ISSN 2660-903779
CLÍO:
Revista de Revista de Historia, Ciencias Humanas y
pensamiento crítico
Año 4, Núm 7. Enero/Junio (2024)
PP. 79-96. Provincia de Pontevedra - España
* Universidad Politécnica Salesiana. Grupo de investigación ATARAXIA. Doctor en Ciencias Gerenciales. Doctor en Cien-
cias Filosóficas. Doctor en Educación. Magister Scientiarum en Filosofía. Licenciado en Filosofía. Docente de la Uni-
versidad Politécnica Salesiana. Grupo de investigación ATARAXIA. Email: reymanjoh@gmail.com Orcid: https://orcid.
org/0000-0002-9349-223X.
** Universidad Tecnológica ECOTEC. Doctora en Ciencias Gerenciales. Magister Scientiarum en Gerencia Tributaria. Li-
cenciada en Contaduría Pública. Docente de la Facultad de Ciencias Económicas y Empresariales de la Universidad
Tecnológica ECOTEC. Email: apadronm@ecotec.edu.ec. Orcid: https://orcid.org/0000-0003-4724-9543
Recibido: 15/8/2023
Aceptado: 25/9/2023
Ideas losócas y políticas en Rafael María Baralt
Johan Méndez Reyes*, Ana Padrón Medina**
RESUMEN
Este texto destaca la falta de una narrativa crítica completa sobre las ideas losócas en América Latina, a
pesar de la abundante literatura existente. La mayoría de los documentos conocidos se centran en recopilar
contenidos clásicos” o proporcionar visiones generales de la vida de intelectuales reconocidos, sin explorar
nuevos enfoques. Se aboga por investigar el pensamiento después de la independencia, analizando su in-
uencia en la historia nacional tumultuosa. El enfoque cualitativo y hermenéutico se utiliza para interpretar
los textos en su contexto. El ensayo se centra en el pensamiento del venezolano Baralt, concluyendo que
sus ideas losócas y políticas reejan un pensamiento crítico que abraza ideales democráticos, fusionan-
do valores cristianos, liberalismo y socialismo, este último visto como parte del futuro si se enfoca en la
búsqueda de igualdad y justicia social.
Palabras clave:
losofía, política, democracia, socialismo, Rafael María Baralt
Philosophical and political ideas in Rafael María Baralt
ABSTRACT
The text highlights the incomplete critical narrative of philosophical ideas in Latin America despite abundant
literature. Existing documents often focus on “classic” content or provide overviews of recognized intellec-
tuals’ lives, lacking exploration of new approaches. Investigating post-independence thought requires ex-
panding ideological frameworks and revealing diverse efforts to address challenges in the turbulent regional
context. The text focuses on Venezuelan thinker Baralt, justifying his inclusion in the study. The qualitative
methodology, particularly the hermeneutic method, interprets texts in context. The essay analyzes Baralt’s
philosophical and political ideas, concluding that they reect a critical era embracing democratic ideals wi-
thin the Western tradition, interweaving Christian, liberal, and socialist values for a future focused on equality
and social justice
Keywords:
philosophy, politics, democracy, socialism, Rafael María Baralt
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Introducción
En el siglo XXI, América Latina se enfrenta a diversos desafíos prácticos, abordándolos
con un compromiso que se basa en la colaboración entre las fuerzas sociales populares de
la región. Además, se reconoce la importancia de realizar una reexión teórica sobre la his-
toria del pensamiento losóco y las ideas en nuestro continente. En América Latina, existe
una valiosa tradición de investigación histórico-losóca que se dedica a recopilar, sistema-
tizar, rescatar y promover diversas ideas, sistemas de pensamiento y propuestas analíticas
que exploran las realidades sociales, políticas y culturales de los pueblos latinoamericanos
Las investigaciones que se dedican al estudio del pensamiento tienen una importancia
ideológica de gran relevancia. Estas investigaciones ofrecen la oportunidad de comprender
cómo han evolucionado las ideas en la sociedad, de conocer las tendencias de pensamien-
to más signicativas del pasado y de extraer lecciones relevantes para el presente y el fu-
turo. Además, contribuyen a la formación de la conciencia nacional y ayudan a fortalecer
el factor subjetivo en las nuevas generaciones, al proporcionarles un legado histórico que
resulta realmente útil para la época en la que viven.
El pensamiento losóco en Latinoamérica durante el siglo XIX adoptó una forma particular
de asimilar e interpretar de manera innovadora las inuencias europeas, en particular del libera-
lismo, conservadurismo, socialismo utópico, anarquismo, romanticismo e incluso el positivismo.
A pesar de la abundante producción literaria sobre autores y temas que han inuido en
el debate intelectual en América latina, la historia crítica de las ideas en la región sigue sien-
do un proyecto inacabado. La mayoría de los textos existentes se limitan principalmente
a recopilar contenidos considerados clásicos” o a presentar de manera general la vida y
obra de intelectuales reconocidos, aunque con un enfoque más biográco que analítico. La
investigación sobre el pensamiento posterior a la independencia y su impacto en un período
complejo de la vida nacional implica la necesidad de ampliar los fundamentos ideológicos
que constituyen la tradición del pensamiento nacional y mostrar la diversidad de esfuerzos
analíticos y reexivos destinados a encontrar soluciones originales a los desafíos plantea-
dos a la sociedad venezolana en el contexto regional tumultuoso de la época. En el caso del
pensamiento de Rafael María Baralt (1810-1860), se puede observar esta tendencia, lo que
justica su elección como objeto de estudio en esta investigación.
Este trabajo adopta la perspectiva presentada por Marx y Engels (2007) en el
Maniesto
Comunista,
donde se sostiene que la burguesía ha tenido un papel revolucionario signica-
tivo en la historia. Además, se subraya que la burguesía no puede mantenerse sin realizar
constantes transformaciones en los medios de producción y, por ende, en las relaciones de
producción, lo que implica cambios en todas las relaciones sociales.
Así, en este estudio, al destacar los aspectos humanistas innovadores en la obra de
Baralt, situamos su legado en el contexto de la contradicción inherente a la burguesía como
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clase, en los momentos iniciales de su entronización en el devenir histórico pos indepen-
dentista venezolano. Ubicar su pensamiento en el contexto de su interés de clase burguesa
no debe ser interpretada como una manera de determinar de manera rígida la evaluación de
su trabajo. En cambio, esto nos brinda una lógica que nos permite entender cómo su pensa-
miento se desarrolló en las condiciones históricas y sociales reales de Venezuela.
Es importante destacar que la acción histórica de las clases sociales tiene un carácter
contradictorio y no es un proceso consciente y deliberado por parte de los propios grupos
sociales. Esta contradicción se maniesta a través de la doble naturaleza de su participa-
ción en los eventos históricos. Por un lado, está mediada por la inuencia ideológica que
establece límites ideales que restringen su acción real.
