterra y Montesquieu en Francia.
Llama la atención que la inuencia de Locke ha sido pública y notoria. Conjuntamente
con ser el padre del Liberalismo, es también padre y propulsor del Constitucionalismo, sien-
do éste una corriente jurídica y política que tiende a preservar los derechos individuales,
los cuales son inviolables pero deberán poseer aplicaciones distintas para evitar que se
entronice el despotismo.
Analizando a Montesquieu, Bordalí (2008) recuerda que la separación de poderes no
siempre es un asunto llevado pacícamente y que puede traer a confusión. En efecto, es im-
posible pensar que en una monarquía absoluta donde todo el poder lo ostenta el monarca y
su decisión judicial particular es el principal momento del Derecho (Estado jurisdiccional), la
transición hacia un Estado de Derecho se realice pacícamente dando lugar a la división de
poderes, cuyo principal momento es la actividad parlamentaria (leyes) y luego su aplicación
estricta y el sea realizada por jueces independientes del poder político.
Sin embargo, según el pensamiento político de Miranda, mediante una sabia división de
poderes se consigue dar estabilidad a un gobierno; todas las autoridades constituidas se
convierten en guardianas unas de otras (“Sobre la situación actual de Francia y sobre los
remedios adecuados para sus males”.
El Precursor elogia los benecios de la separación de poderes teorizada por Montes-
quieu; expone sus ideas referidas a los objetivos cortoplacistas que debe trazarse el Estado
francés para asegurar los frutos tangibles logrados por la revolución, suprimir sus repercu-
siones destructivas y alcanzar una paz perdurable en Europa.
En este sentido, el ilustrado Montesquieu deende la separación de poderes, aunque lo
que deende es el Derecho creado por la ciudadanía mayoritaria que se expresa en la ley.
Pero, discurre Bordalí (2008), la nalidad del lósofo Montesquieu no es dividir propiamente
los poderes del Estado, sino fundamentalmente equilibrar a los individuos y grupos de inte-
rés de la sociedad a la que él pertenecía.
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Por su parte, sigue defendiendo Miranda en el referido texto: “Si, por el contrario, todos
los poderes se concentran en un solo cuerpo, una parte de este cuerpo siempre se arrogará
la autoridad sobre todo el conjunto” (Miranda, 1978). También advierte que solo si se esta-
blece un verdadero gobierno sobre la base de la sana libertad ciudadana, Francia alcanzará
la paz con el resto de Europa y su estabilidad económica, siempre que el poder lo ejerzan
hombres justos e instruidos.
5. Un cambio sin convulsiones
Parafraseando a Castañar Pérez (2014), la violencia es una forma de acción, política
o social, aparentemente efectiva a cualquier nivel: instrumental, comunicativo o transac-
cional; se ejerce con poca capacidad organizacional. Es común escuchar que “una revolu-
ción violenta engendrará una sociedad violenta”. Ahora bien, quienes buscan una respuesta
rápida y enérgica ante las injusticias son seducidos por la acción violenta, pero para una
solución realmente permanente, ésta deberá ser meditada y consensuada. Si se hace lo
contrario, se necesitará de más violencia para perpetuarse.
Desde luego, el deseo de Miranda en cuanto un cambio sin convulsiones, es decir, sin
violencia, no sólo es posible, sino que históricamente ha tenido mayores porcentajes de éxi-
to. Estadísticamente, durante el pasado siglo XX las revoluciones no violentas triunfaron en
un 60% y las violentas tan sólo en un 30%, a juicio de Castañar Pérez (2014), quien advierte
de sus implicaciones:
Hay que enfrentarse a estrategias violentas de represión.
Las estrategias no violentas buscan maximizar la efectividad de la lucha.
Minimizarán el efecto de la represión al deslegitimarla públicamente.
Permitirán movilizar un mayor número de personas.
Es la mejor manera de defenderse de la represión.
Algo semejante ocurre con Francisco de Miranda. Siempre aspiró a un cambio sin con-
vulsiones, es decir, a una revolución sin violencia, siempre a favor de encontrar el justo
medio. Todas sus propuestas constitucionales, según Bohórquez (1999), evocan la misma
idea: que solo hombres virtuosos e ilustrados pueden salvar a la patria; que una sabia divi-
sión de poderes dará estabilidad a un gobierno; que cuanto más libre sea un pueblo, más
fuerte debe ser el poder judicial. Es partidario de: un poder ejecutivo fuerte, restringido a
pocas personas; abolir los impuestos personales; las milicias unicadas comandadas por
un Generalísimo; los curas sean controlados por sus respectivos parroquianos; los jueces
elegidos por los ciudadanos en comicios en las diferentes circunscripciones.
