CLÍO: Revista de Historia, Ciencias Humanas y pensamiento crítico / Año 4, Núm 7. Enero/Junio (2024)
Douglas Arnoldo Rico González
La neuropsicología educativa como instrumento de prevención del delito.
PP. 139-146
ISSN 2660-9037141
Concretamente, Carvajal Santana (2018) señala que los educadores que, asumen el
modelo del cerebro triuno, empiezan a entender el cerebro como asiento de las múltiples
funciones de la mente y la conducta, ya tienen ganada una ventaja. En este orden de ideas,
la Organización de las Naciones Unidas (ONU) (2019) considera a la educación como un
elemento clave para reducir la violencia, con habilidades clave para la vida que crean resis-
tencia al delito y la victimización, y también a aumentar las oportunidades de empleo, que
actúan como un factor protector contra el delito y la violencia.
De manera que, los puntos convergentes entre la psicología, aprendizaje, neurología y
también la criminología impactan directamente el área de la educación, y refuerzan más
la noción por virtud de la cual se requieren perspectivas inter y transdisciplinarias para el
logro de objetivos importantes, entre ellos prevenir el crimen (Ramos-Rosado, 2021). Por lo
tanto, es menester incorporar esquemas educativos que propicien la prevención del delito
o actividades contrarias al ordenamiento jurídico desde distintos escenarios, tales como la
escuela, la familia y los pares sociales.
En este orden de ideas, la prevención rectamente entendida, puede dar como resultado
que se aplace o desplace la manifestación criminal. La vasta experiencia preventivo-crimi-
nológica de las últimas décadas apunta hacia un nuevo modelo de prevención positiva, no
intimidatoria, de fuerte componente comunitario (Vega Fernández, 2017), esa comunidad
primaria se encuentra en la familia, la escuela y los pares sociales.
En este sentido, Garrido-Albornoz (2021) enfatiza el rol importante que juegan dos con-
textos de socialización primarios del estudiante: la familia y el grupo de pares, por lo tanto,
un trabajo favorable, integral e integrativo en estas dos variables tendrían una inuencia
importante en la concreción y reforzamiento de los factores de protección. A la par, Álvarez
Bolaños (2020) considera como tendencia actual en las escuelas el favorecer el desarrollo
de habilidades socioemocionales tanto en estudiantes como en los docentes, que mejore la
interacción maestro-alumno, dada la inuencia que tienen las actuaciones del profesorado y
las relaciones interpersonales en el aula en el desarrollo emocional y social de los alumnos.
La prevención para tratar, entonces, los problemas de agresividad y delincuencia son los
programas de intervención temprana, es decir actividades de trabajo educativo con niños
para la mejora de sus competencias emocionales y sociales, así como la mejora de su
ambiente de aprendizaje; usualmente, el ámbito de implantación es el entorno familiar o la
escuela, integrando en la intervención tanto a padres como profesores. Su base teórica se
fundamenta en la psicología del aprendizaje social utilizando estrategias de enriquecimien-
to cognitivo y autocontrol (Tangarife-Calero & Ibáñez-Alfonso, 2020).
El Fondo de las Naciones Unidas para la Infancia (UNICEF) (2022), plantea algunas accio-
nes y dinámicas para promover la convivencia respetuosa en la escuela, la familia y los pares
sociales, lo cual incide en la prevención del delito desde la esfera del aprendizaje, entre ellas se
encuentran: la familia debe incorporarse a la dinámica de la escuela, fomentar habilidades para