Las ideas losócas y políticas de Baralt, en ese sentido, no logra distanciarse, ni mucho
menos renunciar a su condición de intelectual burgués, por lo que pudiera entenderse que
su propuesta se perla como representativa de ese sector de la burguesía, que como ar-
mara Marx y Engels (2007) desea remediar la penosa situación social, con el n de asegurar
la continuidad de la sociedad burguesa.
Hoy en día, no es apropiado culpar a la gestión y las ideas burguesas de la época por el
excedente ideológico que generó su participación en los procesos de transformación social
y política. La discrepancia entre los intereses particulares de clase que promovieron, bajo la
bandera de ideales universales, y la incapacidad de la burguesía para realizar estos ideales
de inmediato, no se debe a un engaño deliberado de sus ideólogos ni a una acción automáti-
ca e intencional de factores económicos. Más bien, se explica por las condiciones objetivas
y reales en el contexto de la lucha de clases.
La obra de Baralt debe ser apreciada considerando las contradicciones presentes en sus
posturas losócas y políticas, que abarcan desde el socialismo utópico hasta el liberalis-
mo. En el transcurso de la historia de las ideas, siempre ha habido avances y retrocesos,
así como convergencias y discrepancias, que nos permiten analizar a las personas en el
contexto especíco de sus circunstancias particulares.
La investigación se basa principalmente en la perspectiva materialista de la historia y en
la dialéctica como marco metodológico de referencia. Los métodos empleados se centran
en el análisis hermenéutico de los documentos, con el objetivo de interpretar los elementos
losócos y políticos presentes en la obra del autor, así como comprender su pensamiento
y su relevancia.
El objetivo de este ensayo es analizar las ideas losócas y políticas de este destacado
pensador, la investigación se divide en dos partes, la primera es sobre las ideas losócas y
una segunda parte que trata sobre su pensamiento político: democracia liberal, socialismo
y economía
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1. Las ideas filosóficas en los escritos políticos de Baralt
El pensamiento losóco de Rafael María Baralt estuvo inuenciado por el papel central
que desempeñó la educación moderna e ilustrada de su época que abrazaron la noción de
cambio y la importancia de experimentar” nuevas soluciones políticas, económicas y so-
ciales para superar los problemas heredados del pasado, como la pobreza, la ignorancia, el
absolutismo, la desigualdad y la injusticia. Este autor fue uno de esos pensadores que, en
lugar de conformarse con el statu quo, abogó por llevar a cabo transformaciones genuinas.
Esta preocupación losóca lo llevo a un fuerte compromiso con la idea del progreso como
una condición necesaria y alcanzable en cualquier sociedad. Lo que se consideraba fundamen-
tal en el mundo, la vida y la humanidad era el movimiento, en contraposición al estancamiento.
La idea de progreso implica un punto de partida en la historia humana, y un punto nal
en ésta, donde el trayecto recorrido comprende un avance hacia alguna meta. Esta meta u
objetivo varía según cada autor. Para Massuh (1999), el progreso no es lineal, sino más bien,
un proceso de construcción y reconstrucción que lleva hacia un n último.
Tinoco (2007) identica el nacimiento de la idea del progreso, con el cristianismo, por-
que con ella se introduce la concepción lineal del tiempo, condición necesaria para gestar
una idea de progreso, pues el progreso, implica avance, desplazamiento de un punto a otro
en el acontecer humano.
En la tradición cristiana, la noción de progreso se encuentra vinculada con la losofía
de la historia, que implica la existencia de un origen o inicio de los tiempos, una revelación
y redención a través de la llegada de Cristo en la historia, y una visión de un evento nal o
n de los tiempos, conocido como escatología. En toda la losofía de la historia, ya sea en
las de pensadores como San Agustín, Hegel, Comte o Marx, se encuentra un componente
profético. La losofía de la historia no solo se trata de comprender el pasado interpretado
desde el presente, sino también de suponer un conocimiento del futuro.
La losofía de la Ilustración introduce el aspecto moral en la concepción del progreso, al
mismo tiempo que establece una conexión integral entre el logro del progreso y la educación.
Estas ideas ejercieron una inuencia signicativa en el pensamiento losóco de Baralt.
Baralt (1968) es un defensor a ultranza del progreso de la civilización, considera que el
progreso de la humanidad es una marcha hacia la conformación de lo verdaderamente hu-
mano: la civilización, pero que esta no ha sido igual para todas las sociedades, en tal sentido
considera que la vida se caracteriza por el movimiento, y la humanidad ha estado en cons-
tante movimiento. El progreso es una consecuencia natural del movimiento. Sin embargo,
la civilización, que involucra diversos elementos, no ha sido igual para todas las naciones y,
incluso en las más avanzadas, no ha logrado satisfacer todas las necesidades ni eliminar
todos los errores. La civilización aún tiene desafíos pendientes, como garantizar todos los
derechos y armonizar adecuadamente la vida individual y la vida en sociedad (Baralt, 1968).
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Es por ello, que considera que el mundo se mantiene a través de instituciones y leyes,
cuya persistencia en medio de la destrucción de imperios, naciones y razas ya no se debe
a las necesidades que les dieron origen, sino a los intereses y abusos que se han refugiado
bajo su protección (Baralt, 1968).
En realidad, este pensador venezolano sostiene que el progreso en las distintas disciplinas
cientícas no ha sido uniforme. Mientras algunas han alcanzado niveles muy avanzados de
perfección en la actualidad, otras se encuentran en sus primeros pasos. La losofía positiva
está ampliando sus fronteras, la losofía especulativa está construyendo sistemas, las doc-
trinas morales se están depurando, pero en contraste, la política, es decir, la ciencia de la vida
social avanza sin una dirección clara. Se debate entre teorías contradictorias y utopías apa-
rentemente inalcanzables, a veces experimentando, otras veces destruyendo o restaurando,
siempre con una dosis de escepticismo y constantemente inuenciada por fuerzas externas,
atrapada en un ciclo vicioso de empirismo rudimentario que parece no tener n (Baralt, 1968).
Por ello, arma que, nadie puede sostener con plausibles razones que la sociedad ha
alcanzado el punto supremo de la perfección. Por el contrario, los creyentes de diversas
religiones, los lósofos de las diferentes escuelas, todas las opiniones, sistemas y con-
ciencias coinciden en considerar que lo que existe es efímero. Comparten el deseo de una
nueva solución para los problemas sociales, políticos y económicos, y anticipan un período
de renovación para el mundo. Esperan la llegada de una IDEA-MESÍAS que, al poner n a los
conictos de intereses, a las luchas partidistas y al caos de los experimentos empíricos que
aigen a la humanidad, transforme la ciencia del gobierno en una disciplina “racional” regida
por principios inmutables (Baralt, 1968).
