ISSN 2660-9037 182
CLÍO:
Revista de Revista de Historia, Ciencias Humanas y
pensamiento crítico
Año 4, Núm 7. Enero/Junio (2024)
PP. 182-199. Provincia de Pontevedra - España
* Discurso pronunciado en la Sala de Armas del Museo Histórico «General Rafael Urdaneta» el 21 de septiembre de
2023, en el marco de la Sesión Solemne de Incorporación del Dr. Jorge Villasmil Espinoza como Individuo de Número
de la Academia de Historia del estado Zulia.
** Historiado experto en procesos históricos contemporáneos. Doctor en Ciencia Política con estudios postdoctorales
en Derechos Humanos. Profesor titular de la Universidad del Zulia, Venezuela. Editor de la Revista Cuestiones Políti-
cas; Editor jefe de Multiverso Journal. Miembro fundador de la Fundación Difusión Científica. ORCID ID: https://orcid.
org/0000-0003-0791-3331. Email: jvillasmil52@hotmail.com
Recibido: 4/9/2023
Aceptado: 10/11/2023
Breves contribuciones epistemológicas para el
desarrollo de un renovado proyecto historiográco
regional*
Jorge Jesús Villasmil Espinoza**
Salutación y reconocimiento a la academia de la historia
En principio, es necesario reconocer la invalorable actividad de la Academia de la His-
toria del estado Zulia, fundada en 1940 por decreto del Dr. Manuel Maldonado, presidente
del estado Zulia, como una institución de vanguardia en el estudio de las particulares reali-
dades materiales y culturales del Zulia, lo que incluye de forma sustantiva a un conjunto de
paisajes, personas y comunidades con identidades propias muchas veces desconocidas o
subvaloradas por la narrativa de la historia patria.
La historia del Zulia adquiere, en nuestra academia su mejor defensa mediante dos di-
mensiones particulares. Por un lado, como centro modulador –desde su fundación– de una
variedad diferenciada de proyectos de investigación, historiadores y cronistas que tienen en
el Zulia, –como región histórica que antecede al Estado nacional venezolano–, su objeto de
estudio y razón de ser, que se expresa en particulares valores, prácticas, discursos, tradicio-
nes, experiencias ancestrales y modos de vida, que existen de forma autónoma por derecho
propio. Por el otro, la academia tiene, junto a otras instituciones culturales, una función
social transcendental en la administración documental de nuestro pasado histórico, como
núcleo que sirve de modelo interpretativo de lo que somos y seremos como zulianos.
Antes de iniciar formalmente mi discurso debo reconocer, aunque sea de forma breve, a
las ilustres personalidades que ocuparon antes que yo, como individuos de número, el sillón
XXI. Destacan en esta celebre lista, el Dr. Humberto J. La Roche, quien en vida ocupara:
“(…) importantes cargos: los de Rector, Decano de la Facultad de Derecho y secretario de
la Universidad del Zulia, presidente del Colegio de Abogados del Estado Zulia, Profesor Uni-
versitario y Miembro Prominente de otras reconocidas Instituciones Jurídicas Nacionales
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e Internacionales” (Tribunal Supremo de Justicia, 2000, p, 01). Fue precisamente el Dr. La
Roche, quien funda, además, en la década de los setenta, el Centro de Investigaciones y
Estudios Políticos y Administrativos CIEPA, que posteriormente se transforma en el célebre
Instituto de Estudios Políticos y Derecho Público IEPDP, institución que lleva su nombre, en
la cual he experimentado la fase más fructífera de mi trayectoria universitaria.
Seguidamente, conero toda mi gratitud a la Dra. Ileana Parra Grazzina, quien fue mi
profesora en la Facultad de Humanidades y Educación, y es una de las historiadoras de la
época colonial más destacada por sus inconmensurables aportes al desarrollo de la histo-
riografía regional, con estudios pioneros sobre las relaciones económicas de Maracaibo en
los siglos XV y XVI. Por último, es el profesor Livio Roberto de los Ríos Pirela, quien ocupó
también el sillón XXI, como un intelectual preclaro con una variada formación profesional,
con quien he compartido gratamente los espacios de docencia e investigación de la Facul-
tad de Ciencia Jurídicas y Políticas de la Universidad de la Zulia. A todos ellos, mis saludos
y respetos por los aportes y contribuciones que hicieron en su momento en nuestra amada
Academia de la historia del estado Zulia.
Exordio
Discutir un renovado proyecto historiográco representa redenir simultáneamente una
concepción losóca sobre el conocimiento histórico como formación discursiva1, que tie-
ne unos objetivos y propósitos particulares, cuando se busca –con bases sólidas– el res-
guardo de la conciencia e identidad colectiva de una comunidad material y simbólicamente
delimitada como el Zulia. En el caso especíco de lo que se llamada historia regional, el
debate debe examinar además de forma desprejuiciada, algunos conceptos transversales
de la llamada historiografía nacional venezolana, tanto en su fase patriótica como tam-
bién en la cientíca o académica (Cardozo,1998), conceptos tales como: Estado nacional,
provincias, historia patria, venezolanidad, entre otros, que sirven para diseñar y resignicar
continuamente nuestra memoria colectiva.
Estos conceptos y otros similares en su esencia y existencia, parecen convivir en tensión
dialéctica con las categorías de: zulianidad, historia regional o región histórica, de modo que
la comprensión acertada de los mismos, demanda de su revisión epistemológica, es decir,
del examen de los intereses y saberes que han convertido a la historia nacional, no en un
mosaico armónico de paisajes y regiones con alguna autonomía ontológica, sino como una
1 Siguiendo a Vasilachis de Gialdino (1998), la noción de formación discursiva tiene su origen en el denso pensamiento
de Michel Foucault y remite a la idea de convergencia discursiva entre diferentes texto y narrativas que, más allá de
su autonomía y particularidades de toda índole: “(…) construyen objetos y proponen modelos de interpretación y
de legitimación que poseen características similares…” (1998, p. 299). En este orden de ideas, dentro de una misma
escuela historiográfica o Academia de la historia el conocimiento histórico se expresa como formación discursiva en
la medida en la cual los diferentes textos e historiadores que la componen, se articulan voluntariamente a un mismo
proyecto historiográfico compartido, con objetivos transversales comunes y modelos interpretativos de la realidad
histórica relativamente similares.
