ISSN 2660-9037 133
CLÍO:
Revista de Revista de Historia, Ciencias Humanas y
pensamiento crítico
Año 4, Núm 8. Julio/Diciembre (2024)
PP. 133-151. Provincia de Pontevedra - España
* Licenciada en Educación, con maestría en ciencias de la educación con mención en psicopedagogía cognitiva Uni-
versidad Nacional Pedro Ruiz Gallo. Universidad Privada Antenor Orrego. Correo: jvillacortav1@upao.edu.pe. Orcid:
0000-0001-9909-4294.
** Docente de la Carrera de Administración en la Universidad Privada del Norte, con Maestría en Administración de
Empresas y Doctorando en Educación. Universidad Privada del Norte. Correo: augusto.durand@upn.edu.pe. Orcid:
0000-0002-2590-7333
*** Licenciado en Educación, con Maestría en educación con mención en enseñanza de inglés como lengua extranje-
ra por la universidad de Piura. Universidad César Vallejo. Correo: salamoraal@ucvvirtual.edu.pe. Orcid: 0000-0001-
8150-9287
Recibido: 10/2/2024
Aceptado: 20/4/2024
Agresividad escolar e intervención psicopedagógica:
Consideraciones teóricas para la construcción de un
entorno escolar seguro
Jane Roxana Villacorta-Varas*, Luis Augusto Durand-Azcárate**, Alberto José Salas Morales***
RESUMEN
La agresividad suele denirse como un fenómeno multidimensional, multifactorial y multicausal, cuyos
efectos, manifestados en forma de conductas negativas, bien sean verbales, físicas, emocionales o psico-
lógicas, tienen repercusiones sobre la sociedad, la familia y el entorno escolar. Tomando en consideración
estos elementos, el artículo analiza, desde una dimensión teórica, la agresividad en los entornos escolares,
proponiendo, a su vez, la intervención psicopedagógica como herramienta útil que busca comprender las
causas subyacentes de la agresividad, planteando estrategias acordes para la resolución del conicto. El
paradigma investigativo seleccionado es el cualitativo, con apoyo del método de exploración documental.
Entre los principales hallazgos se destacan: 1. Las precisiones conceptuales y los enfoques que permiten
denir la agresividad. 2. Los detonantes de la agresividad en los escenarios escolares, entre los que pueden
indicarse la personalidad del estudiante, sus condicionamientos familiares, su interacción social, la relación
con los docentes, entre otros. 3. La intervención psicopedagógica, cuyo n es la promoción de un ambiente
escolar positivo, seguro, centrado en el estudiante como individuo, sujeto a emociones y a una historia per-
sonal de vida. Se concluye en la relevancia de la orientación psicopedagógica como herramienta crítica e
indispensable para solventar la agresividad, para gestionar entornos escolares de forma eciente, mediante
propuestas actualizadas, que destaquen el desarrollo de habilidades sociales, el autocontrol, la prevención
de la ira y mejoras continuadas en el tratamiento hacia los estudiantes.
Palabras clave:
Agresividad, Violencia escolar, Intervención psicopedagógica, Orientación educativa.
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School Aggressiveness and Psycho-Pedagogical Intervention:
Theoretical Considerations for Building a Safe School Environment
ABSTRACT
Aggressiveness is usually dened as a multidimensional, multifactorial and multicausal phenomenon,
whose effects, manifested in the form of negative behaviors, whether verbal, physical, emotional or psycho-
logical, have repercussions on society, the family and the school environment. Taking these elements into
consideration, the article analyzes, from a theoretical dimension, aggressiveness in school environments,
proposing, in turn, psycho-pedagogical intervention as a useful tool that seeks to understand the underlying
causes of aggressiveness, proposing appropriate strategies for conict resolution. The selected research
paradigm is qualitative, supported by the documentary exploration method. Among the main ndings, the
following stand out: 1. The conceptual precisions and the approaches that allow dening aggressiveness.
2. The triggers of aggressiveness in school scenarios, among which the student’s personality, family condi-
tioning, social interaction, relationship with teachers, among others, can be indicated. Psycho-pedagogical
intervention, which aims at promoting a positive, safe school environment, centered on the student as an
individual, subject to emotions and a personal life history. We conclude on the relevance of psycho-pedagog-
ical guidance as a critical and indispensable tool to solve aggressiveness, to manage school environments
efciently, through updated proposals, highlighting the development of social skills, self-control, anger pre-
vention and continuous improvements in the treatment of students.
Keywords:
Aggressiveness, School Violence, Psycho-Pedagogical Intervention, Educational Guidance.
Introducción
La agresividad es un fenómeno social extendido, que ha llegado a formar parte de la cul-
tura escolar, afectando a estudiantes, docentes y comunidad educativa en general. Común-
mente, en los entornos escolares se maniestan las conductas agresivas aprendidas o re-
producidas del entorno familiar, lo que afecta negativamente los espacios de aprendizaje, la
psique de los individuos, por lo que amerita una remisión del caso al personal idóneo para su
atención, priorizando la intervención psicopedagógica en el propio espacio escolar, conside-
rando esta como una herramienta efectiva para subvertir la problemática de la agresividad.
De acuerdo a la literatura manejada, la agresividad se reere a cualquier acto que atente
contra la integridad física, emocional o psicológica de una persona; también actos come-
tidos hacia bienes materiales. En cualquiera de los casos, evidencia la intencionalidad del
individuo de cometer daño, procurando establecer dominio u ocupar espacios de liderazgo,
mediante amedrentamiento, dentro de cualquier entorno.