La concepción losóca de Baralt se sustenta en principios metafísicos con relación al
movimiento y al cambio que sufre lo existente. Para él lo existente; la sociedad, la civiliza-
ción, la cultura, lo humano y su progreso están sujetos a las leyes del cambio y la transfor-
mación. La vida es el movimiento, y éste no es posible sin un n señalado a la actividad
humana en la ancha vía del progreso universal y simultáneo de los diversos elementos de
la civilización.
Por otra parte, Baralt, plantea la necesidad de elaborar una nueva teoría de la libertad,
donde el hombre, sea considerado, no como n, sino como medio de cumplir su destino, ser
inteligente, a partir de esta premisa, se desarrolla una conexión entre el deber y el derecho
que es más congruente con la estructura de la sociedad y más acorde con el desarrollo
legítimo tanto del individuo como de la especie (Baralt, 1968).
Según la perspectiva de Baralt (1968), la familia y la sociedad deben entablar discusio-
nes sobre las condiciones racionales para una organización que sea más adecuada para
ellas. Esto implica establecer un equilibrio en la producción y distribución de la riqueza,
redenir la propiedad sobre nuevas bases y avanzar hacia una organización del trabajo más
justa. El objetivo es buscar un modelo ideal de sociedad humana que pueda servir como
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ejemplo para la mente y como motivación para la acción constante de la fuerza progresiva
del mundo. Baralt (1968) sugiere que es necesario examinar tanto la esencia como las for-
mas del matrimonio, con el n de lograr la emancipación de la mujer. Además, aboga por
que la educación de los hijos sea en gran medida responsabilidad de la nación.
Según este historiador venezolano, el progreso se considera una condición fundamental
en la vida de las naciones, la sociedad y la familia. Negar su existencia, es negar la historia.
Negar su importancia en el pasado y su necesidad absoluta en el futuro, es negar el avance
de la civilización. Por ende, negar el progreso y la mejora del desarrollo gradual de la huma-
nidad es negar la idea de la providencia (Baralt, 1968).
Una de las ideas que se asocia a su concepción sobre el progreso es su percepción so-
bre la guerra. A pesar de que Baralt considera que el movimiento o cambio social no implica
respaldar la anarquía o el recurso a la violencia como medio para reclamar los derechos de
una clase social explotada y que la búsqueda de un orden basado en la justicia debe surgir
de reformas racionales, la guerra, es considera, para Baralt (1968) como “el brazo de Dios
y el instrumento de la civilización, como los grandes hombres son la representación de las
ideas que la forman. Suprimid de la historia a Alejandro, a César, a Carlo Magno, a Godofre-
do de Bullón, Gregorio VII, a Colón, a Bonaparte, y no podréis entenderla; mucho menos ex-
plicarla… sin las páginas de estos grandes reformadores antiguos y modernos es imposible
entender nuestro pesado, futuro y presente de la humanidad…(Baralt, 1968, p. 286).
La guerra se presenta como un elemento esencial para el avance del ser humano, la
sociedad y, en consecuencia, la humanidad en su conjunto. A lo largo de todas las épocas
y lugares, la guerra ha sido uno de los factores más inuyentes en la evolución positiva de
la humanidad.
Baralt (1968) argumenta que todo el conjunto diverso y complejo de eventos que con-
forman la civilización sería incomprensible sin la presencia de la guerra. Sugiere que las
guerras son indispensables para que el ser humano alcance su pleno desarrollo y consagra-
ción como tal. Baralt señala que, a lo largo de la historia, los trastornos y calamidades que
han afectado al mundo, actuando como una suerte de lluvia de fuego vital y puricadora,
han sido cruciales en la evolución de la sociedad. Estos eventos han llevado a la sociedad
desde la institución generalizada de la esclavitud hasta la emancipación del estado llano,
a través de fases intermedias como el feudalismo y la servidumbre del terruño, así como
la monarquía cristiana y el Papado. Esto ha culminado en la consagración formal de los
derechos que hacen del ser humano un ser racional, moral, libre y, por lo tanto, digno de su
sabio Creador (Baralt, 1968).
Si no fuera por la guerra destaca Baralt- las sociedades humanas no hubieran podido
vencer los problemas de la supervivencia en la tierra, gracias a ella han podido surgir los va-
lores que engrandecen al hombre, en este sentido la guerra es considerada como principio
para el avance y progreso de la humanidad.
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A pesar de este planteamiento, Baralt, está consciente que la guerra es un mal que el
hombre en algún momento deberá exterminar. No deende a la guerra a ultranza, por el con-
trario, sostiene que no es un mal intrínseco que la civilización pueda eventualmente erradicar.
Su teoría sobre la guerra es la siguiente: el mal y el error están en constante conicto con
el bien y la verdad. De ahí la necesidad de los enfrentamientos. Sin embargo, dado que, en
estos enfrentamientos, como inevitablemente sucede, el bien y la verdad siempre triunfan
sobre el mal y el error, que son los instigadores, la historia que registra estos eventos puede y
debe considerarse como el lugar donde Dios maniesta sus juicios. Lo mismo ocurre con las
grandes y decisivas batallas que provocan cambios en la estructura social de las naciones;
deben ser entendidas como cambios directos en esos mismos juicios divinos (Baralt, 1968).
Es decir, que el propósito de la guerra no es eliminar por completo el error, sino más bien
reducirlo a un estado pasivo a medida que la civilización avanza y la cultura humana se de-
sarrolla. Para Baralt la civilización se ha ido conformando gracias a distintas guerras que se
han generado a lo largo de la historia. Si examinamos la historia y hacemos un recuento de
los cambios fundamentales en la vida de la humanidad, observamos que la esclavitud evo-
luciona hacia la servidumbre y luego se convierte en gremios industriales. Estos gremios,
a su vez, obtienen su emancipación, lo que da lugar al surgimiento de una sociedad en la
que el estado llano tiene un papel predominante. La nobleza basada en la ascendencia se
desvanece, la libertad se maniesta y emerge la clase trabajadora, o proletariado. Sin em-
bargo, ¿cuál de estas transformaciones no ha implicado conictos violentos? ¿Cuál de ellas
se ha logrado sin recurrir a la guerra? ¿No es la guerra el medio natural que ha impulsado el
progreso de la civilización? (Baralt, 1968).
