CLÍO: Revista de Historia, Ciencias Humanas y pensamiento crítico / Año 4, Núm 7. Enero/Junio (2024)
Jorge Jesús Villasmil Espinoza
Breves contribuciones epistemológicas para el desarrollo de un renovado proyecto historiográfico regional.
PP. 182-199
ISSN 2660-9037187
que nos proporciona el conocimiento histórico en función muchas veces de los intereses y
necesidades de los actores de poder y no de la verdad en sentido óntico.
En efecto, las ideologías nacionalistas que tanto daño hicieron a la humanidad en el siglo
XX, porque sirvieron de motivo al desarrollo de guerras y políticas de exclusión en detrimen-
to de la dignidad humana, se han desarrollado en completa sintonía con un proyecto histo-
riográco de férreo carácter “patriótico”, que niega la condición cosmopolita que entiende a
las fronteras en general como límites articiales impuestos de forma arbitraría que sujetan
el ejercicio de la ciudadanía4 a espacios reducidos y, al mismo tiempo, buscan invisibilizar,
al menos en algunos casos, las legítimas diferencias de las regiones históricas que congu-
ran a un Estado nación determinado, como condición de posibilidad para la emergencia de
la identidad nacional, en tanto máxima expresión de la “comunidad imaginada”.
Posiblemente por estas situaciones, muchos de los más destacados lósofos de la an-
tigüedad clásica (Sócrates, Diógenes Laercio o Diógenes de Sinope) gustaban autodenirse
como Cosmopolitas o ciudadanos del mundo (Nava, 2020). De hecho, Diógenes de Sinope,
armó en su momento categóricamente que: “No soy ateniense ni griego, sino ciudadano
del mundo. El mundo es un lugar enorme lleno de auténticas maravillas, todos los seres
humanos deberíamos ser completamente libres de poder explorarlo” (Citado por: Juárez,
2020, párr., 8). Por lo demás, debe quedar claro que, desde sus orígenes helénicos, las ideas
cosmopolitas no son necesariamente antagónicas con la percepción de ser parte integrante
de una comunidad particular como la polis, región histórica por antonomasia, sino de los
nacionalismos modernos como expresión de chovinismos recalcitrantes.
La región histórica, tal como la dene el maestro German Cardozo Guale, como: “… un es-
pacio con especicidad y ritmo históricos propios, diferenciable, en cuanto a su dinámica y
características fundamentales, del resto de los conjuntos regionales de las áreas vecinas…”
(1989, p. 11) no debe su esencia y existencia a las políticas o decisiones de un Estado, se
trata más bien de una cuestión simultáneamente histórica, antropológica y hasta ontológi-
ca, que resulta de la articulación de un conjunto indeterminable de condiciones objetivas
y subjetivas en el tiempo, dando vida a una entidad o una comunidad especíca en una
territorialidad más o menos denida, dotándole intersubjetivamente de una realidad propia
y particular. De modo que, regiones históricas, como la península guajira, están ubicadas,
por ejemplo, entre dos Estados nacionales y, otras, como la península de Crimea en Europa
del Este, pueden por razones geopolíticas ser anexadas arbitrariamente a un estado invasor
como la federación rusa, sin perjudicar su identidad.
4 En este punto se recomienda consultar el interesante artículo científico de Arbeláez-Campillo, Rojas-Bahamón y Ar-
beláez-Encarnación (2019), intitulado:
Apuntes para el debate de las categorías ciudadanía universal, derechos humanos y
globalización,
según el cual la materialización de una ciudadanía universal
que se desprende como coloraría del dis-
curso de la modernidad política propio de la ilustración dieciochesca, ha sido limitada por los Estados Nacionales a
sus esteraras particulares de soberanía,
quizás a las espera de un Gobierno mundial para algunos utópico o distópico
según la perspectiva de análisis.