En el caso especíco del entorno escolar, la agresión puede ser de distintas formas y
emplazar a actos que lesionen de forma permanente a los estudiantes. Por tanto, esta in-
vestigación asume la complejidad y multidimensionalidad del fenómeno de la agresión, así
como de los elementos exógenos que dan lugar a la prevalencia de esta problemática en la
sociedad y en los espacios escolares. De esta manera, se establece como objetivo analizar
los elementos fundamentales de la agresividad, especícamente en entornos escolares,
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reconociendo, además, el papel de la intervención psicopedagógica como instrumento útil
para subsanar los conictos suscitados dentro de la escuela.
1. Metodología
El artículo se desarrolla siguiendo los lineamientos del paradigma cualitativo de la investi-
gación cientíca, considerado por Finol & Vera (2020), como un modelo que destaca la relación
entre el sujeto y el fenómeno estudiado, conduciendo a la generación de conocimiento certero,
aplicable a diversos eventos y realidades. Como metodología, se asume la exploración docu-
mental, cuya nalidad es la búsqueda minuciosa de información, análisis crítico e interpreta-
ción de datos, en este caso cualitativos, de los cuales derivan los hallazgos de la investigación.
Para lograr esta nalidad, se destaca la selección de material bibliográco, rastreado
en repertorios internacionales de reconocida trayectoria, como Scopus, Scielo, Dialnet, Re-
dalyc, Latindex, Google Académico, entre otros, utilizando criterios de búsqueda como agre-
sividad, violencia, agresividad escolar e intervención psicopedagógica. Posteriormente, se
procedió a la selección y depuración de la información, dando como resultado la propuesta
investigativa presentada, cuya limitación radica en ser una investigación enteramente teóri-
ca, sin casos particulares de estudio y cuya virtud deriva en constituirse en un aporte crítico,
que sirva de sustento teórico para investigaciones posteriores que aborden la problemática
de la agresividad y la intervención psicopedagógica en entornos escolares.
2. Conceptualización teórica de la agresividad
De acuerdo a lo planteado por Castillo (2006), la agresividad es un acto de provocación
o ataque que se comete hacia las víctimas, lo que supone la participación de dos actores,
ubicados temporal y espacialmente, determinados por relaciones humanas; en otras pa-
labras, existe un agresor que ejerce violencia sobre la víctima. Dichos señalamientos son
respaldados por Cordero (2022), cuando arma que: “La agresividad es una conducta que
se caracteriza por ser fuerza vital, pulsión, instinto de supervivencia, en muchos casos para
hacer daño a otra persona, sea física o verbal, o en muchos casos en busca de dañar rela-
ciones o el status social de los demás” (p. 205).
Por otro lado, posturas antropológicas y losócas, destacan que la agresión es un acto
humano, que determina su existencia y su lugar dentro de la civilización humana; sin em-
bargo, desde el punto de vista psicológico, este comportamiento se maniesta desde los
primeros años de vida, con una disminución progresiva, gracias a los controles familiares
y sociales. Empero, cuando estos patrones de conducta siguen activos en el crecimiento
y la edad adulta, se constituye en un problema social, que afecta las relaciones de pareja,
familiares, educativas y laborales.
Por tanto, amerita un tratamiento psicológico holístico, desde sus dimensiones afec-
tivas, cognitivas, emocionales y actitudinales. Lo anterior supone que la agresión puede
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manifestarse en distintas formas, como un ataque hacia las emociones, físicamente, al
aprendizaje, a las creencias, entre otros. Se ejerce de forma gestual, oral o física, siendo un
problema irresuelto en el contexto del siglo XXI.
Por su parte, Martín (2020) asegura que la agresión se encuentra ligada a conductas que
pretenden causar heridas físicas o psicológicas en determinados individuos. Se transmite a
través de conductas de malestar, rechazo, lo que denota cierta intencionalidad por parte del
agresor. En este sentido, la agresividad busca intimidar, coaccionar y provocar a la víctima,
ejerciendo poder, dominio y violentando los límites sociales establecidos.
En contraste con lo anterior, Carrasco & González (2006) indican que la intencionalidad
tiene como n causar consecuencias negativas sobre otras personas, animales, objetos e
inclusive, sobre el propio individuo. Es así que puede expresarse en muchas formas, pero
siendo la agresividad física y verbal la que es evidenciada mayoritariamente.
En este orden de ideas, la agresividad mantiene una predisposición originaria al ataque
o al acto de agresión, cuyo n es lesionar la integridad ajena. Dichas conductas son reac-
ciones alteradas, respuestas a estímulos nocivos, que pueden enfocarse hacia otro. Para
Castillo (2006), comprender la agresividad requiere de enfoques inter y multidisciplinares,
dado que la psicología, por sola, no alcanza a denir y resolver esta problemática humana,
no limitada a un contexto social o geográco especíco. Por consiguiente, si bien se habla
de enfoques inter y multidisciplinares, también es factible hablar de múltiples causas sobre
los factores que fomentan la agresividad, tales como: lo social, cultural, genético, biológico,
familiar, entre otros.
Visto así, la agresividad es una categoría heterogénea multidimensional, multicausal y
multifactorial que, desde la perspectiva de Castillo (2006), Carrasco & González (2006) y
Arias (2009), se ha tratado de abordar por medio de los siguientes enfoques:
Enfoque biológico: supone que la agresividad es una conducta determinada biológi-
camente, con una tendencia intrínseca a lo antisocial. Destaca el hecho de que los
defensores de esta postura arman que, en el cerebro, existen determinantes bio-
lógicos que conducen a la agresividad, sosteniendo que tales casos se encuentran
condicionados por el sistema límbico. Igualmente, arman que algunas manifesta-
ciones de la agresividad corresponden a procesos hormonales, asociados a altos
niveles de testosterona. Entre los representantes más destacados de esta postura,
pueden destacarse Allan Siegel, con sus postulados de la neurobiología de la agre-
sión; Thomas Hobbes con sus premisas de la maldad innata en el ser humano, que
fueron respaldadas, más adelante, por Immanuel Kant, al considerar que el hombre
es proclive a la insociable sociabilidad; es decir, a fomentar estados de agresión
para escalar en el ordenamiento social; Jean Jacques Rousseau, con los postulados
de que el hombre es esencialmente bueno, sólo que la sociedad y las instituciones
le pervierte y le lleva a la agresividad, nalmente, Sigmund Freud, que destacó el ins-
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tinto de muerte humano, que conduce a la destrucción de sí mismo y de la alteridad.