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síntesis homogeneizante impulsada por un centro de poder político hegemónico para justi-
car (en cada momento) el desarrollo del Estado nacional, que Anderson (2006), denomino
acertadamente como una
comunidad imaginada.
En este punto en particular, el Estado nación de tipo moderno es una comunidad imagi-
nada, al decir de Anderson (2006), por diferentes razones que vale la pena enunciar y resu-
mir. En principio, todas las naciones se autoperciben con una inusitada centralidad histórica
que les daría, al menos, un protagonismo y autoridad para dirimir los asuntos propios, sin
la intromisión de otras naciones, idea que vincula indefectiblemente nación y soberanía.
Segundo, toda nación es una construcción social, no natural, que le permite imaginar a un
grupo diverso de personas y comunidades que, más allá de sus diferencias y particulari-
dades de: idiomas, clases sociales, religiones, intereses o territorialidad, son parte de una
comunidad mayor, la nación, que funciona como un crisol que reduce las diferencias exis-
tentes y, al mismo tiempo, exalta los aspectos similares como un hilo conductor que crea
vínculos duraderos para la convivencia.
En este orden de ideas, todas las naciones modernas son construcciones históricas-so-
ciales que producen y reproducen un tipo particular de fenómeno subjetivo o estado de
conciencia, como lo es la identidad nacional, de modo que los países y sus naciones no solo
existen en los mapas, sino, además, en las mentas de las personas que los viven y represen-
tan como fenómenos inmanentes a su propia existencia.
Aunque la historiografía se perla como el producto de una actividad cientíca y acadé-
mica en sentido estricto, es obvio que posee una marcada dimensión política e ideológica
que puede tener al menos, según sea el objeto del historiador, dos propósitos generales y
antagónicos: por un lado, revisar críticamente la relaciones asimétricas de poder y saber que
subyugan, naturalizan o hacen invisible la situación de vulnerabilidad estructural de regiones,
personas y comunidades históricamente marginadas por el proyecto nacional2; y, por el otro,
representan el proceso histórico como la condición de posibilidad de un presente legitimo
en términos de
economía política,
en este sentido Josep Fontana explica magistralmente que:
La descripción del presente –producto obligado de la evolución histórica– se completa con lo que
llamo, genéricamente, una “economía política”, esto es: una explicación del sistema de relaciones
2 Utilizamos la noción de Proyecto nacional en el sentido que le asigna Carrera Damas (2006), como un dispositivo de
dominación política e ideológica diseñado por la clase dominante venezolana desde la época de las guerras indepen-
dentistas: “(…) como instrumento de control social y como instrumento de consolidación ideológica de esa misma
clase en la estructura social.” Por lo demás, el proyecto nacional ha tenido unos propósitos muy claros dado que:
“La formulación del proyecto nacional implica establecer –y para esto sirve la historiografía…– una identificación
entre independencia y libertad, entre independencia e igualdad y entre independencia y progreso. Esto se consigue
mediante una operación ideológica que es posible detectar a través de los textos. ¿Cuál es el resultado? Por esta vía
se llega a ver la independencia no solo como un fin en sí mismo, –cosa que todavía se nos inculca en las escuelas–,
sino también como un bien compensatorio de la ausencia de otros bienes: es decir, no hay libertad, pero somos
independientes; no hay igualdad, pero somos independiente; vivimos en la miseria, pero somos independientes, y
la independencia es un valor tan alto que compensa la ausencia de libertad, la ausencia de igualdad y la ausencia de
bienestar” (2006, p. 84).
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que existen entre los hombres, que sirve para justicarlas y racionalizarlas –y, con ellas, los ele-
mentos de desigualdad y explotación que incluyen– presentándolas como una forma de división
social del trabajo y funciones, que no solo aparecen ahora como resultado del progreso histórico,
sino como la forma de organización que maximiza el bien común. (Fontana, 1999, p. 10)
De la anterior cita se inere que no hay historiografía neutral en sentido político e ideo-
lógico como pensaron ingenuamente los positivistas; de modo que, todos los textos y na-
rrativas historiográcas se pliegan, incluso sin que su autor tenga plena conciencia de esta
situación, a la justicación o crítica de un modelo de sociedad caracterizado por un sistema
de relaciones que benecian a unos grupos, personas y regiones y, al mismo tiempo, perjudi-
can y explotan a otros. Desde esta perspectiva se puede considerar además que el proyecto
nacional venezolano, instaurado por la elite caraqueña desde al menos el 19 de abril de
1810, ha signicado para algunas regiones del país, como el Zulia, el sometimiento a una
relación asimétrica de poder que subordina sus posibilidades de crecimiento y desarrollo
sostenible a los imperativos categóricos de un centro hegemónico, que en nada tiene que
ver con las posturas federales de gobierno o con la idea democrática de un ordenamiento
policéntrico de descentralización y desconcentración del poder político nacional.
En términos expositivos, el presente discurso se divide en tres etapas o momento particu-
lares. En un primer momento, se describen las principales inuencias teóricas que hicieron
posible el desarrollo de estas reexiones. En la segunda, se explica de forma sucinta nuestra
concepción de la historia regional, como historia primaria de toda comunidad humana en su
movimiento temporal, y como condición de posibilidad para, en la tercera sección, discutir
nuestra propuesta de renovación historiográca en términos gnoseológicos o de teoría del
conocimiento histórico. Por último, se arriban a las principales conclusiones del caso.
A lo largo del discurso me permito utilizar continuamente el pronombre personal tónico
de la primera persona del plural en armaciones como: “nuestra propuesta, porque parto
del supuesto de que las ideas aquí referidas se inscriben en una tradición historiográca
más amplia que tiene entre sus principales artíces a historiadores como: Rutilio Ortega y
Germán Cardozo Galué, quienes fueron mis ilustres maestros en la facultad de humanida-
des y educación de la gloriosa Universidad del Zulia.
1. Influencias teóricas y aclaratorias conceptuales
Este trabajo es subsidiario de todas las perspectivas históricas regionales que debaten la
idea de nación y de historia nacional en su sentido más profundo, como condición de posibi-
lidad para entender a la región histórica como unidad ontológica primaria del ser y el hacer
de la persona humana en comunidad, con sus iguales y diferentes. Por lo demás, la relación
igualdad-diferencia es la base simbólica que sirve de sustento a la producción y reproduc-
ción de las identidades humanas. En este orden de ideas conviene preguntar entonces ¿Qué
es la nación? ¿Qué es el Estado nacional? Y, en consecuencia ¿Cómo han funcionado en
términos gnoseológicos hasta ahora los diferentes proyectos de historia nacional?
