ISSN 2660-9037
Recibido: 05/06/2021
Aceptado: 30/09/2021
CLÍO: Revista de ciencias humanas y pensamiento crítico
Año 2, Núm 3. Enero / Junio (2022)
pp. 9-28
* Licenciado en Historia por la Universidad de Los Andes (Mérida-Venezuela), Maestrante del Postgrado en Historia
de Venezuela y Profesor becario (Plan II) de la Escuela de Historia de la misma casa de estudios por el área de
geograa histórica; invesgador y autor de arculos ciencos enmarcados en la línea de las práccas, represen-
taciones sociales del espacio geográco y sistemas de valores de la sociedad colonial merideña del siglo XVII.
PERCEPCIONES GEOGRÁFICAS EN TORNO A
LA ORGANIZACIÓN DEL ESPACIO COLONIAL
MERIDEÑO DURANTE LA VISITA DE ALONSO
ZQUEZ DE CISNEROS (1619-1620)
Néstor Rojas López*
RESUMEN
Entre 1619 y 1620 el Corregimiento de Mérida recibió la visita del oidor de la Audiencia de Nueva Granada
Alonso Vázquez de Cisneros, cuyo propósito fundamental fue supervisar y controlar el régimen de encomien-
das en esa jurisdicción en torno a tres aspectos clave: trato, doctrina y poblamiento de los indígenas tributa-
rios. En el proceso de regulación para impedir el abuso físico y laboral de los naturales, y para corregir las serias
deciencias en el proceso de reducción y evangelización, era necesario organizar el espacio colonial merideño
siguiendo las directrices de un nuevo orden en el que se atendiera la normativa jurídica del Estado en materia
de encomiendas y fomentar la productividad económica de la región. Sin embargo, la organización del espacio
colonial merideño orientada por el visitador tuvo que enfrentar los obstáculos de las condiciones morfológicas
y climáticas que hacían de Mérida uno de los connes más remotos e inaccesibles de la Audiencia.
Palabras clave:
Mérida siglo XVII, Visita, Organización del espacio colonial, Percepciones geográcas.
GEOGRAPHICAL PERCEPTIONS AROUND THE
ORGANIZATION OF THE MERIDA COLONIAL SPACE DURING
THE VISIT OF ALONSO VÁZQUEZ DE CISNEROS (1619-1620)
ABSTRACT
Between 1619 and 1620 the Corregimiento of Mérida received the visit of the judge of the Audiencia of Nueva Grana-
da Alonso Vázquez de Cisneros, whose fundamental purpose was to supervise and control the encomienda regime in
that jurisdiction around three key aspects: treatment, doctrine and settlement. of the tributary Indians. In the process of
regulation to prevent physical and labor abuse of the natives, and to correct the serious deciencies in the process of
reduction and evangelization, it was necessary to organize the colonial space of Merida following the guidelines of a new
order in which the legal regulations of the State in terms of encomiendas and promote the economic productivity of the
region. However, the organization of the Merida colonial space guided by the visitor had to face the obstacles of the mor-
phological and climatic conditions that made Mérida one of the most remote and inaccessible connes of the Audiencia.
Keywords:
Mérida XVII century, Visit, Organization of the colonial space, Geographical perceptions.
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INTRODUCCIÓN
Existe una relación intrínseca entre las comisiones institucionales enviadas desde
Santa Fe de Bogotá a Mérida entre los siglos XVI y XVII, y la organización del espacio
de este remoto corregimiento de la jurisdicción neogranadina. A pesar de ello, es
imposible armar que esos dispositivos institucionales sean los únicos factores de
organización espacial, pero indiscutiblemente las autoridades conocieron los patro-
nes prehispánicos de ocupación y asentamiento indígena y éstos inuyeron en las
pautas de reordenamiento y disposición territorial implantadas por los conquistado-
res europeos después de consolidada la fundación de la ciudad de Mérida en 1558 y
el subsiguiente proceso de conformación de la sociedad colonial temprana.
Una parte signicativa de ese proceso se cumplió entre febrero de 1619 y sep-
tiembre de 1620, cuando Mérida recibió la visita del oidor más antiguo de la Real
Audiencia de Nueva Granada, el licenciado Alonso Vázquez de Cisneros, con la dispo-
sición de regular los aspectos relativos al trato, doctrina y poblamiento de los indios
sometidos al régimen tributario y laboral de la encomienda. Esta visita se inscribe
dentro de un proceso de mayor envergadura en el que ese dispositivo institucional
se perla como un punto álgido en la recuperación de la autoridad y el poder del
Estado frente al poder y los intereses particulares de los encomenderos, así como
la concentración de la población indígena que caracterizada por su disminución y
dispersión. De esta forma, el Estado, como instancia dominante, a través de la su-
pervisión como única y posible vía para imponer la concepción del “orden que se
debía aplicar en las relaciones entre indios y encomenderos, y de forma especial, la
denitiva inserción de los indígenas en las pautas culturales europeas. Por esa razón,
la organización del espacio fue uno de los principales propósitos que se regularizó a
través de las disposiciones emitidas por el visitador, en las cuales se compelía, tanto
a encomenderos como a indios, a someterse a su autoridad.