Enfoque evolucionista: considera que la agresividad es un mecanismo evolutivo y
un comportamiento innato, cuyo n es garantizar la supervivencia de la especie. La
debilidad de esta postura radica en armar que la agresividad no es un comporta-
miento negativo en sí, sino necesario, lo que derivaría en potenciales daños perjudi-
ciales sobre los demás. Dichas posturas encontraron sus basamentos teóricos en el
pensamiento de Konrad Lorenz, Richard Dawkins y Robert Trives, que sostienen que
la agresividad es fundamental para la supervivencia, provocando el enfrentamiento
por recursos, por defensa de territorios y familiares, lo que ha derivado en mejoras
en la genética humana y en su capacidad adaptativa.
Enfoque sociobiológico: modicación del enfoque evolucionista, que asevera que to-
dos los comportamientos tienen una inuencia de la biología y se interrelaciona con
lo social, lo que deriva en armar el potencial de lo genético, el innatismo de la agre-
sividad, pero también con la predisposición de los individuos a llevar prácticas apren-
didas, como la agresividad, a lo social. Por tanto, se da una inclinación natural hacia
el odio, la irracionalidad, la hostilidad, como mecanismos para afrontar las amenazas
externas, como una forma adaptativa de perdurar en el tiempo, de competir con el
otro, transmitiendo la carga genética, pero también lo aprendido socialmente.
Enfoque etológico: es una modalidad del enfoque evolucionista, que señala que la
agresión, animal o humana, es parte del proceso de la selección natural, cuya evolu-
ción produce diversas adaptaciones, que modican las especies, así como las for-
mas de producir hormonas, impulsos nerviosos y conductas asociadas a la reproduc-
ción. En este enfoque, destacan los señalamientos realizados en torno a la agresión
intraespecíca, entre individuos de una misma especie, motivados por el impulso de
dominio sexual o garantizar alimentos y, por otro lado, la agresión interespecíca,
cuando se producen luchas por territorios y por expansión del dominio sobre estos.
Enfoque ambientalista: precisa que la agresividad es el resultado de la concatena-
ción de diversos fenómenos naturales y/o ambientales.
Enfoque familiar: postura que considera que el origen de la agresividad deriva de las
conductas aprendidas en familia, lo que da lugar a niños agresivos y una correlación
implícita entre la violencia y el logro de los nes propuestos. Dicho enfoque encuen-
tra asidero en los enfoques antes citados, en tanto el evolucionismo, el enfoque
etológico, el enfoque biológico, el enfoque ambiental, consideran que la familia es
el punto neural de las conductas agresivas. Estas premisas fueron sostenidas por
Sigmund Freud, Leonard Berkowitz, Albert Bandura, entre otros, que sostenían que
la agresividad se aprende mediante la observación, provocando respuestas ante la
frustración y a experiencias familiares negativas, que derivan en agresividad.
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Enfoque cognitivo: asevera que la agresividad puede asociarse a los esquemas y
actitudes; es decir, se basa en las relaciones personales, expresadas en actitudes
hacia uno mismo o los demás, pero también hacia objetos o cosas impersonales.
De acuerdo a Roncero et al. (2016), este enfoque ha tenido diversos tratamientos,
entre los que destacan los mecanismos de desconexión moral, los sesgos egocén-
tricos, la actitud hostil, los errores de pensamiento, creencias normativas, distorsio-
nes cognitivas, y demás mecanismos empleados para justicar el comportamiento
agresivo, asociado a la interpretación no correcta de las situaciones sociales. Esta
postura ha sido ampliamente criticada, al armar que los procesos cognitivos, por
si solos, no brindan explicaciones convincentes para precisar los orígenes y causas
del comportamiento agresivo.
Enfoque de procesamiento social de la información: sostiene que la persona que es
agresiva, recurre a estrategias o procesamiento de información mental, que le obli-
ga a actuar reactivamente. Sin embargo, en la actualidad es una teoría psicológica
altamente criticada por sus vacíos y falta de sustentación.
Independientemente del enfoque que se le brinde al tema, este acto implica el some-
timiento de una persona a la voluntad de su agresor, conduciendo a daños en diversos
niveles. Se concibe como una conducta violenta, destructiva, que puede convertirse en un
problema familiar, escolar y social grave, en tanto conduce a la destrucción, a la socializa-
ción de conductas agresivas, maximizando los alcances de las patologías sociales como la
drogadicción, el alcoholismo, el robo, entre otros. Asociado a algunos de estos elementos,
la agresividad se convierte en un problema de salud pública, de impacto negativo, que ame-
rita atención internacional, nacional y local (Ramírez et al., 2020).
3. La agresividad en entornos escolares
Al trasladar las teorías y los diversos enfoques de la agresividad a entornos escolares,
se evidencia que las motivaciones e intencionalidad siguen siendo las mismas: inigir daño
sobre otros individuos u objetos, esta vez encausado sobre compañeros de clases, docen-
tes o la institución. Para Estévez & Jiménez (2015), la agresividad escolar está relacionada a
dos motivaciones: 1. Responder de forma defensiva ante una provocación previa, donde, en
línea general hay predisposiciones y sesgos ante los demás. 2. Buscar benecios por medio
de la fuerza o posicionamiento jerárquico o de líder dentro de la escuela.