Por sobre todo, como lo señala Villatoro (2016), Miranda no fue un agitador, nunca insti-
gó la rebelión de las clases bajas contra la Corona española – como sí sucedió en Haití con
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la revuelta de los negros contra Francia entre 1791 y 1804-, sino que abogó por una eman-
cipación protagonizada por la clase alta. Tampoco fue un revolucionario social ni estuvo
dentro de su agenda promover el desorden entre las masas y la gente más desposeída. Sus
ideas se limitaron especícamente a una revolución política.
6. El “Imperio” de Colombeia
Colombia o Colombeia fue un proyecto imperial americano postulado por Francisco de
Miranda en 1798. Tal propuesta nació tras los viajes de Miranda por el Sacro Imperio Roma-
no Germánico y como consecuencia de la Independencia de las 13 Colonias de los Estados
Unidos, dado que Miranda pensaba que aquel nuevo Estado del norte se volvería en pocos
siglos muy poderoso en el continente americano y en el mundo, y que su afán imperial no
tendría límites. La mejor forma de contrarrestar tal acontecimiento era crear un Imperio que
equilibrara la balanza en el continente.
Miranda tomaba aspectos importantes de la Constitución Monárquica francesa de 1791,
aunque incluía otros del sistema republicano de los Estados Unidos. y del Imperio Británico.
Así también se inspiró en la organización política del Sacro Imperio Romano Germánico y
del Imperio de los Incas.
Colombia sería un Estado imperial de carácter federal que se extendería desde el río Misi-
sipi por el norte hasta el cabo de Hornos por el sur, teniendo como capital a la Ciudad de Pa-
namá. Su enseña nacional estaría inspirada en los colores del arcoíris (rojo, amarillo y azul).
El sistema de gobierno sería mixto, con una división de poderes entre el Ejecutivo y el
Parlamento Bicameral. El Poder Ejecutivo: estaría conformado por dos incas descendientes
de los antiguos soberanos incaicos, y en caso de no encontrarlos se elegiría a dos incas de
entre la ciudadanía mediante una Asamblea. El cargo de inca seria vitalicio y hereditario.
Uno de los incas adoptaría el título de “Emperador de Colombia”, encargándose del gobierno
(Jefatura del Estado) y de manejar al gabinete ministerial, mientras que el otro se encarga-
ría de las relaciones exteriores y de designar cargos, así como de recorrer el Imperio para
supervisar a los curacas y otros funcionarios. En caso de una crisis grave o guerra uno de
los Incas adoptaría el título de “Dictador Provisional” y asumiría todos los poderes políticos
y militares del Imperio.
El Parlamento contaría con una: Cámara Alta, conformado por ciudadanos distinguidos
elegidos por el Emperador. Estos adoptaran el título de “caciques” de manera vitalicia, pu-
diendo ser únicamente excluidos por decisión de los incas. Tienen la facultad de supervisar
las leyes elaboradas por la Cámara de los Comunes.
La Cámara de los Comunes: estaría conformada por diputados elegidos mediante el
sufragio universal por un periodo de 5 años. Tienen la facultad de crear leyes y scalizar al
gobierno.
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El proyecto imperial de Miranda fue descartado por él mismo, ante la imposibilidad de llevarlo
a cabo dado el contexto bélico y la rivalidad entre los propios hispanoamericanos. Más tarde
Simón Bolívar decidió replicarlo y ejecutarlo, pero bajo su propio criterio e ideales. (Grases, 1981)
Conclusiones
Entre las nociones del pensamiento político de Francisco de Miranda, destacan: a) el de
libertad racional, acorde con su adhesión a los postulados de la Ilustración, lo que junto con
la cultura europea que lo estimuló, su contacto con los clásicos griegos y latinos, fueron
moldeando e inuyendo su pensamiento político; b) la separación de poderes, como modelo
constitucional para las nuevas repúblicas emancipadas; y c) un cambio sin convulsiones,
idea también en línea con la Ilustración.
Grandes personajes del siglo XIX, como Bolívar, O’Higgins o San Martín, transformaron
la “Colombia Continental” mirandina en diversas propuestas: Colombia, la confederación
americana o la liga de naciones. Sin embargo, Miranda percibió que el ideal integracionista
se diluía en estas y otras propuestas, cada una por su lado: “marchemos unánimes al mis-
mo punto, pues con la desunión solamente correría riesgo, a mi parecer, nuestra salvación e
independencia”(Carta al Marqués del Toro, AGM). Así pues, su propuesta de integración no
tuvo el eco esperado, la cual hoy en día sigue siendo una utopía inalcanzable.
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