El orden representado en la particular visión de Vázquez de Cisneros, era parte
de un macro proyecto en la implantación institucional ibérica en el Nuevo Mundo
que apenas podía consolidarse debido a las particularidades propias del proceso de
ocupación. Aún en 1619, en lugares puntuales del Corregimiento de Mérida existían
grupos indígenas que oponían una feroz resistencia al dominio hispánico, además
la organización y aprovechamiento del espacio debió superar el imponente obstá-
culo del paisaje geográco mismo aunado a otros factores como la distancia que
separaba a Mérida de los centros de poder y decisión, lo cual incidía en su reducidas
y parsimoniosas comunicaciones, las que, a su vez, impedían establecer un control
institucional efectivo y centralizado, a lo cual se agregaba la diversidad espacial y
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temporal con la que se ejecutó la exploración, conquista y establecimiento de cen-
tros poblados, con los cuales resultaron nuevos retos políticos y administrativos en
un entramado institucional que a duras penas se había establecido en ciertos luga-
res del continente.
Después de la ocupación hispana, el espacio geográco constituyó un desafío
permanente, condicionado por la supervivencia y adaptación de los grupos humanos
en entornos naturales especialmente difíciles y revisando una y otra vez un modelo
de dominación y organización del espacio que lentamente avanzaba ante a la im-
ponencia de la naturaleza, como acertadamente lo describe Braudel (1984: 70) al
decir que “de lo que se trataba era de una conquista no de hombres (…), sino de un
espacio (…) silenciosa conquista que culmina cada vez en un frente de colonización,
en una zona pionera, nuevo punto de partida.”
En ese sentido, en la presente investigación, el espacio se concibe desde la visión
geohistórica como la importancia crucial que ejerce el tiempo histórico sobre la cons-
trucción del mismo. Certeramente, como lo expresa Dollfus (1976: 11) al armar que
“el espacio geográco está impregnado de historia”, porque constituye una construc-
ción cultural de signicados por lo cual es al mismo tiempo una construcción social e
histórica, al discurrir que la estructuración paisajística se gesta bajo la acción transfor-
madora de los grupos humanos como resultado de un tiempo histórico concreto. En
consecuencia, el espacio colonial es una categoría clave para comprender las particu-
laridades contextuales que reviste la construcción y organización estructural del espa-
cio geográco dentro del proceso de implantación institucional hispánico en el Nuevo
Mundo, un proyecto gestado de forma diversa y simultánea en la América durante el
periodo colonial que se aanzó con la imposición de un nuevo orden político, social y
administrativo sobre la marcha de la actividad conquistadora del territorio.
De acuerdo con lo expuesto, se entiende que el espacio geográco merideño
durante el siglo XVII, como un territorio dentro un tiempo histórico relativo al con-
texto de ocupación europea que, indiscutiblemente, dene la sonomía del paisaje
en función de los intereses coloniales. Por lo cual se deduce que, el espacio colonial
merideño, constituyó un ámbito geográfico, cuyo sistema de relaciones se compone
de lugares vividos, apropiados y simbolizados (percibidos, representados y practi-
cados) por los actores sociales, para construir el espacio geográco y organizarlo
en función de las pautas históricas y culturales demandadas por el contexto. Ese
proceso fue determinado por las representaciones simbólicas, percepciones espa-
ciales y las prácticas sociales de por lo menos tres instancias culturales y discursivas
diferenciadas: la de los indígenas sometidos al régimen de la encomienda, la de los
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encomenderos como detentores del poder local, beneciarios del trabajo de los
naturales encomendados, y el poder institucional del Estado con la potestad de crear
las regulaciones jurídicas, de la supervisión y organización de los aspectos relaciona-
dos con el ejercicio del régimen de encomiendas.
El espacio geográco que formó parte integral de la comisión comprendida en la
visita realizada por el oidor Vázquez de Cisneros en 1619, es el que en mayor medida
se corresponde con la jurisdicción que, desde 1607, correspondía al Corregimiento
de Mérida que albergaba bajo su dominio las ciudades de La Grita, Pedraza, Barinas
y las Villa de San Cristóbal y Gibraltar, aunque, en atención a los datos recabados en
los autos de visita la gran mayoría se corresponden con los pueblos de indios, repar-
timientos y estancias del área jurisdiccional de la ciudad de Mérida y sus conexiones
con las jurisdicciones de ciudades Barinas y Pedraza y la villa y puerto de San Antonio
de Gibraltar, dentro del margen geo-histórico de lo que Ramírez Méndez (2015:81)
dene como la “región histórica de Mérida”.