En este sentido, plantea que la guerra no es, ni puede ser un estado permanente de la so-
ciedad; pero ha sido y será muchas veces condición de progreso. “Puede que sea un azote,
pero no una vergüenza. Ni aun la época del terror merece este nombre.(Baralt, 1968, p. 263)
Esta idea de que la guerra es una condición necesaria para el progreso del hombre, de
la sociedad y por consiguiente de la humanidad, es sin lugar a duda, una de las tesis más
cuestionables del pensamiento losóco de Baralt, que estuvo inuenciado por la losofía
ilustrada y del socialismo utópico.1
2. Pensamiento político: democracia liberal, socialismo y
economía.
En este apartado se propone examinar algunos aspectos del pensamiento político de
Baralt, especícamente sus conceptos como la democracia liberal, socialismo y economía.
Estos temas son relevantes tanto en su época como en la actualidad, este pensador es visto
como un escritor que ofrece una valoración equilibrada de estas realidades.
1 Esta noción de que la guerra es un medio necesario para el progreso humano fue retomada más tarde por los
positivistas venezolanos, particularmente en las últimas décadas del siglo XIX y el siglo XX. Laureano Vallenilla Lanz,
en particular, desarrolló esta idea. Cfr. (Méndez, J. y Morán, L., 2009).
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Baralt (1968) establece de manera clara que el ideal de la democracia, que se opone al
absolutismo, está en consonancia con los principios propagados por la Iglesia en Europa,
incluyendo la convivencia solidaria entre las personas, la igualdad y la justicia. Para Baralt
(1968), la democracia representa el punto culminante de un proceso cuyo desarrollo se ma-
niesta en lugares donde la Iglesia ha difundido estos principios, que son fundamentales de
la era moderna. Su enfoque principal es la democracia, que él considera como el “último es-
tadio político de la civilización moderna”. Sin embargo, su visión del progreso y la evolución
de las sociedades lo lleva a no descartar la posibilidad de que puedan surgir “nuevas formas
políticas” que sean necesarias para las transformaciones de la humanidad.
En este sentido, el modelo de democracia propuesto por Baralt (1968) es un sistema po-
lítico que garantiza la libertad y se opone a cualquier forma de régimen tiránico. Su objetivo
principal es proteger los derechos individuales y sociales de la población, así como mante-
ner la gobernabilidad y la estabilidad en la convivencia armónica de la sociedad.
A pesar de que Baralt (1968) sostiene que la democracia se diferencia de una concepción
del socialismo que busca la reivindicación de los derechos de las clases desfavorecidas a
través de revueltas y la “tiranía de la sociedad sobre el individuo”, considera que la democracia
está alineada con un modelo socialista que aboga por la igualdad y una “reforma lenta y juicio-
sa”. Por lo tanto, la postura de Baralt (1968) con respecto al socialismo es ambivalente. Por un
lado, rechaza que el socialismo sea la causa de la agitación y la violencia que se experimenta-
ban en algunos países europeos, principalmente en Francia, debido a la lucha del proletariado
contra las clases poderosas. Por otro lado, valora positivamente la idea de que el socialismo
pueda abogar por la reivindicación del proletariado a través de reformas racionales que hagan
posible la implementación de la democracia, la igualdad, la libertad y la justicia.
Asimismo, considera que la democracia constituye un viejo anhelo de los pueblos, que
siempre vieron y ven en ella un valor a alcanzar. Hoy en día, en nuestra América, la mayoría
de los sectores ciudadanos, de los sectores civiles y populares, la consigna
la peor democra-
cia es preferible a la mejor dictadura
constituye una convicción consensuada (Baralt, 1968).
Sin embargo, ¿Todos compartimos la misma comprensión de la palabra democracia”?
La respuesta a esta pregunta es negativa, ya que el signicado del término “democracia” ha
sido objeto de debates fundamentales durante varios siglos, y estos debates no solo han
generado discusiones, sino también conictos que han tenido graves consecuencias en
términos de pérdida de vidas humanas, daño a la propiedad y debilitamiento de las institu-
ciones. Incluso Baralt (1968) era consciente de esta compleja situación.
El caos se disfraza en la actualidad bajo una sola palabra, siguiendo la perspectiva de
Guizot (1849): “democracia”. Esta palabra se ha convertido en una especie de palabra mági-
ca, universalmente invocada por todos los partidos políticos que buscan apropiársela como
si fuera un amuleto. Los monárquicos argumentan que su monarquía es democrática, lo que
la distingue esencialmente de las antiguas monarquías y la hace adecuada para la sociedad
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moderna. Los republicanos sostienen que la república es la democracia autogobernada, y
este tipo de gobierno es el único que se ajusta a una sociedad democrática en términos
de principios, sentimientos y objetivos. Los socialistas, comunistas y montañeses desean
que la república sea una democracia pura y absoluta, y consideran que esta es la condición
fundamental de su legitimidad. La palabra “democraciatiene tal inuencia que ningún go-
bierno se atreve a existir, ni siquiera cree que pueda existir, sin proclamar su compromiso
con esta idea, y quienes la enarbolan con mayor énfasis son quienes se consideran más
poderosos. Esta idea, que perpetuamente suscita o alimenta la lucha entre nosotros, es la
guerra social. Es precisamente esta idea la que debe ser erradicada
Quizá la tesis fundamental a sustentar en esta reexión tiene dos aspectos complemen-
tarios. Por una parte, hay que armar que por “democraciase dice de muchas maneras y se
ejerce según contextos histórico perfectamente determinados. Por la otra, es necesario re-
conocer que la división de poderes, el ejercicio periódico del voto y de la delegación del ejer-
cicio del poder, constituyen características necesarias, pero no sucientes de la democracia
anhelada por décadas en nuestra América, desde el mismo momento independentista.
Las ideas que predominaron en Europa durante el siglo XIX estuvieron inuenciadas por
los conceptos políticos de la Ilustración. Estas ideas fueron las mismas que inspiraron prime-
ro la Revolución de Independencia de las colonias americanas en 1776 y luego la Revolución
Francesa en 1789. Estos eventos sentaron las bases para el constitucionalismo liberal del
siglo XIX, que inuyó en todas las corrientes políticas de la época. Esta transformación se
produjo en una amplia zona de transición que marcó la transición entre el Antiguo Régimen y
el Estado liberal. Fue un período de cambio de una sociedad estamental a una sociedad con
una clase media emergente. Durante este tiempo, la guerra y la revolución fueron fenómenos
que afectaron a los pueblos europeos y latinoamericanos de manera simultánea.
En tal sentido, el planteamiento sobre democracia de Baralt (1968) se inserta en esta
discusión contextual. Para él, la democracia, es entendida como aquella que propone es-
tablecer como máxima, la felicidad de todo los hombres, como derecho esencial para la
buena vida, este derecho, señala Baralt (1968) depende de las habilidades inherentes que
los individuos han recibido de la naturaleza y también basándose en el mérito de sus accio-
nes, se considera que la sociedad, que es el escenario donde las personas buscan y logran
su felicidad, en lugar de obstaculizar el desarrollo de sus habilidades y la adquisición de
los recursos necesarios para alcanzarla, debe facilitar y fomentar su crecimiento y mejora.