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Para responder al menos tentativamente a la primera pregunta, se debe aclarar que la na-
ción es un concepto polisémico que adquiere variadas y hasta controvertidas deniciones. En
palabras de Rivas (2008), la idea de nación alude a una serie de vínculos materiales y cultura-
les que identican a un conjunto de comunidades humanas multiétnicas y policulturales, más
allá de sus particularidades internas y, simultáneamente la diferencian, en términos étnicos,
lingüísticos, religiosos o históricos, entre otros, de otras comunidades humanas, cercanas o
lejanas en su identidad y ubicación geográca. Comúnmente la nación está dotada además
de un lazo jurídico y político de carácter vinculante que adquiere su máxima expresión en el
Estado nacional o incluso multinacional, ubicado en un tiempo y espacio geográco delimitado
con soberanía y personalidad jurídica concreta, como sujeto activo del derecho internacional.
No obstante, interesa recordar entonces que no todas las naciones poseen un Estado for-
mal que les represente y organice en una territorialidad denitiva, tal como lo muestra el caso
de los gitanos, palestinos o kurdos, pero si una identidad sustantiva3; ni todos los Estados na-
cionales albergan en su seno a una sola nación; de hecho, hay formaciones estatales que alber-
gan en su interior a comunidades profundamente diferentes que reclaman para sí el derecho a
conformar Estados nacionales independientes, tal como sucede en España con los radicales
Vascos o en el Quebec en Canadá. Lo que demuestra que las fronteras entre las agendas po-
líticas y los proyectos historiográcos son difusas e imprecisas. De hecho, todo indica que en
la era digital veremos surgir Estados nacionales virtuales con territorios inmateriales a los que
solo se podrá acceder por la WEB, ¿serán por ello Estados menos legítimos?
Hay muchas razones para armar que algunos Estados nacionales nunca han sido el
resultado de un contrato social, como metafóricamente lo plantea la losofía contractualis-
ta, sino, más bien, formaciones políticas articiales o impuestas al calor de la guerra, que
han terminado por dividir en diferentes territorios a comunidades verdaderas enmarcadas
en su región histórica natural. Muy comúnmente estos procesos históricos de aculturación,
división o asimilación forzada de comunidades y regiones con identidad propia, esto es, con
una forma diferenciada de ser y hacer en el mundo que congura a un modo de vida colec-
tivo, es justicada por ideologías chovinistas, de izquierda o de derecha.
En este orden de ideas la relación entre el nacionalismo como ideología que justica
los intereses geopolíticos del Estado nación y la historiografía nacional son evidentes. Al
decir de Hobsbawm (2021, p. 35): “El pasado legitima. Cuando el presente tiene poco que
celebrar, el pasado proporciona un trasfondo más glorioso”. No obstante, el problema radica
en que no tenemos acceso al pasado en sentido puro, sino mediante los relatos y narrativas
3 Para nosotros, la identidad sustantiva es la identidad de una región histórica, única y particular, en el sentido antro-
pológico del concepto. Normalmente estas identidades entran en conflicto con las llamadas identidades nacionales,
porque tal como indica Alarcón Puentes (2005, p.190): “Lo que se reconoce hoy como identidad nacional no es el pro-
ceso lento y progresivo de construcción de unos determinados símbolos que nos representen en su totalidad como
país, sino un cumulo de pautas de distintos espacios regionales que han sido generalizados al resto de la población,
desde los distintos centros de poder hegemónico
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que nos proporciona el conocimiento histórico en función muchas veces de los intereses y
necesidades de los actores de poder y no de la verdad en sentido óntico.
En efecto, las ideologías nacionalistas que tanto daño hicieron a la humanidad en el siglo
XX, porque sirvieron de motivo al desarrollo de guerras y políticas de exclusión en detrimen-
to de la dignidad humana, se han desarrollado en completa sintonía con un proyecto histo-
riográco de férreo carácter “patriótico”, que niega la condición cosmopolita que entiende a
las fronteras en general como límites articiales impuestos de forma arbitraría que sujetan
el ejercicio de la ciudadanía4 a espacios reducidos y, al mismo tiempo, buscan invisibilizar,
al menos en algunos casos, las legítimas diferencias de las regiones históricas que congu-
ran a un Estado nación determinado, como condición de posibilidad para la emergencia de
la identidad nacional, en tanto máxima expresión de la “comunidad imaginada”.
Posiblemente por estas situaciones, muchos de los más destacados lósofos de la an-
tigüedad clásica (Sócrates, Diógenes Laercio o Diógenes de Sinope) gustaban autodenirse
como Cosmopolitas o ciudadanos del mundo (Nava, 2020). De hecho, Diógenes de Sinope,
armó en su momento categóricamente que: “No soy ateniense ni griego, sino ciudadano
del mundo. El mundo es un lugar enorme lleno de auténticas maravillas, todos los seres
humanos deberíamos ser completamente libres de poder explorarlo” (Citado por: Juárez,
2020, párr., 8). Por lo demás, debe quedar claro que, desde sus orígenes helénicos, las ideas
cosmopolitas no son necesariamente antagónicas con la percepción de ser parte integrante
de una comunidad particular como la polis, región histórica por antonomasia, sino de los
nacionalismos modernos como expresión de chovinismos recalcitrantes.
La región histórica, tal como la dene el maestro German Cardozo Guale, como: “… un es-
pacio con especicidad y ritmo históricos propios, diferenciable, en cuanto a su dinámica y
características fundamentales, del resto de los conjuntos regionales de las áreas vecinas…
(1989, p. 11) no debe su esencia y existencia a las políticas o decisiones de un Estado, se
trata más bien de una cuestión simultáneamente histórica, antropológica y hasta ontológi-
ca, que resulta de la articulación de un conjunto indeterminable de condiciones objetivas
y subjetivas en el tiempo, dando vida a una entidad o una comunidad especíca en una
territorialidad más o menos denida, dotándole intersubjetivamente de una realidad propia
y particular. De modo que, regiones históricas, como la península guajira, están ubicadas,
por ejemplo, entre dos Estados nacionales y, otras, como la península de Crimea en Europa
del Este, pueden por razones geopolíticas ser anexadas arbitrariamente a un estado invasor
como la federación rusa, sin perjudicar su identidad.