Durante el siglo XVII, Mérida constituyó en un punto nodal de interconexiones
e inuencias en el plano político, social, administrativo y económico sobre sesenta
repartimientos y pueblos de indios y su inuencia se extendía principalmente sobre
villa y puerto de San Antonio de Gibraltar y las ciudades de Barinas, Altamira de Cá-
ceres y Pedraza cuyas conexiones con el puerto se realizaban a partir de la ciudad
de las nieves eternas. En tal sentido, el límite septentrional de dicha inuencia estaba
demarcado por el Lago de Maracaibo, al sureste se encontraban Los Llanos y al este
y noreste la frontera con la Provincia de Venezuela, en cuanto al límite sur y oeste
estaba circunscrito por los territorios que habían sido colonizados de forma efectiva
y que, tanto la resistencia de las culturas autóctonas como las dicultades naturales
del terreno lo hacían accesible.
El presente trabajo, desde la perspectiva geohistórica e interpretativa de la nueva
geografía cultural, y a través de una investigación histórico-documental de los expe-
dientes que componen el procedimiento de visita realizado por el oidor Vázquez de
Cisneros a Mérida entre 1619 y 1620,1 que se conservan en el Archivo General de la
Nación Colombiana (AGNC) se propone, por un lado, examinar algunos de los elemen-
1 Las fuentes documentales que constuyen el insumo esencial del análisis documental, son los autos de visita
y Ordenanzas emanadas de la Visita General efectuada por Alonso Vázquez de Cisneros a Mérida entre 1619
y 1620. Estos fondos documentales reposan, y fueron consultados, en la versión online del Archivo General
Nacional de Colombia (en adelante AGNC), especícamente los correspondientes a la sección Colonia Visitas
a Venezuela y la Sección de Mapas y Planos; igualmente, algunos de estos autos fueron consultados también
en los rollos microlmados de la Colección Ciudades de Venezuela de la Biblioteca Febres Cordero de Biblioteca
Nacional ubicada en la Ciudad de Mérida (en adelante: BNFBC).
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tos signicativos del medio físico que denieron el proceso de construcción y organiza-
ción del espacio colonial merideño durante la ejecución del procedimiento institucio-
nal de las autoridades audienciales; y asimismo, analizar e interpretar el conjunto de
percepciones geográcas y expresiones relativas a los hechos históricos involucrados
en torno a la ocupación, organización y aprovechamiento del espacio, haciendo espe-
cial énfasis en valorar el papel de soberanía que revestía la actuación institucional del
visitador como representante de un discurso de poder tendiente a la implantación
denitiva de un nuevo orden espacial apuntalado por la Corona española.
1. UNA TIERRA DE TEMPLES CONTRARIOS Y DIVERSOS
El espacio colonial merideño denido como epicentro de inuencia regional, se
dilataba sobre la cordillera de Mérida y presentó en general unas características
geográcas propias del entorno andino montañoso, con una orografía accidentada
cuyo rasgo más representativo fue la presencia de grandes terrazas aluvionales y
valles longitudinales, moldeados por la acción erosiva, fosas de hundimiento y líneas
de fallas tectónicas que corren en paralelo a las principales sierras que componen el
sistema montañoso de la cordillera de Mérida: la sierra norte, o sierra de La Culata
con su pie de monte y llanuras vertientes hacia el Lago de Maracaibo, y hacia el sur
la sierra Nevada Mérida y sierra de Santo Domingo cuyo pie de monte y vertientes
principales se orientan hacia los Llanos de Venezuela. Principalmente, los valles lon-
gitudinales trazados en el curso de ríos como el Chama (valle principal y lugar de
asiento de la ciudad de Mérida), Nuestra Señora, Motatán, Santo Domingo, Torondoy
y Capurí, fueron los espacios privilegiados en el patrón de asentamiento prehispá-
nico y colonial, ubicándose sobre ellos importantes núcleos poblacionales y rutas
de comunicación que fueron reorganizados mediante la política de poblamiento y
reducción de pueblos indígenas.