A través de la democracia los pueblos alcanzan el progreso, siempre que se ajusten a las
exigencias de la industria, de las artes, de las leyes, de las costumbres y de las luces, Baralt
(1968) acepta y respalda este tipo de democracia, agradece a la providencia por el hecho
de nacer en una época en la que se permite que un número mayor de personas disfrute de
las virtudes, las buenas costumbres y la iluminación intelectual, aspectos que antes eran
exclusivos de unos pocos.
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La democracia es para Baralt (1968) –siguiendo a Guizot (1849)- un progreso; punto de
partida que se halla reinante y próspera en algunas de las naciones más poderosas y mejor
ordenadas del mundo. Cuando estos principios se han implementado sinceramente en la
administración de los asuntos públicos, han producido un impresionante crecimiento eco-
nómico, la promoción de la moralidad y una mejora en la condición y el bienestar de todas
las clases sociales (Baralt, 1968).
Según las ideas de este pensador venezolano, la democracia trae consigo los benecios
de la justicia y el bienestar social, y se origina en las ideas cristianas. Baralt arma (1968) que
la democracia es un logro de la humanidad, que se ha desarrollado de manera gradual y pro-
gresiva a lo largo del tiempo. Según él, el inicio de este progreso se puede rastrear hasta Je-
sucristo, y su mensaje en el Evangelio ha servido como un modelo a seguir en este proceso.
Baralt (1968) argumenta que la democracia no tiene ninguna relación con los excesos co-
metidos por el absolutismo en su lucha contra ella. Además, sostiene que el liberalismo ecléc-
tico no ha logrado comprenderla adecuadamente. También critica a aquellos que se hacen
pasar por defensores de la democracia pero que en realidad la han corrompido y traicionado.
Baralt (1968) indica que la democracia ha sufrido desafíos debido a varios factores,
como la inexperiencia de sus primeros seguidores, quienes no han sido capaces de dirigirla
adecuadamente. También menciona los excesos de reformadores exagerados y violentos
que, a propósito, o por ignorancia, han mezclado sus propias doctrinas con la democracia.
Además, señala que la democracia se enfrenta a las leyes invariables que rigen los asuntos
humanos, donde nada nace sin dicultades ni esfuerzo.
Desde esta perspectiva, este intelectual considera que el mal no está en la democracia,
sino en lo que llaman “idolatría de la democracia”, critica lo que él considera como aspectos
negativos o problemáticos en la sociedad, como el culto bárbaro de las masas basado en
la fuerza en lugar de los derechos, los privilegios y monopolios de ciertas clases que perju-
dican a otras, una especie de aristocracia aún peor que la anteriormente conocida, la tiranía
de la sociedad sobre el individuo, la imposición de ciertas formas preconcebidas por algu-
nos planicadores y la tendencia a destruir indiscriminadamente el pasado sin considerar
adecuadamente el presente y el futuro (Baralt, 1968).
Cuestiona con rigor lo que considera una versión pervertida de la democracia, caracte-
rizada por la demencia, el delirio, la extravagancia y el crimen. Arma que esta no es la de-
mocracia que él entiende y deende. En cambio, la democracia que respalda es aquella que
se encuentra en armonía con el orden social diverso de las diferentes naciones civilizadas y
que comparte la religión cristiana como un elemento central (Baralt, 1968).
En este sentido, el autor sostiene que la verdadera democracia es compatible con la
diversidad en el orden social de las distintas naciones civilizadas. Esta forma de demo-
cracia, según él, se origina en el cristianismo y promueve la libertad, el poder pleno como
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garantía de la libertad, protege los intereses legítimos, deende los derechos y fomenta el
cumplimiento de los deberes. Además, esta democracia es amigable con todas las clases
sociales, excepto con la arbitrariedad y la tiranía, que son sus enemigos (Baralt, 1968).
La democracia no ha caído, pues, sobre la sociedad al modo de un aerolítico que nadie
espera, sino que ha sido y es un suceso natural, visible casi, cuya existencia está sometida
a las leyes generales de la historia. Para este historiador venezolano, la democracia es una
idea “necesaria” que comparte características con otras ideas sociales. Considera que esta
idea es providencial y divina, y su origen lógico se encuentra en las leyes morales que guían
a la humanidad, sostiene también que el desarrollo gradual de la democracia se maniesta
claramente en el escenario de la historia (Baralt, 1968).
A lo largo de la historia, los diversos acontecimientos en la vida de las naciones han
contribuido en benecio de la democracia. Todos los elementos, ya sean revoluciones o
represiones, períodos de paz o guerra, instituciones o costumbres, sistemas o leyes, inva-
siones bárbaras o triunfos de civilizaciones avanzadas, así como la inuencia de la ciencia,
las artes, las religiones y la losofía, han favorecido de alguna manera el avance de la demo-
cracia. Baralt (1968) también señala que todas las personas, ya sean reyes, conquistadores,
legisladores, pontíces o tiranos, ya sea que hayan apoyado o combatido la democracia,
han contribuido, de manera consciente o no, a hacer orecer la idea de la libertad del ser
humano y la emancipación de las naciones.
El progreso es gradual y constante hacia la igualdad de condiciones, que es la idea cen-
tral de la democracia, es un hecho que posee todas las características de los eventos provi-
denciales. Este proceso es universal, constante, duradero, irresistible, justo y evidente, y no
depende de la voluntad de los seres humanos. Además, cuenta con el apoyo de todas las
fuerzas físicas, morales e intelectuales de la humanidad para su realización.
Baralt (1968), siendo un intelectual liberal de América, se planteó la pregunta de si la
democracia, que es una consecuencia lógica del gobierno representativo, es socialista o
comunista. Su respuesta reconoce las buenas intenciones del comunismo y el socialismo,
pero no representan la verdadera democracia por excelencia. En este contexto, cuestiona
a Guizot (2009) por intentar establecer una estrecha conexión entre el socialismo y la de-
mocracia, discrepa fundamentalmente en esta cuestión y sostiene que está equivocado al
tratar de confundir deliberadamente el socialismo con la democracia. Argumenta que esta
pretensión es aún más absurda dado que Guizot es un demócrata, al igual que lo es el go-
bierno representativo cuya historia ha trazado en su obra (Baralt, 1968).
Es por ello, que este autor enfatiza que los socialistas, comunistas y montañeses no
basan la legitimidad de sus sistemas en el principio de la democracia pura. Además, subra-
ya que el socialismo y la democracia no son la misma cosa, refutando la idea de que sean
intercambiables o que compartan una identidad ideológica. Baralt (1968) sostiene que es-
tas dos corrientes políticas tienen diferencias sustanciales y no deben confundirse entre sí.