4 En este punto se recomienda consultar el interesante artículo científico de Arbeláez-Campillo, Rojas-Bahamón y Ar-
beláez-Encarnación (2019), intitulado:
Apuntes para el debate de las categorías ciudadanía universal, derechos humanos y
globalización,
según el cual la materialización de una ciudadanía universal
que se desprende como coloraría del dis-
curso de la modernidad política propio de la ilustración dieciochesca, ha sido limitada por los Estados Nacionales a
sus esteraras particulares de soberanía,
quizás a las espera de un Gobierno mundial para algunos utópico o distópico
según la perspectiva de análisis.
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Por las razones aludidas, las regiones históricas conservan su identidad a pesar de posibles
invasiones (caso Crimea), separación territorial forzada por motivo de delimitación entre Estados
nacionales (caso de la guajira colombiana y venezolana), divisiones político territoriales dentro
de un mismo estado nacional (caso de diversas “naciones indígenas” de América latina).
Todo lo discutido permite perlar al menos la necesidad del surgimiento de una nueva
escuela historiográca denominada tentativamente por nosotros como de “Cosmopolitismo
regional” que postula, sin complejos, la articialidad de todo Estado nacional como forma de
organización territorial de los espacios geográcos en los que se desarrollan dialécticamente
diferentes regiones históricas –lo que no necesariamente representa cuestionar su legitimidad
en términos del derecho internacional público– y; al mismo tiempo, deende que, a diferencia
de la nación como expresión de las ideologías modernas, la región histórica es una entidad que
existe por derecho propio, antecediendo en su desarrollo en el tiempo al Estado nación y no
esta necesariamente en conicto con la ideas cosmopolitistas, pero si con los chovinismos y
su expresiones historiográcas que niegan o reducen sistemáticamente a las heterogeneida-
des locales en nombre de la identidad nacional, concepto de origen metafísico.
No obstante, el problema de este argumento es que se constituye en la base de sustenta-
ción de la plurinacionalidad en España, la que sustenta (en menor medida) la consagrada en
Bolivia, la que se introdujo en la fallida constitución chilena. En general, este planteamiento
es el preludio de la exigencia de la independencia total. En este sentido son elocuentes los
intentos vascos, catalanes en España, y los mapuches en Chile.
Creemos que el desarrollo de estas ideas puede tener profundas consecuencias histo-
riográcas, políticas e ideológicas, en benecio de la verdad histórica y de los esfuerzos
futuros ganados a conquistar espacios de autonomía y dignidad para las regiones y locali-
dades de Venezuela y el mundo.
2. Alcance y significación de la historia regional
La historia regional es entonces la experiencia vital en el tiempo, de un espacio geográ-
co y simbólico con identidad verdadera, en relación dinámica con otros espacios como la
nación y el mundo. En consecuencia, la salvaguarda de su memoria requiere de un proyecto
historiográco que es subsidiario de distintas inuencia teóricas y metodológicas que vale
la pena revisar en sus postulados generales, principios básicos y posicionamientos políti-
cos, bajo el supuesto de que la
historiografía regional
signica, en buena medida, la supera-
ción o complementación de las historias nacionales fabricadas desde los centros de poder
políticos e ideológicos, sin contacto verdadero con las localidades.
En este particular, Cardozo Galué (S/N), explica que el problema fundamental de la his-
toria nacional venezolana está en su óptica sesgada, que interpreta por analogía con lo
sucedido en Caracas y su entorno sociopolítico, todos los procesos históricos locales y
regionales sin valorar sus identidades, intereses y especicidades, de modo que se trata
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más de una “historia nacionalista” que realmente nacional. En franco contraste, Cardozo
propuso que una verdadera historia nacional ―asignatura pendiente para los académicos
del siglo XXI― debía escribirse en cada momento no únicamente desde el ambiente urbano
del centro capitalino, sino desde las diversas realidades regionales-locales, valorando sus
conexiones y desconexiones con los imaginarios de la nación. Se trata de congurar enton-
ces una historiografía policéntrica y polifónica en su narrativa esencial.
Sin lugar a dudas, un proyecto historiográco así compagina muy bien con las ideas fe-
derales de gobierno democrático, que construyen relaciones horizontales de poder político
entre el centro capitalino (
Primus inter pares
) y las diversas entidades de gobierno local y
regional; relación que asimismo tiende a descentralizar el poder político nacional mediante
la conguración de un esquema policéntrico que dota a las entidades regionales de altos
niveles de autonomía en el manejo de sus propios asuntos y, al mismo tiempo, incrementa
la gobernanza y la gobernabilidad, al acercar los aparatos de toma de decisiones con las
bases ciudadanas en sus mundo de vida. En este sentido, se puede armar que las historias
regionales y locales se fortalecen con la existencia de gobiernos federales y, por el contrario,
se debilitan ante las estructuras centralizantes del poder casi siempre defendidas por lide-
razgos carismáticos, nacionalistas y autoritarios, quienes personalizan la política de forma
radical. En palabras de Romero y Romero (2005) el objetivo de toda federación consiste en:
(…) lograr la reconciliación de los principios de unidad y diversidad para que, de esta forma, los
entes estatales asociados puedan protegerse de la autoridad opresora o tiránica de un poder
central, puedan además fortalecer sus identidades y valores, balancear los intereses de sus
diversos grupos étnicos y lingüísticos (en el caso de tenerlos) e incrementar la participación
ciudadana (2002, p. 86).
Otro problema recurrente de las historias nacionales es que en su discursividad se me-
nosprecia o, se ha menospreciado, la forma de ser de algunas regiones que, en su devenir,
han desarrollado relaciones asimétricas de poder con los centros capitalinos y su hinterland
y han defendido para sí una identidad diferenciada. Este es el caso por ejemplo de Maracai-
bo ante Caracas o de la región caribe de Colombia con Bogotá. En palabra de Múnera (1997)
regiones históricas como las ubicadas en el caribe colombiano (Barranquilla y Cartagena de
Indias) han experimentado una profunda conictividad política, cultural y económica con el
centro andino. En consecuencia, la historiografía nacional colombiana ha desarrollado una
serie de mitos que arman que la Nueva Granada, base de la actual Colombia, ya era una
unidad política y territorial en el siglo XVIII, con una autoridad central en santa Fe de Bogotá.