La agresividad se maniesta por conductas distorsionadas dentro del aula, tales como
conductas violentas, rebeldía, inquietud, nerviosismo, explosiones mentales, injurias, entre
otras, lo que genera importantes preocupaciones psicopedagógicas y conductuales. Dichas
conductas tienen una fuerte carga psicológica, derivan de las experiencias del hogar, como
la falta de comunicación, el engaño, la desconanza, la insatisfacción, las mentiras, trau-
mas, hogares disfuncionales, problemas emocionales, entre otros aspectos. En esencia, la
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agresividad es la exteriorización del daño físico o psicológico recibido por un infante, por lo
que busca dejar al descubierto sus carencias, replicando el comportamiento violento apren-
dido (Cardoza, 2020).
Por ende, señala Cordero (2022), la agresividad dentro de la escuela es un problema
social, debido a las consecuencias que generan las acciones estudiantiles, por lo que es
necesario establecer mecanismos propicios para su identicación. En el ámbito escolar,
los enfoques biológicos y evolucionistas de la agresividad cobran espacio, al indicar que
la misma surge como una fuerza bruta, vital o instinto de supervivencia, para garantizar su
supervivencia, acometiendo con ira física o verbal, dañando las relaciones y promovien-
do su lugar dentro de las estructuras escolares. Dicha agresividad se evidencia desde la
educación pre-escolar, momento de los primeros contactos con la socialización y que, en
gran medida, puede ser aprovechado para convertirse en freno del desarrollo de conductas
agresivas o violentas.
Al igual que otros tipos de agresividad, la escolar es un problema de salud pública; repre-
senta un riesgo para los centros educativos, afectando negativamente la visión que puede
proyectarse de los mismos. Esta realidad no queda sólo en el discurso teórico. En el Perú,
la agresividad, acompañada de actos violentos, conforman el día a día de los entornos es-
colares. De acuerdo al Ministerio de Educación (Minedu, 2021), las cifras ofrecidas por la
Encuesta Nacional de Convivencia, entre 2013 y 2021, se han recibido más de 39.103 repor-
tes de casos de violencia entre estudiantes, bien sea de forma física, psicológica, sexual,
bullying o ciberbullying.
Ejemplo de un caso concreto de extrema agresividad escolar, puede encontrarse en lo
reseñado por Paredes et al., (2024), al armar que: “En Villa María del Triunfo ubicado en
Lima- Perú, se han evidenciado casos de violencia, como es suscitado el martes 02 de mayo
del 2023, en el que un menor de 15 años fue interceptado por uno de sus compañeros, quien
procedió a agredirlo con un cuchillo en el pecho, abdomen y pierna”. (p. 69). Como puede
apreciarse, la agresividad es un fenómeno extendido en el Perú. De acuerdo a Valle (2022),
la agresión tiene una prevalencia de 37,5% y un 56,4% de victimización dentro del país. Lo
anterior revela una incidencia importante de la agresividad en términos porcentuales, donde
un elevado número de estudiantes sufre algún tipo de agresión.
Valle (2022), destaca que la agresión escolar en Perú ocurre mayormente en varones,
sobre todo en aquellos que reportan consumo de alcohol o en amigos de estos. Por su
parte, la victimización fue más frecuente entre estudiantes femeninas, principalmente en
aquellas que padecen discapacidad de algún tipo. Asimismo, atenuantes externas, como
la pobreza, la inseguridad social, aumentó los índices de agresión y de victimización, tal y
como se demuestra en la Tabla 1.
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Tabla 1: Prevalencia de la agresión y victimización escolar en Perú en términos porcentuales
Tipo de Agresión Prevalencia anual Factores
Agresión
10,5 Consumo de alcohol/drogas, amigos con conductas similares,
entornos de consumo/venta de drogas, entornos familiares
disfuncionales, la pobreza, entre otros aspectos.
Victimización
15,8 Mayoritariamente del sexo femenino, sobre todo aquellas con
discapacidad, involucradas con amistades consumidoras de drogas
o alcohol.
Agresión-Victimi-
zación
21,7 Sexo masculino y femenino, evidencia que un individuo puede ser agresor
y víctima de violencia intrafamiliar o de otro tipo. Es más frecuente en
entornos determinados por la pobreza, la marginación y la exclusión.
Fuente: elaborado a partir de Valle (2022).
Sin embargo, los estudios realizados en el Perú, se han enfocado en agresores-victimas,
dejando de lado elementos de trasfondo, tratamientos escolares, familiares y comunitarios,
dejando intacto el problema, sin la intervención psicosocial necesaria para solventarlo. Por
esta razón, la agresividad escolar se mantiene vigente en la comunidad educativa; es el
resultado de una serie de conductas adaptativas, violentas, replicadas del hogar y de la
violencia intrafamiliar, que generan incertidumbre y agudizan las problemáticas sociales.
Desde el punto de vista de Estévez & Jiménez (2015), la agresividad se constituye la
forma más común de violencia escolar, siendo el impedimento más notorio para el desa-
rrollo de los procesos de enseñanza-aprendizaje. De esto deriva que la inserción y ajuste
psicológico, tanto del agresor como de víctimas, sea sumamente difícil, por lo que se hace
necesario identicar aquellos enfoques o modelos de agresividad y utilizarlos como varia-
bles predictoras de los comportamientos estudiantiles, para así poder prevenir los riesgos
a corto, mediano y largo plazo, afrontando las dicultades emocionales, psicológicas y con-
ductuales de los estudiantes.