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Baralt, claramente inuenciado por el liberalismo del siglo XIX, argumenta que la demo-
cracia promovida por pensadores como Montesquieu, Adam Smith y Tocqueville no aboga
en ningún caso por la expropiación de bienes, a diferencia de lo que hacen el comunismo y
el socialismo. La democracia que deende se basa en el respeto a la propiedad privada, la
acumulación de riqueza y los valores del individualismo. En su perspectiva, la democracia y el
liberalismo están estrechamente relacionados, y ambos enfatizan la importancia de los dere-
chos individuales y la propiedad privada como fundamentos del sistema político y económico.
La democracia no aboga ni apoya la expropiación de bienes. Según él, el principio eco-
nómico fundamental de la democracia es la desvinculación, y esto se reeja en leyes en
Francia y otras naciones civilizadas. En relación con la propiedad privada, considera que es
justa y esencial, ya que sin propiedad privada no hay trabajo, sin trabajo no hay producción,
sin producción no hay riqueza ni alimentos, y sin estos elementos, la sociedad no puede
existir. Su perspectiva subraya la importancia de la propiedad privada en el sistema econó-
mico democrático (Baralt, 1968).
Baralt (1968) plantea soluciones para conservar la propiedad y evitar una distribución
injusta de los bienes que esta produce. Según su visión democrática, estas soluciones in-
cluyen:
La distribución igual de la herencia entre los hijos o herederos.
El aumento de capital y, por lo tanto, del trabajo a través de la reforma de impuestos,
la reforma de la administración y la economía en el presupuesto.
La creación de un amplio sistema de concesión de trabajo como parte de la bene-
cencia pública.
La asociación entre el capital y el trabajo, el empresario y el obrero.
La unión estrecha entre el sentimiento moral, el sentimiento religioso y el sentimien-
to de libertad a través de la fraternidad cristiana (Baralt, 1968).
Estas medidas buscan mantener la propiedad privada mientras se abordan las cuestio-
nes de desigualdad y distribución de riqueza en una sociedad democrática.
Es por ello, que la democracia es entienda como una forma de gobierno que se basa en
el liberalismo y considera que su objetivo no es respaldar el socialismo, sino argumentar
a favor de la democracia. Para él, el liberalismo y el socialismo son conceptos distintos, y
critica que Guizot los haya mezclado en un solo concepto (Baralt, 1968).
La democracia, que deende Baralt (1968), es aquella que se debe incorporar a las leyes
históricas, por tanto, a pesar, de profesar la igualdad entre los hombres, ésta se hace impo-
sible por el devenir histórico de la civilización, en su obra se puede apreciar como describe
una secuencia histórica en la que la esclavitud evoluciona hacia la servidumbre, que a su
vez se convierte en gremios industriales, luego da lugar al estado llano, que nalmente
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lucha por su emancipación mientras el proletariado emerge como una clase oprimida. El
autor plantea la pregunta de si Guizot (2009), cree que la humanidad debe detenerse en este
punto, manteniendo a la clase más numerosa de la sociedad en un estado de servidumbre.
El autor aboga por la libertad para todos, no solo para unos pocos (Baralt, 1968).
En este sentido, reconoce la existencia constante de la lucha entre ideas, pasiones e
intereses, ya que dos tendencias legítimas pero opuestas compiten por el control de la so-
ciedad. Una de estas tendencias busca la desigualdad, mientras que la otra busca mantener
o restaurar la igualdad entre los individuos. Siguiendo a Cousin (1997), arma que Dios ha
dispuesto que, a pesar de esta lucha constante entre el bien y el mal, la civilización siempre
triunfe, ya que nunca será derrotada (Baralt, 1968).
Esta posición de Baralt (1968) cae en una especie de maniqueísmo, en su obra, se mues-
tra sutileza al buscar una posición intermedia entre la democracia liberal y el socialismo,
demostrando un profundo conocimiento de la tesis del socialismo utópico. Ejemplica esto
citando a Chateaubriand (1881), quien sostiene que la sociedad tal como existe actualmen-
te no perdurará, ya que, a medida que la educación llegue a las clases más bajas, estas des-
cubrirán la desigualdad que subyace en la estructura social. Esta desigualdad, que ha exis-
tido oculta por la ignorancia y la organización articial de la sociedad, será evidente para
toda una vez que los menos favorecidos adquieran conocimiento. Chateaubriand (1881)
argumenta que, con el desarrollo material de la sociedad y la propagación de las ideas, la
igualdad se convertirá en una demanda irresistible. Sin embargo, advierte que este futuro
igualitario está lejos y solo se alcanzará a través de la fuerza y la virtud de una esperanza
persistente, que solo los cristianos poseen.
Baralt (1968) reconoce que el comunismo y el socialismo incorporan algunas nociones
democráticas elementales. Sin embargo, sus pretensiones exageradas y sus ideas erróneas
sobre el gobierno, la sociedad, la política y la economía pública los excluyen de la categoría
de sistemas democráticos. De manera similar, considera que la monarquía, a pesar de tener
elementos democráticos, no puede ser considerada democrática debido a que no ha imple-
mentado la descentralización administrativa, la confederación de intereses provinciales, un
sistema electoral basado en ideas federales, cuerpos legislativos relacionados con estas
ideas, libertad ilimitada y la emancipación de la Iglesia, entre otros principios fundamenta-
les que son esenciales para la democracia y que se han convertido en axiomas gracias a la
experiencia de la Unión Americana en el campo de la ciencia política.
A lo largo de la obra política de Baralt (1968), se pueden encontrar reexiones profundas
sobre el conicto entre el socialismo utópico y la economía política o liberalismo. A veces,
estas reexiones son extensas y detalladas, y aunque Baralt a veces actúa como un obser-
vador neutral, en ocasiones parece mostrar una inclinación hacia el liberalismo, aunque no
siempre exprese claramente su posición. Para interpretar su perspectiva con mayor clari-
dad, es necesario leer entre líneas en su obra.
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En efecto, en sus
Escritos Políticos,
Baralt despliega, los elementos que él considera esen-
ciales entre estas dos corrientes, en ese sentido, señala que se presenta una lucha entre dos
poderes que compiten por el control del mundo y se condenan mutuamente con la misma
intensidad que dos religiones enemigas; la economía política o la “tradición”; y el socialismo
o la “utopía”. ¿Qué es la economía política? ¿Qué es el socialismo?” (Baralt, 1968, p. 303).