Pero no solo eso, Múnera (1997) es decisivo al armar las tesis siguientes que impregnan
a toda su obra historiográca:
…la Nueva Granada no existió nunca como una entidad política unicada sino como un frag-
mentado conjunto de regiones autónomas en conicto. En segundo lugar, que al momento de
construir la república no existía, por lo tanto, una elite criolla dotada de una visión nacional
sino, por el contrario, un conjunto de elites regionales con proyectos e identidades diferentes.
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Tercero, que la independencia de España al interior de Colombia produjo un resultado mayor:
la derrota del proyecto de autonomía política del caribe colombiano, la creación de un Estado
andino y la consolidación de un discurso nacional que tenía como uno de sus ejes una imagen
negativa del caribe. (1997, p. 64)
Todo indica que la situación de la historia colombiana con su correspondiente relato mito-
lógico, esto es, una narrativa sustentada en una historiografía de mitos tergiversados más que
por realidades vericables mediante la crítica interna y externa de las fuentes, identica en ma-
yor o menor medida a todas las llamadas
historias patria o nacionales
de la región latinoamerica-
na, donde ciudades como: Maracaibo, San Pablo, Arequipa, Guayaquil, Barranquilla, Cartagena
o Montevideo, entre muchas otras, vivían desde su pasado colonial inmersas en una profunda
dinámica de autonomía reproducida por una elite local con plena conciencia de su identidad
y de los intereses geoestratégicos de la región histórica que controlaban desde el cabildo. De
modo que, los procesos de ruptura con los nexos coloniales y la consecuente creación de Esta-
dos republicanos “independientes” necesito de la fabricación de una idea de identidad nacional
desconocida por los colectivos sociales hasta bien entrado el siglo XIX.
3. Renovación historiográfica: perspectiva epistemológica
Hablar de perspectivas epistemológicas signica la necesita de explicitar las teorías,
métodos, interés y conceptos que harán posible el desarrollo de un proceso de renovación
historiográca como condición suciente y necesaria de una nueva historiografía de
Cosmo-
politismo regional,
noción que puede resultar paradójica al combinar dos conceptos aparen-
temente contradictorios en su alcance y signicación concreta. En este sentido, conviene
entonces explicar que el cosmopolitismo o universalismo político-cultural, no es una visión
que se opone a las identidades locales y regionales que, en último término, denen a las per-
sonas en su ser y hacer y, al mismo tiempo, la vinculan con las territorialidades en la cuales
participan como actores sociales o sujetos políticos.
En efecto, todo indica que las dicotomías antagónicas entre globalismo y localidades
está en muchos sentidos superada en el siglo XXI, si se comprende a cabalidad que las
identidades locales y regionales no se desarrollan, ontológicamente hablando, de forma au-
toexcluyente, ni son necesariamente antagónicas con otras formas de identidad como las
nacionales e internacionales, incluso en muchos aspectos psicológicos estas identidades,
en sus diferentes niveles y expresiones, pueden converger y de hecho lo hacen. Por ende,
una persona con conciencia histórica es simultáneamente: marabina, zuliana, venezolana y
latinoamericana y, porqué no, ciudadana del mundo. Al parecer, este debate que posiciona-
ba de forma pendular: identidad local vs globalización fue impulsado a principios del siglo
XXI, por cierta izquierda radical opuesta a las economías de mercado.
En este orden de ideas, nuestra apuesta por el fortalecimiento de una renovación de
la historiografía zuliana, como condición de posibilidad para comprender las condiciones
materiales y simbólicas que fortalecen nuestra identidad, no busca defender de ninguna
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manera una posición de ultra-regionalismo obstinado que se aleja del ser y el hacer de una
ciudad puerto como Maracaibo, históricamente abierta al mundo, otra razón que permite
desarrollar el concepto de Cosmopolitismo regional.
Defendemos si una visión narrativa de la historia, que entiende que el discurso histórico
no se aleja tanto de la cción literaria y que más allá de su importante nivel de cienticidad,
adquiere, en su esencia, una profunda carga subjetiva y poética, de modo que en muchos
aspectos el pasado se nos presente como conjunto de interpretaciones más que como una
cadena de hechos objetivos.
Por lo tanto,
el pasado es tanto descubierto como construido.
La diferencia entre cción
y verdad no afecta a las narraciones historiográcas pues cuando se trata de elegir entre di-
ferentes visiones de la historia, las únicas bases para preferir una interpretación de otras son
morales y estéticas. (Ercoli & Veleda, 2015, p. 58) (negritas añadidas).
Estas ideas requieren de una explicación adicional para evitar las interpretaciones indebi-
das. En principio, las opiniones citadas no signican que la cción literaria y la historiografía
sean la misma cosa, cuando de hecho –en esencia y existencia– no lo son. Se trata más bien
de debatir una concepción postmoderna de la historia que entiende que el núcleo de signica-
ción de todo relato histórico está en los modelos interpretativos de la realidad que selecciona
el historiador con arreglo a sus gustos, interés y sesgos personales, de modo que, sin lugar a
dudas, el pasado es tanto
descubierto como construido narrativamente.
Por ende, en el discurso
histórico cientíco la dimensión moral y estética del investigador cobra una importancia cru-
cial a la hora de seleccionar, consciente o inconscientemente, las fuentes, ordenar los eventos
historiados y privilegiar el protagonismo de algunos actores en detrimento de otros. Incluso,
muchos actores y regiones importantes pueden ser omitidas de un relato por el historiador.
Por las razones expuestas, la renovación historiográca que proponemos es, en cierta
forma posmoderna y posestructuralista en sus postulados y métodos. Ya que no solo valora
la cienticidad a la hora de producir saberes históricos con utilidad social, sino que además
está ganada para examinar otras fuentes como: la literatura, el cine, la losofía, la prensa
o el arte en general como los mejores símbolos y signos de una realidad pretérita abierta
a diferentes interpretaciones validas; leídas siempre además por distintas perspectivas de
análisis que pueden complementarse en su búsqueda de un pasado-presente-futuro con
sentido para los zulianos.