Para Estrada et al. (2020), la agresividad escolar está determinada por aquellos enfo-
ques que privilegian las conductas activas y reactivas. Las teorías activas sostienen que la
agresividad escolar está asociada a impulsos internos, al deseo innato de dañar a otros. Por
otro lado, las teorías reactivas, consideran prioritario el ambiente, las conductas agresivas
aprendidas. Empero, más allá de los enfoques teóricos que puedan ofrecerse, los autores
precitados consideran que lo más grave de la agresividad escolar responde a su normaliza-
ción dentro de las instituciones; es decir, este hecho redunda en la dicultad para intervenir
en comportamientos impulsivos, en el acoso, en la violencia física, entre otros aspectos.
La agresividad se acentúa en las escuelas, aumenta su frecuencia y se reeja a tempranas
edades, dejando a su paso secuencias desfavorables, como incumplimiento de las metas de
aprendizajes, deserción escolar, entre otros. Por tanto, es responsabilidad de las escuelas,
las familias y la comunidad, reducir los índices de agresividad, crear mejores condiciones
de autopercepción en los estudiantes, procurando su salud psicológica emocional y física.
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Estas apreciaciones concuerdan con los planteamientos de García et al. (2020), que
aseveran que la agresividad en los espacios escolares va en aumento cada año, estimando
que al menos 246 millones de estudiantes padecen de este fenómeno social, asociado a la
violencia institucionalizada en los planteles educativos a nivel global. En el caso de Amé-
rica Latina, se tienen altos índices de agresividad y violencia, con una incidencia de hasta
51.12% de estudiantes padeciendo de esta problemática, lo que evidencia el descuido de
los Estados al intervenir para erradicar esta realidad.
Para Trucco e Inostroza (2017), los contextos de agresividad y violencia escolar han ido
en ascenso. Dichos escenarios afectan a otros estudiantes, de forma física, mental, aními-
ca, entre otros. Se trata de una situación que vulnera los derechos humanos, conduce a la
discriminación, limitando el accionar de la escuela como medio de instrucción, enseñanza
y aprendizaje en la sociedad.
De acuerdo a estimaciones proporcionadas por este organismo, se construye la Tabla 2:
Tabla 2: Tipos de Agresión escolar discriminado por género y expresado en términos porcentua-
les en América Latina
Tipo de agresión varones hembras
Agresiones físicas
20,9 8,6
Agresiones por raza
10,7 8,3
Agresiones por su aspecto
14,1 23,5
Agresiones sexuales
12,2 11,4
Aislamiento
4,7 5,3
Agresiones por creencias religiosas
4,2 3,4
Razones diversas
33,1 39,6
Fuente: elaborado a partir de Trucco e Inostroza (2017).
En consecuencia, se evidencia que la agresividad en entornos escolares es alarmante,
con índices porcentuales en crecimiento, tanto para Perú como para el resto de América
Latina, lo que genera vulneración del derecho humano a la educación, afectando de forma
negativa el desarrollo integral de los educandos. De lo anterior se sigue que es primordial
abordar esta problemática desde distintos enfoques, desde perspectivas holísticas, que in-
volucren todos los actores del sistema escolar, la familia, el Estado y la comunidad, imple-
mentando estrategias para intervenir y subvertir esta realidad.
4. Intervención psicopedagógica para la atención de la agre-
sividad escolar
Si bien la Organización de las Naciones Unidas para la Educación, la Ciencia y la Cultura
(UNESCO, 2023), focaliza su interés en la violencia escolar, esta puede ser denida como
un grado de agresividad maniesta o encubierta dentro de los recintos escolares, que ha
sido extendida hacia otros escenarios, como en el caso del ciberbullying o el acoso digital.
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En línea general, la agresión sufrida es ocasionada por otros estudiantes, que mantienen
patrones de intención para cometer el hecho de violencia.
De acuerdo a las estimaciones de la UNESCO (2023), más del 36% de los educandos pa-
decen agresiones en los entornos escolares, donde uno de cada tres estudiantes ha afron-
tado esta situación. Del mismo modo, las agresiones sexuales son más difíciles de precisar,
dado que se poseen pocos registros de denuncia ante tales eventos por parte de los plante-
les escolares. Por tanto, afecta negativamente, con efectos permanentes sobre el bienestar
integral de los educandos, que se maniestan en depresión, ansiedad, suicidio, consumo de
drogas, alcoholismo, tabaquismo, sexualidad precoz, entre otros aspectos.
Por este motivo es prioritaria la atención temprana, y la construcción de entornos edu-
cativos seguros y supervisados por expertos en el área psicopedagógica y psicológica. Se
trata de una visión holística, integral, multidisciplinar, que requiere el apoyo de los docen-
tes, padres, madres, representantes y comunidad en general. De acuerdo a González et al.
(2006), existen diversidad de técnicas psicopedagógicas y psicológicas, con enfoques mul-
timodales y multidisciplinares, que tienen como n reducir la agresividad en los espacios.
Entre estas destacan:
Educación en habilidades sociales: parte de dos supuestos elementales: la compren-
sión de las conductas agresivas, sus derivaciones, la falta de conexiones sociales, de ne-
gociaciones y de conictos externos y, por otro lado, la inuencia de los pares, de otros
estudiantes sobre las decisiones para llevar a cabo actos agresivos. Bajo este enfoque, se
emplean estrategias para brindar orientación, discusión, asesoramiento, además de retroa-
limentación sobre las condiciones que derivan en la agresividad.
De acuerdo a lo planteado por Estrata et al. (2020), “En las sociedades actuales el de-
sarrollo de las habilidades sociales en los estudiantes se ha convertido en una necesidad
puesto que garantiza una adecuada interacción con los demás, que fomenta una conviven-
cia armoniosa y se convierte en un factor protector en su proceso de desarrollo(p. 123). Sin
embargo, esta estrategia viene desarrollándose desde inicios del siglo pasado, al abordar
la conducta social de los menores, siendo el psicólogo Arnold Salter (1949), el que llevara
a cabo la primera investigación cientíca al respecto, considerando que el asertividad es
fundamental para lograr emociones adecuadas, expresarlas de manera abierta y positiva,
sin cohibiciones o impedimentos externos.