La economía política es –siguiendo a Baralt- la historia natural de las costumbres, tradicio-
nes prácticas y rutinas más aparentes y universales acreditadas en la sociedad tocante a la
producción y a la distribución de la riqueza. “Bajo este concepto se considera y llama ciencia”,
legítima en “hecho” y en “derecho”, y declara que “lo que es” debe ser”” (Baralt, 1968, p. 303).
Mientras que el socialismo plantea que la sociedad actual tiene una estructura proble-
mática y demuestra que el orden establecido por la civilización es contradictorio e inecaz,
dando lugar a la opresión, la pobreza y el crimen. A partir de esta premisa, busca reformar
las costumbres y las instituciones, y sostiene que la economía política es una teoría falsa
diseñada en benecio de un pequeño grupo en detrimento de la mayoría de la población.
Utilizando el principio “por sus frutos los conoceréis”, el socialismo expone las calamidades
humanas como prueba de la inecacia y futilidad de la economía política. Por ende, el socia-
lismo planea que lo que debería ser” no se reeja en la realidad actual.
Es por ello, que Baralt (1968) señala que existe una clara distinción entre la economía po-
lítica y el socialismo. La economía política tiende a justicar y gloricar el egoísmo, mientras
que el socialismo exalta el sentido de comunidad. Los defensores de la economía política son
optimistas en cuanto a los hechos que ya han ocurrido, mientras que los partidarios del socia-
lismo son optimistas en relación con los hechos que aún deben llevarse a cabo. Es decir, estas
dos corrientes tienen enfoques y perspectivas muy diferentes sobre la sociedad y la economía.
Siempre buscando mediar entre posiciones opuestas, este pensador procura resolver las
tensiones entre la economía política y el socialismo al introducir un tercer sistema que llama
ciencia social”. Él entiende la ciencia social como el conocimiento especulativo y sistemático
de lo que realmente “es” en todas sus manifestaciones a lo largo del tiempo en la humanidad.
Este enfoque abarca todo el espectro de la existencia humana, no solo en un período especí-
co, sino en todos sus principios y en su totalidad. La idea es comprender la realidad en su
plenitud y progresión, lo que permitiría una visión más completa de la ciencia (Baralt, 1968).
En este sentido, Baralt (1986) plantea la pregunta de quién puede resolver el conicto
entre la economía política y el socialismo. Su respuesta es que solo la ciencia social, como
un juez competente, puede hacerlo. Sin embargo, el problema es que cada una de estas dos
escuelas cree que tiene en su poder la verdad absoluta y no están dispuestas a ceder en
sus posiciones.
Para este intelectual venezolano, tanto los economistas políticos como los socialistas
cometen errores cuando se cierran a la posibilidad de un progreso ulterior. Los economistas
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políticos a menudo presentan sus teorías como una ciencia denitiva y no están dispuestos
a revisarlas o mejorarlas. Por otro lado, los socialistas rechazan por completo la tradición y
buscan reconstruir la sociedad sobre bases extravagantes o quiméricas. Baralt (1968) sostie-
ne que el socialismo necesita una crítica profunda y un desarrollo constante de la economía
política, y a su vez, la economía política no debe considerarse como una ciencia completa e
inmutable basada en las ideas de pensadores como Adam Smith o J.B. Say (Baralt, 1968).
Baralt (1968) argumenta que la economía política, con su enfoque en el individualismo
y sus armaciones exclusivas, puede ser considerada como una parte fundamental de la
ciencia. Los hechos que describe y analiza desempeñan un papel similar al de las bases
preestablecidas, las mediciones y los puntos de referencia en una triangulación topográca
extensa. Desde esta perspectiva, el progreso de la humanidad, que avanza desde lo simple
hacia lo compuesto, se ajustaría completamente a la evolución de las ciencias. Los fenóme-
nos discordantes, a veces incluso subversivos, que constituyen la base y el objeto de la eco-
nomía política podrían ser vistos como hipótesis particulares que la humanidad ha aplicado
sucesivamente en servicio de una hipótesis superior. La demostración comprobada de esta
hipótesis superior resolvería todas las dicultades y satisfaría las legítimas aspiraciones del
socialismo, sin necesidad de anular los principios económicos.
En aras de proponer una solución armoniosa entre las dos escuelas, este autor, busca
entender que la sociedad es una entidad en constante evolución que involucra elementos
contradictorios, y las teorías aparentemente antagónicas pueden coexistir. Él compara esta
evolución de la inteligencia con la evolución de la sociedad, armando que cuando una ins-
titución social da lugar y promueve el desarrollo de una tendencia que se opone a ella, esta
discrepancia en la práctica conduce a la creación de una institución más compleja que inte-
gra y satisface ambas tendencias contrarias. Sin embargo, esta conciliación solo es posible
hasta cierto punto, determinado por el nivel de educación alcanzado por la humanidad en
ese momento histórico (Baralt, 1968).
Los hechos sociales pueden entenderse como tesis y antítesis en busca de una síntesis o
resolución. Esta síntesis no se basa en un término medio o un eclecticismo arbitrario, sino en
la emergencia de un tercer principio o una ley superior que, en lugar de excluir los elementos
opuestos, los integra y los reconcilia en una fórmula más completa y absoluta (Baralt, 1968).
La economía social busca un mejor estado en el futuro y reconoce que todos los elemen-
tos necesarios para su estudio se encuentran en la economía política. Aunque pocos están
satisfechos con la situación actual, también se desconfía de las quimeras y las invenciones
extravagantes. La verdad solo puede encontrarse en una fórmula que reconcilie estos dos
aspectos: la conservación y el movimiento (Baralt, 1968).
A pesar de que Baralt (1968) no considera al socialismo como un sistema democrático,
reconoce ciertas características que, en su opinión, sugieren un carácter democrático en
el socialismo como un sistema político alternativo al liberalismo. Destaca que, en las dis-
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cusiones entre las diferentes escuelas socialistas sobre la comunidad de trabajo y bienes,
así como la intervención estatal en el comercio e industria, la mayoría de los intelectuales
socialistas están de acuerdo en principios fundamentales como la familia, la herencia, la
libertad individual, la libertad del trabajo y la armación del ser supremo. Estos principios
sirven como fundamentos sociales, mientras que la soberanía del pueblo, el voto o sufragio
universal, y la unidad del poder público actúan como principios políticos en la escuela so-
cialista. A pesar de las controversias y debates en el seno del socialismo, estos principios
básicos forman la base de su sistema práctico de gobierno, aunque algunos intelectuales
especulativos hayan planteado cuestiones candentes que han causado problemas a sus se-
guidores, lo que ha llevado a cierto grado de ostracismo en la opinión pública (Baralt, 1968).
El socialismo es la “protesta” contra las instituciones viciadas de elementos individualis-
tas, burgueses, explotadora, clasista y mercantilista. Los grandes reformadores de la huma-
nidad han sido socialistas, inclusive la misma religión cristiana, más que ninguna otra fue
utópica y socialista en su principio.