Nos interesan también la tradición postmoderna que construye
saberes descentrados
de
forma horizontal para la cual las historias basadas en la justicación de personajes casi-di-
vinos, estructuras hegemónicas de poder o concepciones totalizantes de la patria o de la
nación, deben ser superadas, como condición de posibilidad para el logro de narrativas más
amplias que aprecien, en igualdad de condiciones, las historias fragmentadas u omitidas de
las personas, grupos o regiones marginadas por las relaciones de saber y poder que sirven
de justicación al centralismo histórico.
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De igual modo, nos oponemos a la idea obsoleta de que el método histórico es uno y
singular. En franco contraste al monismo metodológico, defendemos la inter y trans-disci-
plinaridad como espacio epistemológico que puede proporcionar al
historiador informado
un
conjunto variado de herramientas y técnicas de investigación como: la hermenéutica, el aná-
lisis del discurso, la fenomenología, la etnografía, la teoría fundamentada, las historias de
vidas, los relatos testimoniales, la genealogía o los grupos focales de discusión, entre otras,
que pueden proporcionar una comprensión objetiva y subjetiva de los procesos históricos
regionales y locales. En efecto, la renovación historiográca propuesta impulsa una visión
holística e interdisciplinaria de la historia como ciencia social.
En el plano doctrinal, proponemos la compresión del Zulia no solo como una región
histórica, con autonomía ontológica, esto es, con un ser y hacer particular en el mundo (que
recuerda el
Dasein
de Heidegger), que se expresa de forma individual y colectivamente, sino
que, igualmente, entendemos al Zulia como una Nación. Esta armación no debe confun-
dirse con un llamado político a la independencia del Zulia, sino más bien como el inicio de
un posicionamiento teórico y doctrinal diferente de la idea tradicional de nación, que por
lo demás sirve de superestructura a los Estados modernos. Creemos que esta armación
teóricamente bien sustentada (la del Zulia como nación y la zulianidad como su identidad
nacional) puede generar un debate epistemológico fructífero en los próximos años.
En este sentido, recordemos que para Anderson (2006) el paradigma de la nación moder-
na, esto es, las naciones que surgen en Europa y el mundo occidental como representación
política del pensamiento liberal ilustrado del siglo de las luces, al calor la revolución indus-
trial, la independencia de las 13 colonias angloamericanas (1776) y de la Revolución francesa
(1789), se maniesta como
comunidades imaginadas
en el sentido de que son el resultado
material y simbólico de un diseño ideológico en términos de representaciones sociales e ima-
ginarios colectivos y, no necesariamente, de comunidades reales. Por estas razones y por
otras que no vienen al caso discutir ahora, Craig (2016) reere que: Anderson pensaba los
nacionalismos como un modo de imaginar y, por tanto, de crear una comunidad” (2016, p. 12).
Igualmente, arma que al asumir la nación como una construcción social en constante
resignicación de su identidad constitutiva:
Lo que los expertos tienen que examinar no es tanto la verdad o la falsedad del proceso imagi-
nativo nacional, sino los diferentes estilos y formas que adopta la nacionalidad, y las condicio-
nes materiales y prácticas para la producción de este proceso. (Craig, 2016, p. 13)
Desde esta perspectiva, la nueva o renovada historiografía que proponemos debe poder
responder en su momento a preguntas como: ¿Cuáles son las condiciones necesarias para
la producción y reproducción de la nación zuliana? ¿Se trata de un proceso antropológico
espontáneo o requiere de ciertas políticas de armación identitaria? ¿Es la idea de nación la
expresión cualitativamente superior de una identidad regional o local? ¿La nación zuliana se
trata de una idea subversiva o, por el contario complementa a la venezolanidad?
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Estamos convencidos de que el avance de nuestra historiografía zuliana dependerá en
buena medida de la defensa de posturas teóricas y metodológicos coherentes que pueden
resultar díscolas a los saberes tradicionales, de modo que, si es necesario, nos declaramos
en
desobediencia cognitiva y en rebeldía epistemológica
ante la impronta de historiografías de
mayor divulgación que no nos representan completamente como condición de posibilidad
para lograr acercamientos más signicativos con nuestra identidad zuliana.
Otro aspecto fundamental a discutir en toda renovación historiográca es su dimensión
ética y política. En este particular, somos partidarios del desarrollo de una historiografía
crítica y contrahegemónica que, más allá del tema, metodología o sesgos ideológico del
historiador, este efectivamente comprometida con los verdaderos interés, aspiraciones y
necesidades de la nación zuliana, con un foco especial en la reivindicación de los grupos,
personas y localidades vulnerables y en condición de emergencia social. Una historiografía
así tiene la capacidad según Teun A. van Dijk, citado en el prólogo efectuado a la obra de
Vasilachis de Gialdino (1998), de construir un andamiaje teórico acerca del modo como las
estructuras de poder y sus múltiples violencias y coacciones dan vida al discurro dominante
en la historia y en la sociedad en general.
“En segundo lugar, es capaz de demostrar como la dominación y la desigualdad son
representadas, constituidas y reproducidas por las diversas formas que asumen los textos
orales y escritos en la sociedad” (Vasilachis de Gialdino, 1998, p. 15). El análisis crítico del
discurso y su correlato en la historiografía crítica, está políticamente situada, lo que es dife-
rente a estar condicionada por intereses partidistas, porque: “Toma una posición explicita
en favor de los grupos dominados y ofrece instrumentos analíticos para denunciar; exponer
y criticar el discurso de la elite y su poder persuasivo en la construcción del consenso y la
hegemonía ideológica” (Vasilachis de Gialdino, 1998, p. 16).
La idea de crear una historiografía crítica y contrahegemónica para denunciar abierta-
mente las sutiles formas de dominación ideológica que justican al centralismo históri-
co y a sus variadas contradicciones narrativas en desmedro de la historicidad de regiones
históricas como el Zulia, ¿signica necesariamente un posicionamiento ideológico de tipo
marxista revisionista o progresista? Este pudiera ser el caso, pero no lo es, de lo que se
trata aquí es de crear denitivamente un relato histórico en completa identicación con la
dignidad humana de las personas marginas, para coadyuvar a la conguración de las con-
diciones epistemológicas que posibiliten el goce y disfrute de sus derechos fundamentales,
lo que requiere en principio de la visibilización histórica de las realidades que obstaculizan
el desarrollo de sus capacidades humanas5.
