CLÍO: Revista de Historia, Ciencias Humanas y pensamiento crítico / Año 4, Núm 7. Enero/Junio (2024)
Johan Méndez Reyes, Ana Padrón Medina
Ideas filosóficas y políticas en Rafael María Baralt.
PP. 79-96
ISSN 2660-903789
garantía de la libertad, protege los intereses legítimos, deende los derechos y fomenta el
cumplimiento de los deberes. Además, esta democracia es amigable con todas las clases
sociales, excepto con la arbitrariedad y la tiranía, que son sus enemigos (Baralt, 1968).
La democracia no ha caído, pues, sobre la sociedad al modo de un aerolítico que nadie
espera, sino que ha sido y es un suceso natural, visible casi, cuya existencia está sometida
a las leyes generales de la historia. Para este historiador venezolano, la democracia es una
idea “necesaria” que comparte características con otras ideas sociales. Considera que esta
idea es providencial y divina, y su origen lógico se encuentra en las leyes morales que guían
a la humanidad, sostiene también que el desarrollo gradual de la democracia se maniesta
claramente en el escenario de la historia (Baralt, 1968).
A lo largo de la historia, los diversos acontecimientos en la vida de las naciones han
contribuido en benecio de la democracia. Todos los elementos, ya sean revoluciones o
represiones, períodos de paz o guerra, instituciones o costumbres, sistemas o leyes, inva-
siones bárbaras o triunfos de civilizaciones avanzadas, así como la inuencia de la ciencia,
las artes, las religiones y la losofía, han favorecido de alguna manera el avance de la demo-
cracia. Baralt (1968) también señala que todas las personas, ya sean reyes, conquistadores,
legisladores, pontíces o tiranos, ya sea que hayan apoyado o combatido la democracia,
han contribuido, de manera consciente o no, a hacer orecer la idea de la libertad del ser
humano y la emancipación de las naciones.
El progreso es gradual y constante hacia la igualdad de condiciones, que es la idea cen-
tral de la democracia, es un hecho que posee todas las características de los eventos provi-
denciales. Este proceso es universal, constante, duradero, irresistible, justo y evidente, y no
depende de la voluntad de los seres humanos. Además, cuenta con el apoyo de todas las
fuerzas físicas, morales e intelectuales de la humanidad para su realización.
Baralt (1968), siendo un intelectual liberal de América, se planteó la pregunta de si la
democracia, que es una consecuencia lógica del gobierno representativo, es socialista o
comunista. Su respuesta reconoce las buenas intenciones del comunismo y el socialismo,
pero no representan la verdadera democracia por excelencia. En este contexto, cuestiona
a Guizot (2009) por intentar establecer una estrecha conexión entre el socialismo y la de-
mocracia, discrepa fundamentalmente en esta cuestión y sostiene que está equivocado al
tratar de confundir deliberadamente el socialismo con la democracia. Argumenta que esta
pretensión es aún más absurda dado que Guizot es un demócrata, al igual que lo es el go-
bierno representativo cuya historia ha trazado en su obra (Baralt, 1968).
Es por ello, que este autor enfatiza que los socialistas, comunistas y montañeses no
basan la legitimidad de sus sistemas en el principio de la democracia pura. Además, subra-
ya que el socialismo y la democracia no son la misma cosa, refutando la idea de que sean
intercambiables o que compartan una identidad ideológica. Baralt (1968) sostiene que es-
tas dos corrientes políticas tienen diferencias sustanciales y no deben confundirse entre sí.