Con el transcurrir del tiempo, se indicó que esta estrategia educativa resultaba compleja,
dado que la denición de una conducta socialmente hábil y aceptable, es difícil de precisar.
De igual forma, los impactos culturales, contextuales, psicológicos, acentúan más las di-
cultades teóricas de esta propuesta. En tal sentido, el contexto de desenvolvimiento de los
estudiantes, resulta esencial para establecer una denición precisa de habilidades sociales
y de lo que puede denirse como comportamiento socialmente aceptable (Pereira, 2017).
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Rebaque et al. (2019), señalan que, posterior a Salter, el psiquiatra Joseph Wolpe (1915-
1997), , desarrolló las estrategias de intervención social, ligándolo a la habilidad, como un
conjunto de conductas vinculadas al individuo, que derivan en condicionamientos axioló-
gicos como el respeto, individualidad, relaciones entre iguales, como un tipo de bienestar
social. Más adelante, las posturas de Émile Durkheim (1858-1917) y de John Dewey (1859-
1952) se asumieron y resultaron fundamentales, dado que situaban la relevancia de la inte-
gración de los niños a la sociedad, así como la socialización de los aprendizajes.
Esta postura teórica ha evolucionado, hasta llegar a sostener que las habilidades sociales
son intrínsecas, y se maniestan desde la niñez, complementándose a lo largo de la vida. Por
tanto, la práctica de las habilidades sociales inuye de manera positiva sobre comportamien-
tos adversos, ayudando al bienestar psicológico de los niños, previniendo dicultades de so-
cialización futura, como una consecuencia de un entorno coercitivo, que genera malestares
emocionales e internos, lo que denota la relevancia de que estas habilidades se manejen en
el hogar, la escuela y la comunidad, hasta lograr construir un niño y ciudadano marcado por
las habilidades sociales, como una competencia esencial del presente (Prada, 2019).
De acuerdo con lo anterior, las habilidades sociales son competencias que se adquieren
en la educación para mejorar las relaciones interpersonales, sin dejar de lado el talante
emocional que se encuentra de trasfondo. Dicha competencia da apertura a la empatía y a
la formación en valores que desplazan conductas excluyentes y agresivas, que derivan en
patologías sociales. Por tanto, este tipo de intervención psicopedagógica, favorece el traba-
jo en el aula, brindando un entorno seguro y satisfactorio (Bisquerra, 2005).
Para González et al. (2006), este modelo de intervención educativo, tuvo resultados
positivos en el tratamiento de delincuentes, con tendencias a comportamientos violentos.
Este tipo de educación repercute positivamente en el tratamiento de la delincuencia y en la
prevención de la reincidencia, al resultar beneciosas la intervención psicopedagógica en
las terapias grupales, con un enfoque participativo, que invita a compartir experiencias y
emociones, acercando al agresor a comprender que otros mantienen condiciones simila-
res, desarrollando así la comunicación efectiva, la resolución dialógica de los problemas, la
empatía, entre otros aspectos beneciosos. En este contexto, la intervención psicopedagó-
gica es fundamental, dado que permite transformar las conductas, restaurar las relaciones
familiares y cotidianas, modelando nuevas formas de ver y pensar el entorno.
Estas armaciones han sido respaldadas por la Ocina de las Naciones Unidas contra la
Droga y el Delito (2022), que asevera que la educación y formación en habilidades sociales
previene el consumo de estupefacientes y minimiza la reincidencia de jóvenes adictos. Asi-
mismo, este organismo sostiene que la prevención es fundamental dentro de las escuelas,
lo que impulsa la protección y resguardo de los derechos integrales de los individuos, la paz,
la tolerancia, respeto, donde maestros y comunidad educativa juegan un papel central, al
sentar las bases para llevar una vida sana y libre de delincuencia.
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La educación emocional: tiene sus trasfondos históricos en los postulados de John
Dewey, que consideraba relevante la interacción de los aprendizajes con el mundo exter-
no, por lo que consideraba que los espacios educativos son los entornos adecuados para
promover experiencias propias, donde las emociones conguran lo más esencial del ser
humano. Por ende, las emociones contribuyen al proceso educativo y a la creación de expe-
riencias signicativas.
De estas deniciones iniciales de educación emocional, se ha dado el paso a considerar
su interacción con la escuela y la relación existente entre emoción y procesos de aprendi-
zaje. Resulta determinante para fortalecer la intervención psicopedagógica en la resolución
de conictos, orientándose a tres aspectos precisos, como es comprender las emociones,
expresarlas adecuadamente y tener la capacidad de escuchar y respetar la emoción de la
alteridad. Esto implica articularse con otras formas de educación, como la educación en
habilidades sociales, en la posibilidad de impulsar los afectos, mejorar las relaciones fami-
liares, entre otros (Vivas, 2003).
En lo tocante a sus aplicaciones, señala Bisquerra (2005), este tipo de intervención fo-
menta la comunicación efectiva, la toma de decisiones autónomas, previene las patologías
sociales, como la violencia, la agresión, la discriminación, el acoso escolar, el consumo de
alcohol, drogas, entre otros. Se enfoca en el desarrollo de una emocionalidad sana, en la
autoestima, en crear expectativas positivas, pero reales sobre su propia identidad, impul-
sando a adoptar actitudes positivas frente a la vida, de cara a las adversidades sufridas.
Esta teoría ha sido fortalecida por los lineamientos de las inteligencias múltiples de Howard
Gardner y los postulados de la inteligencia emocional de Goleman.