5 Entendemos las capacidades humanas en el sentido literal que las define Nussbaum (2012), esto es, como la reali-
zación del conjunto de posibilidades inconmensurables de ser y hacer en el marco de un proyecto de vida elaborado
desde la soberanía individual. Desde esta perspectiva teórica, las capacidades humanas se subdivides además en ca-
pacidades internas que se expresan en: rasgos de la personalidad, capacidades intelectuales y emocionales, estado
de salud y de forma física, aprendizaje interiorizado o habilidades de percepción y movimiento. Configuran habilida-
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Consideraciones finales
La renovación historiográca que proponemos, al menos en la dimensión gnoseológica
de su ser, se sintetiza en varias ideas centrales que enunciamos a continuación:
1. El reconocimiento del Zulia no solo como región histórica sino como nación, lo
que signica la armación de su condición de comunidad imaginada con identi-
dad ontológica propia.
Los detractores de esta propuesta pueden suponer que bajo esta lógica teórica y argu-
mentativa todas las regiones históricas que componen el país pueden reclamar para sí el
estatus de nación también; no obstante, la respuesta a esta cuestión es algo que no corres-
ponde a nosotros sino a los historiadores, cientícos sociales y comunidades de las regio-
nes aludidas, en cada caso. De cualquier modo, podemos adelantar desde ya que Venezuela
podría convertirse en un Estado multinacional en un futuro próximo, y que, en la conciencia
histórica de las personas cohabiten diferentes identidades de diverso signo, sin mayores
dicultades.
2. Tal como lo arma el maestro Cardozo Galue (2003; 2006), la única posibilidad
de construir una historiografía nacional con sentido y signicado es desde la ar-
ticulación de las diferentes historias locales y regionales que componen al país.
De modo que, la superación del centralismo histórico depende en buena medida
de la construcción narrativa del protagonismo que ciudades como Maracaibo han
alcanzado en el acontecer nacional.
3. Apostamos por un enfoque teórico y metodológico de franco carácter interdisci-
plinario que ponga a disposición del historiador: las diferentes herramientas que
proporcionan la investigación cualitativa y la reexión losóca.
4. Proponemos adelantar una renovación historiográca zuliana desde la incidencia
de un posicionamiento estético, ético y político que, en los parámetros de las cien-
cias sociales críticas, tome partido por la reivindicación histórica de las personas
y comunidades vulnerables y que, aun hoy en pleno siglo XXI, no han alcanzado el
goce y disfrute pleno de sus derechos fundamentales en el Zulia.
5. En lo epistemólogo proponemos la construcción de una historiografía de Cosmo-
politismo regional a tono con las corrientes losócas posmodernas y holísticas
que toman distancia crítica de los centros de saber y poder que construyen discur-
sos de
economía política
que justican su hegemonía y su subordinación histórica
de comunidades y regiones enteras.
Finalmente, las propuestas que defendemos se conectan muy bien con una tradición
histórica que, como bien lo explica Morales Manzur (2004), ha trabajado históricamente en
des y destrezas particulares en cada persona, y; capacidades básicas, en tanto, facultades innatas de la persona que
hacen posible su posterior desarrollo y formación multidimensional.
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el Zulia por el logro de mayores espacios de autonomía, hasta el punto de haber congura-
do en algunos momentos particulares, propuestas abiertamente independentistas, basadas
en una idea de la autonomía como práctica liberadora, que trasciende a los dominios de lo
estrictamente político e impacta la realidad cultural, en el arraigo de una identidad nacional
zuliana y; en la historiografía del siglo XXI, como una propuesta de renovación al servicio de
los intereses y necesidades de la comunidad zuliana, por encima de otras consideraciones
que terminan por subordinar siempre al Zulia al centro de poder capitalino.
Contestación al discurso de incorporación del Dr.
Jorge Villasmil Espinoza como individuo de número
de la Academia de Historia del estado Zulia
Édixon Ochoa Barrientos*
Contestación pronunciada en la Sala de Armas del Museo Histórico «General Rafael Urdaneta» el 21 de septiem-
bre de 2023, en el marco de la Sesión Solemne de Incorporación del Dr. Jorge Villasmil Espinoza como Individuo
de Número de la Academia de Historia del estado Zulia.
De acuerdo con el DRAE (Diccionario de la Real Academia Española) o DLE (Diccionario
de la Lengua Española), la carrera de resistencia en la que se recorre una distancia de 42
km y 195 m se denomina maratón, pero también dene así a una actividad larga e intensa
que se desarrolla en una sola sesión o con un ritmo muy rápido. Entendido a partir de esta
perspectiva lológica y, en concreto, semántica, semiótica o semiológica, el ciclo de incor-
poraciones de nuevos individuos de número a la Academia de Historia del estado Zulia,
iniciado al concluir el primer trimestre de este año, ha proseguido hasta ahora a manera de
cientíco, humanístico e intelectual maratón. Y en esta oportunidad, nuestro Filípides, Fidí-
pides, Tersipo o Eucles esto según la versión del relato de la batalla griega que escojamos,
de acuerdo con nuestra preferencia es otro conspicuo, estudioso y promisorio zuliano.
Jorge Jesús Villasmil Espinoza nació en Maracaibo el 12 de marzo de 1983, Licenciado
en Educación: Mención Historia (LUZ, 2005), Magíster Scientiarium en Historia de Vene-
zuela (LUZ, 2008), Doctor en Ciencia Política (LUZ, 2013), con estudios postdoctorales en
Derechos Humanos, docente universitario y escritor (historiógrafo, ensayista y autor cientí-
co). Se desempeña en la Universidad del Zulia como profesor de historia contemporánea
de Venezuela en la Escuela de Trabajo Social -de cuya cátedra económica y social es jefe- y
en los programas de postgrado de Intervención Social y Ciencia Política (desde 2006), in-
vestigador activo del Instituto de Estudios Políticos y Derecho Público «Dr. Humberto J. La
Roche» (desde 2015) y editor de su revista
Cuestiones políticas
(desde 2018). Es directivo
fundador de la Fundación Difusión Cientíca y editor de la revista
Multiverso Journal
(desde
* Médico especialista en Sexología, Magíster Scientiarium en Historia de Venezuela, Profesor Agregado de la Univer-
sidad del Zulia, Individuo de Número (sillón XXV) de la Academia de Historia del estado Zulia. ORCID: http://orcid.
org/0000-0002-3694-0550. Email: edixon.ochoa2000@gmail.com
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2021). Posee en su haber 23 publicaciones, entre artículos cientícos y ensayos enmarca-
dos en las temáticas de la historia, la ciencia política, las ciencias sociales y los derechos
humanos. En suma, un cientíco y catedrático ganado para el humanismo.