Según Baralt (1968), las utopías se dividen en dos categorías principales debido a la
naturaleza de sus objetivos. Una de ellas busca obtenerlo todo para el individuo y puede ser
denominada “economismo”, mientras que la otra busca obtenerlo todo para la sociedad y a
través de la sociedad, y se conoce como “comunismo”.
En este ensayar utópico”, de proyectos y posibilidades, conuyen los sueños, ideales,
mitos, religiones, conocimientos y saberes; en una relación múltiple y diversa de la teoría y
la praxis. En esta interacción entre realidad y cción, surgen experiencias novedosas que de-
mandan explorar territorios desconocidos más allá de lo convencional. Esto implica sumer-
girse en la oscuridad de la incomprensión, la ignorancia, la incertidumbre y la duda. Es un
esfuerzo valiente, una búsqueda audaz, una aventura arriesgada, una apuesta por la utopía y
la esperanza. Representa un intento de escapar de la desaante y abrumadora pobreza, así
como de las limitaciones intelectuales que impiden el progreso. También es una forma de
liberarse de las ataduras y responsabilidades impuestas por las ideologías, las estructuras
sociales y las obligaciones políticas en las naciones de América Latina (Cerutti, 2003).
Dentro de este contexto, Baralt (1968) continúa avanzando en su búsqueda de una críti-
ca imparcial” y sostiene que el socialismo adquiere valor solo como una protesta destinada
a eliminar la utopía ocial. Una vez lograda esta abolición, considera que es apropiado dete-
nerse y permitir que la libertad asuma la responsabilidad y el derecho de avanzar de acuerdo
con sus propias leyes, las condiciones sociales existentes y el espíritu de la época.
El socialismo plantea que todos los sistemas económicos se basan en la hipótesis, c-
ción, utopía, o cualquier otro término que se le quiera dar, de la “productividad” del capital.
Según esta perspectiva, la mitad de los productos sociales pasa de las manos de los traba-
jadores a las de los capitalistas, propietarios de tierras y hacendados, a través de conceptos
como “renta, arriendo, alquiler, intereses, benecio, agiotaje” y otros similares. Según esta
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visión, los capitalistas producen con sus propios instrumentos y, como resultado natural y
necesario, generan la desigualdad de condiciones y de riqueza en la sociedad. Esto lleva a la
división de la sociedad en dos clases enemigas: aquellos que tienen un exceso de productos
y la servidumbre de la clase más numerosa de la sociedad, que se encuentra en la miseria.
La asociación fraternal entre los individuos y la intervención protectora del Estado son
los dos conceptos fundamentales que han mantenido unido al socialismo del siglo XIX con
tendencias que existen desde tiempos antiguos. Estas tendencias se han manifestado de
diversas maneras a lo largo de la historia, ya que se basan en el deseo eterno de la humani-
dad de alcanzar el bienestar y la felicidad.
Para este intelectual venezolano, se debe tener una postura crítica ante estas dos peli-
grosas tendencias de la sociedad. Por un lado, el liberalismo, que adormece a la sociedad
con un optimismo falso que lleva a la inmovilidad y conlleva peligros. Por otro lado, el so-
cialismo, que pretende retroceder a la sociedad y sofocar la revolución y el espíritu humano.
Reflexiones finales
Es cierto que la obra de Rafael María Baralt representa una contribución signicativa al
pensamiento losóco y político en América Latina. Sus reexiones sobre el liberalismo, el
socialismo y la democracia, así como su búsqueda de una síntesis entre estas corrientes, son
temas de relevancia en la historia de las ideas en la región. Incluir su trabajo en los estudios
de historia, losofía y literatura es importante para comprender mejor las complejas dinámi-
cas intelectuales y políticas de su época y su inuencia en el pensamiento latinoamericano.
Sus reexiones continúan siendo una referencia obligatoria para reconstruir la historia las
ideas losócas en Venezuela y América Latina, a pesar de haber transcurrido más de un siglo
y medio desde su producción intelectual, sus reexiones sobre cuestiones políticas, económi-
cas y sociales siguen siendo objeto de estudio y debate, lo que demuestra la perdurabilidad de
su legado intelectual con el paso del tiempo. Su inuencia en la comprensión de las corrientes
de pensamiento de su época y su impacto en el desarrollo del pensamiento latinoamericano lo
convierten en una gura sobresaliente en la historia intelectual del continente.
Este pensador puede ser considerado como uno de los pioneros en el debate sobre
el socialismo y el liberalismo en Venezuela. Su trabajo contribuyó a una reinterpretación
de la historia venezolana, arraigada en la cultura y los intereses de la clase burguesa. Sus
obras reejan esta perspectiva y están estrechamente relacionadas con las circunstancias
sociales e intelectuales de su tiempo. Por lo tanto, sus argumentos representan una nueva
opción política para la clase que él representa, y es fundamental comprenderlos dentro del
contexto histórico y político en el que surgieron.
En nuestra América, en los actuales momentos se viene suscitando un apremiante de-
bate entre la “democracia burguesa” neoliberal y las alternativas a ese modelo. Los pueblos
de América latina se encuentran ante el desafío de continuar desarrollando teorías críticas
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emancipatorias en contraposición a proyectos políticos neoliberales, populistas e incluso
socialistas que han derivado en formas de gobierno autoritarias disfrazadas de democracia
y regímenes populares
La necesidad de una teoría crítica es hoy más apremiante que nunca, dado que el peligro
de destrucción de la vida y la naturaleza es más inminente, y la actual crisis de civilización
se presenta cada vez más difícil de superar. América Latina se encuentra ante el avance de
una cultura y una ética que buscan sofocar de manera denitiva las alternativas emancipa-
torias que han surgido en el continente con un amplio respaldo popular.
Es así, como se entiende la vigencia, del debate entre el socialismo y el liberalismo recogi-
do en la obra de este importante pensador. Es imperativo conservar este debate, dado que es
esencial para forjar un mundo mejor, caracterizado por una mayor humanidad, equidad y sos-
tenibilidad ambiental, en contraposición al modelo capitalista neoliberal que se nos presenta.
Sus ideas losócas y políticas se enmarcan en una época donde se apostaba por un
tipo de pensamiento crítico que avanzó hacia ideales democráticos amparado en la tradi-
ción occidental, donde se entretejen tantos valores del cristianismo y liberalismo como los
provenientes del socialismo, del que consideró una parte del futuro, siempre y cuando sea
capaz de recuperar de él su enfoque en la búsqueda de la igualdad y la justicia social. De ahí
su preocupación sobre el progreso y la civilización de toda la humanidad.
Referencias
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