Educación para el autocontrol: cuyo n es la autorregulación de la conducta agresiva,
mediante la observación, la instrucción y estrategias de actividades físicas. Plantea el uso
de técnicas de relajación y la atención temprana de los episodios de ira. Busca impulsar el
diálogo para la resolución de conictos, con experiencias positivas dentro de espacios es-
colares en niños de entre 6 a 12 años. Esta postura de intervención psicopedagógica reco-
noce que las conductas agresivas se maximizan en ausencia de regulación, lo que derivaría
en una categorización del espacio escolar como hostil
Para LLopiz & Urdanivia (2023), el autocontrol permite regular el comportamiento esco-
lar, pero también los sentimientos y la actitud de los estudiantes hacia la sociedad. Desde
estas posturas, se asume que las primeras etapas de socialización en la escuela son fun-
damentales, pues brinda al psicopedagogo una panorámica precisa del estudiantado y de
los mecanismos necesarios para prevenir las manifestaciones agresivas en los espacios
escolares. Entendido de esta manera, se destaca que el autocontrol es una:
habilidad que se desarrolla en edad temprana; inicialmente con la interacción familiar y luego
en el escenario escolar, de forma externa e interna, resulta de gran importancia para la vida
pues supone un adecuado desarrollo de esta habilidad en todas las áreas en que se interactúe
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para el desarrollo personal, implicando diversas esferas, como por ejemplo la cognitiva, la so-
cioemocional, la comunicativa que repercuten en el desarrollo futuro como ser social. (p. 73).
En este orden de ideas, la formación en autocontrol tiene como n el desarrollo de con-
ductas sanas, que puedan aportar benecios a la comunidad escolar, así como benecios
de índole individual, puesto que ayuda al estudiante a obtener mejoras personales, a regular
y autorregular su personalidad, mejorando su estabilidad psíquica, aprendiendo a distinguir
entre las inuencias internas y externas, para orientándose hacia interacciones positivas
para el entorno.
Educación para el control de la ira: se basa en terapias de reducción del estrés, con
apoyo de enfoques cognitivos y conductuales, que pretenden modicar la orientación del
alumno ante los problemas. Se aplica el entrenamiento, relajación, uso de imágenes, para
que, nalmente, el estudiante sepa atender y solventar situaciones estresantes, sin recurrir
a la agresividad. Este tipo de intervención encuentra sus sustentos en las propuestas de
la educación para las habilidades sociales, la educación emocional, en tanto procuran que
los niños, niñas y adolescentes regulen sus emociones desde temprana edad, por lo que
requieren tratamiento emocional, desarrollo de habilidades sociales, formación en valores,
consolidar emociones positivas, de modo que la ira pueda reducirse, mejorar el estrés, mi-
nimizando posturas agresivas. En el contexto actual, se encuentra asociada a los avances
obtenidos en inteligencia emocional e inteligencias múltiples, que proponen la regulación
emocional, como una forma de inteligencia.
En concordancia con lo anterior, la UNESCO (2022), plantea que el papel del docente es
fundamental para crear entornos positivos, que disminuyan la agresividad, sea cual fuere su
foco de inicio. Tomando en consideración las prácticas psicopedagógicas antes descritas,
se puede propiciar una educación de calidad, enfocada en la concienciación del estudiante
de sí mismo, de la alteridad y del entorno escolar, lo que fomenta relaciones interpersonales
sólidas, sanas y respetuosas.
Por este motivo, la modelización de la conducta, basada en la orientación psicopeda-
gógica, es beneciosa para afrontar la agresividad y las derivaciones en violencia. Para
Nápoles & Dranguet del Toro (2020), la orientación o intervención psicopedagógica es prio-
ritaria para manejar la agresividad escolar, principalmente en la primaria, dado que es un
momento de modelización de patrones conductuales futuros, donde estas manifestaciones
de violencia, pueden ser peligrosas a posteriori. Es así que se postula un modelo preventivo
y correctivo, que parta de la evaluación del estudiante, de las relaciones con el entorno, inte-
grando la labor de orientación hacia la dualidad escuela/familia, con el n de proteger a las
víctimas, pero también para modicar la conducta en un momento propicio de la infancia.
Entre las posibles prácticas orientadas que deben asumirse, se encuentran la detección
primaria de las conductas agresivas; por esta razón, la presencia del psicopedagogo o del
orientador en psicopedagogía es necesario para identicar los signos de agresión tempra-
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na, ofreciendo apoyo individualizado, trabajando conjuntamente con el estudiante, padres y
escuela, atendiendo a las dicultades y las conductas agresivas manifestadas. Asimismo,
el orientador puede conducir al estudiante a adquirir habilidades sociales para la comunica-
ción, el diálogo, la tolerancia, la empatía y la resolución pacíca de conictos.
En sintonía con lo expresado anteriormente, se han dado diversas iniciativas prácticas
en el ámbito latinoamericano, para fomentar climas de convivencia escolar y reducir las
agresiones en estos espacios. Constituyen una forma de intervención implícita, cuya na-
lidad es generar prácticas ciudadanas, atendiendo a las necesidades estudiantiles, promo-
viendo el trabajo conjunto, interestatal e internacional, para promover referentes en materia
de tratamiento de la agresión y la violencia escolar. De acuerdo a Trucco e Inostroza (2017),
pueden destacarse las siguientes experiencias:
En Argentina: la creación del Observatorio de Violencia en las Escuelas, que es una
iniciativa que se desarrolla de la mano del Ministerio de Educación y la Universidad
de San Martín, cuyo n se sitúa en la erradicación de la violencia, mediante la difu-
sión de cátedras abiertas, talleres y conferencias virtuales, que funcionan de forma
permanente, como medio de difusión de la igualdad escolar y como mecanismo
para la formación permanente de los docentes en el ámbito educativo. Igualmente,
impulsa el trabajo colectivo y las reexiones teóricas sobre la agresión.