Para incorporarse como individuo de número de nuestra benemérita corporación, Villasmil
Espinoza nos presenta un discurso titulado
Breves contribuciones epistemológicas para eldesarro-
llodeun renovado proyecto historiográco regional.
Una fresca e innovadora pieza de arquitectura
netamente historiológica que, no obstante, plantea un nuevo modelo historiográco.
Siguiendo la clásica conguración discursiva, conjugada con los cánones cientícos,
Villasmil comienza la versión consignada de este trabajo de incorporación con un resumen
que sirvió de aperitivo para este servidor, en su afán de comprender la naturaleza de la
temática abordada. Avanza con la primera sección, destinada al acostumbrado elogio a
la Academia y el reconocimiento de su alta función, del cual quiero subrayar la armación
según la cual la historia zuliana posee su mejor defensa en nuestra Academia mediante dos
dimensiones: su cualidad de centro modulador y su función de administradora documental
de nuestro pasado histórico. Sin duda, una elogiosa y asertiva manera de caracterizar a la
decana de las academias regionales de historia en Venezuela.
De inmediato, el recipiendario prosigue con el reconocimiento a sus predecesores en el
sillón XXI: Humberto La Roche, Ileana Parra Grazzina y Livio de los Rios, todos ellos historia-
dores y catedráticos como el nuevo ocupante del sillón, con destacables méritos intelectua-
les que, en el caso de los dos últimos, no se ven menoscabados por la breve pasantía institu-
cional, toda vez que la segunda –educadora, investigadora y escritora– continua felizmente
dentro de nuestra membrecía correspondiente, mientras que el primero nos acompaña to-
davía desde el plano inmaterial, al cual retornó hace 23 años, un 21 de abril de 2000, con la
satisfacción del deber cumplido. Hablo, claro está, del jurisconsulto, docente universitario,
escritor y magistrado, Humberto J. La Roche.
Apelando al exordio contextualizador del estudio aquí presentado y escuchado por to-
dos, Villasmil Espinoza nos desglosa en primera instancia unas aclaraciones en torno al
concepto de Estado, Nación y Estado Nacional, desde la perspectiva más heterodoxa posi-
ble; así como también nos expone la inuencia del nacionalismo como ideología aglutina-
dora de los propósitos conguradores del Estado Nacional a lo largo del tiempo histórico
mediato e inmediato, su utilidad para la confección de una línea historiográca a veces
negadora de las realidades regionales, así como la inexistencia de contradicciones con el
cosmopolitismo que, antes bien, puede servir para visibilizar la heterogeneidad que las re-
giones históricas le coneren a cualquier nación.
En segunda instancia, el recipiendario nos muestra cómo la historia regional permite
la salvaguarda de la memoria de las regiones históricas, además de constituir un contra-
veneno para la historia nacional que, a la larga, termina siendo nacionalista o patriótica,
negadora o anuladora de la región, de la localidad sin la cual no puede existir la Nación o
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el Estado Nacional, inclusive. En este orden de ideas, nos arma categóricamente que la
historia regional se amalgama con el concepto de Estado Federal Descentralizado, mientras
que la historia nacionalista constituye una base segura para los proyectos centralistas, clá-
sicamente fraguados desde las capitales nacionales.
En tercera instancia, discurre Villasmil Espinoza en la perspectiva epistemológica de
la renovación historiográca planteada en su discurso. Para ello, fragua el constructo de
cosmopolitismo regional, que propicia la integración de los microespacios, mesoespacios
y macroespacios históricos, así como el descubrimiento y construcción del pasado, siendo
lo primero posible gracias a las fuentes documentales en su más amplia concepción y
lo segundo, al bagaje propio del historiador, no exento de lineamientos cientícos, metodo-
lógicos y éticos propios de su ocio. Todo esto es posible, ya no desde una visión unidis-
ciplinaria ni multidisciplinaria, sino desde la visión interdisciplinaria y transdisciplinaria, es
decir, con destrezas compartidas, metas compartidas y objetivos comunes que propenden
al desarrollo de la actividad histórica conjunta e, incluso, la conguración de un conocimien-
to histórico emergente sin fronteras y allende las fronteras.
Para unicar los tres macroaspectos discursivamente abordados, concluye nuestro reci-
piendario con la enumeración de sonoras, atractivas y signicativas ideas como basamen-
tos de su propuesta de renovación historiográca: el reconocimiento del Zulia como región
histórica y nación, la construcción narrativa del protagonismo zuliano como mecanismo de
superación del centralismo histórico; el enfoque teórico-metodólogico interdisciplinario y
transdisciplinario, proporcionador de herramientas cualitativas y losócas; el posiciona-
miento estético, ético y político reivindicador del zuliano en lo individual y social; y la cons-
trucción de una historiografía fundamentada en el cosmopolitismo regional.
Por último, al concluir mi contestación, maniesto a Jorge Villasmil Espinoza mis fe-
licitaciones por la impecabilidad de su discurso de incorporación, como también por el
hecho mismo de su admisión a la Academia, al tiempo que apelo al poder de la intención
para que sus sanas aspiraciones se cristalicen en favor de su trascendencia y la de nues-
tra corporación, a cuya Asamblea de Individuos de Número y Junta Directiva solicito que
acoja, adopte y formalice su propuesta de renovación historiográca como eje transversal
del venidero y sucesivo quehacer de la Academia de Historia del estado Zulia, para que
ésta emprenda una nueva, reformadora y contundente etapa en la consecución de su n
supremo, como lo es el estudio, investigación, divulgación, defensa y preservación de los
conocimientos históricos que constituyen los cimientos de la zulianidad y, por consiguien-
te, de la venezolanidad. Porque el Zulia ha sido, es y será la causa de Venezuela y nunca
jamás su consecuencia.
DIOS, PATRIA Y ZULIANIDAD
Muchísimas gracias.
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