En Chile: la experiencia contra la agresión se focaliza en la formulación de políticas
de convivencia escolar, con un esfuerzo que viene desarrollándose desde los años
2000 y con una consulta pública permanente sobre los medios de prevención de
la agresión escolar. Dicha iniciativa trabaja de forma conjunta con el Ministerio de
Educación y con el Ministerio del Interior, incluyendo medios estadísticos y demás
actualizaciones requeridas, para dimensionar este fenómeno social.
En Colombia: se han aprobado una serie de leyes y resoluciones educativas, como
la Ley Núm. 1732 y el Decreto Núm. 1038, cuya nalidad es la erradicación de la
violencia y agresión escolar del país, a la vez que los conocimientos, competencias
y demás recursos educativos se utilizan para reconstruir la sociedad, en base a prin-
cipios democráticos, promoción de la cultura, la paz, entre otros.
En Guatemala: se ha desarrollado la Guía para la Identicación y prevención del aco-
so escolar, donde se tuvo una participación conjunta con el Ministerio de Educación
y la Coordinación de Equidad de Género con Pertinencia Étnica. La nalidad radica
en ofrecer a los educadores aquellas herramientas psicopedagógicas necesarias
para abordar las agresiones e identicar las tendencias a la misma.
En Perú: se cuenta con un observatorio de la violencia escolar, que ha jado como
meta impulsar proyectos escolares y ciudadanos, conducentes a la paz, a mejoras
en la calidad de vida de la población, de inclusión de la población migrante, eliminar
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las formas de agresión, procurando la convivencia sana y segura, haciendo partíci-
pes de estas experiencias a docentes, padres, representantes, familia y comunidad
en general.
Lo descrito anteriormente evidencia cómo los Estados latinoamericanos apuestan por
la reducción de la agresividad escolar, diseñando diversas estrategias y programas para
fomentar los ambientes escolares seguros, mediante la educación, capacitación, conviven-
cia escolar, diálogo, escucha, resolución no violenta de conictos, inclusión de la familia, la
comunidad, creando campañas de concienciación, entre otras formas. Esto supone formas
de intervención psicopedagógica a gran escala, diseñada desde las políticas públicas, cuyo
n es la reducción de la agresividad escolar y la disminución de sus víctimas.
Conclusiones y recomendaciones
El abordaje de la agresividad escolar es relevante para mejorar las condiciones de vida
de los estudiantes, para incidir positivamente en la conformación de su personalidad. Como
sujetos en formación, volubles e inmersos en entornos adversos, los estudiantes requieren
del acompañamiento psicopedagógico, de la orientación y puesta en práctica de estrate-
gias para la resolución de conictos, para afrontar la adversidad de manera adecuada, para
establecer mejores relaciones consigo mismo, con la alteridad, los docentes, la familia y
la comunidad en general. Por ende, es prioritario la concienciación sobre este fenómeno,
tipicarlo, denirlo y denunciarlo, estableciendo mejoras en el sistema educativo latinoa-
mericano. En virtud de lo anterior, la intervención psicopedagógica se consolida como una
herramienta que, a través de sus múltiples enfoques, conduce a la creación de ambientes
educativos seguros, como mecanismo para el resguardo al derecho a la educación, que
maximiza sus potencialidades cuando detecta, tempranamente, conductas que pueden
agravarse dentro de los estudiantes. En atención a esto, se busca gestionar los entornos
escolares de forma eciente, con propuestas psicopedagógicas vigentes, que destaquen en
el desarrollo de habilidades sociales, autocontrol, mejoras de las condiciones estudiantiles,
entre otros aspectos.
En cuanto a las precisiones conceptuales manejadas en la investigación, se aborda la
agresividad desde un enfoque multi e interdisciplinar, destacando la posibilidad de estrate-
gias preventivas y correctivas para atender las necesidades del estudiante. Visto así, esta
investigación sirve de basamento teórico-conceptual para futuras investigaciones en el área
y para la construcción de líneas de investigación especícas para la atención de la agresi-
vidad escolar.
Entre las fortalezas de esta propuesta investigativa, se destaca la denuncia pública a
los actos de agresión que se perpetúan en el sistema educativo peruano y latinoamericano.
Empero, se reconocen las limitaciones para subvertir los contextos externos, que agudizan
esta problemática, así como la falta de recursos para la puesta en práctica de los enfoques
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de intervención psicopedagógica en cada espacio educativo.
Finalmente, destacando el carácter interdisciplinar de esta investigación, se precisan
las siguientes recomendaciones para minimizar y afrontar el fenómeno de la agresividad
dentro de la escuela:
Atender tempranamente todo incidente de agresividad, poniendo al tanto a padres,
representantes y a la comunidad educativa en general.
Comprender el fenómeno de la agresividad desde su complejidad, multidimensiona-
lidad, enfoques diversos y tratamientos divergentes.
Incorporar la gura del orientador y del psicopedagogo en las instituciones educati-
vas, principalmente, en las escuelas primarias.
Incorporar a la familia en el tratamiento y en la intervención psicopedagógica estu-
diantil.
Fomentar, dentro del aula escolar, cualidades axiológicas como el respeto, la tole-
rancia, la solidaridad, la empatía, privilegiando el diálogo y la escucha, como estrate-
gias efectivas para la resolución de conictos.
Promover planes de formación docente y para padres, representantes y la comuni-
dad en general, que aborden la agresividad, la violencia escolar, los modos de pre-
vención y su tratamiento dentro y fuera de la escuela.
Plantear ejes de discusión temática dentro de clase para abordar la agresividad en
diversos contextos.
Hacer del aula de clase un entorno amigable, seguro y de interacción recíproca.
Colaborar activamente con la educación en valores y la formación ciudadana.
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