En esa extenso territorio, además de las percepciones dicotómicas con las que
generalmente se juzga la actuación del conquistador hispano en el Nuevo Mundo,
es importante analizar el proceso de conquista, de construcción y organización del
espacio colonial desde su propio ambiente y contexto diferente al de nuestro actual
punto de vista: una mirada fresca al respecto, daría insumos para explicar el impacto
psicológico que para el hispano tuvo la inmensidad de una comarca nueva en todas
sus expresiones, diverso en sus contrastes climáticos, de accidentadas e inaccesibles
formaciones orográcas, caudalosos ríos, fauna y vegetación exuberantes, a lo que
se sumaba un desconocimiento general del medio y el contraste cultural siempre
presente entre sus autóctonos habitantes (Sanz Camañes, 2004: 276).
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En ese sentido, el espacio colonial merideño, habitado por las distintas culturas
que concurrieron en el mismo, desde sus propias prácticas, representaciones y per-
cepciones, conere indicios esenciales para abordar los acontecimientos históricos
desde la incidencia inevitable del medio físico y su historia. Desde esa perspectiva,
Fernand Braudel concibe al medio como un factor transversal, una estructura de
muy larga duración cuyos lentos cambios sobrepasan el rango de percepción de la
vida individual y, en muchos casos también, la colectiva. Esos acontecimientos his-
tóricos, para Braudel (1976: 364), deben apreciarse como eslabones de una cadena
“todos enlazados entre sí por la historia unitaria del clima”, a los que se agrega la
propuesta geo-histórica que Le Roy Ladurie (1959: 3) y (2017: 13) quien la ha de-
nominado “historia humana del clima”, desde la cual se estudian los efectos de las
uctuaciones meteorológicas y su inuencia en las sociedades, con el propósito de
comprender esa dinámica correlativa entre la historia del clima y la historia de la
humanidad, ese carácter de urgencia que ha tenido tal correlación en sociedades
agrícolas dominadas por el siempre difícil problema de la subsistencia.
Concretamente, en la meseta que sirve de asiento a la ciudad de Mérida, las varia-
ciones térmicas del ambiente fueron un aspecto digno de reseñar en las crónicas de
conquista, como lo relataron Fray Pedro de Aguado (1917: 262-263), y también por
noticia del doctor don Basilio Vicente de Oviedo, quienes rerieron que en el transcur-
so de un día Mérida experimentaba tres horas de frío o, como la denominaba Aguado,
de ”primavera templada” desde las siete de la mañana hasta las diez de la mañana, y
seis horas de “caluroso otoño desde las diez de la mañana hasta las cuatro de la tarde
de modo, que desde las seis de la tarde hasta las siete de la mañana, que es una hora
después de que sale el sol, es frío el temperamento a causa de las Sierras Nevadas que
tienen a la vista”. En el siglo XVIII, el padre Joseph Gumilla hizo la misma observación
que Aguado en sus crónicas al armar que Mérida tenía todos los climas de las cuatro
estaciones del año en un solo día y en solo lugar (Ramírez Méndez, 1994: 494).
A una escala más amplia, la variación térmica, climática y paisajística del resto
del espacio geográfico, producto de los múltiples pisos geográcos sobre los que se
asienta, fue una de las causas principales de los impedimentos y dicultades que se
presentaron al cumplimiento de las actuaciones del visitador en 1619-1620 debido a
los obstáculos que enfrentaron los funcionarios para trasladarse con la mayor celeri-
dad de un lugar a otro. Evidencia de ello quedó registrada comisión despachada a la
villa de Gibraltar el 3 de agosto de 1619, en el que se expone que uno de los grandes
retrasos que habían tenido los acreditados, se debía primordialmente a que en esa
tierra se presentaban dos inviernos al año: el primero desde el mes de abril hasta
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dos o tres días antes de San Juan (24 de junio), y el segundo tenía lugar desde los
días nales de septiembre y podía durar hasta cerca de los días de Navidad. Esto re-
presentaba una apremiante dicultad puesto que, como el mismo auto se especica:
“…en el dicho tiempo de invierno es imposible poderse caminar por esta provincia porque por
ser tan (...) áspera y de tantas sierras ay muchos ríos y quebradas rápidos que no se pueden
badear por no haber puentes a cuya causa no es posible poderse hacer en este tiempo la dicha
visita y aun en tiempo de verano por los muchos paramos y nieves que hay y otras muchas
dicultades es fragoso caminar a pie por algunas partes y con muchos riesgos de salud y vida
(...) la contrariedad y diversidad de los temples fríos y calientes algunos muy enfermos, y tierras
muy húmedas y como ya su merced lo ha comenzado a experimentar en su salud…”
2
.
Especícamente, en la comunicación fechada el 25 de junio de 1619, se describió
cómo el visitador había tenido que aguardar durante el periodo de lluvias y que ob-
servar que habían cesado las aguas “…que han estorvado a su merced el salir antes
de esta ciudad a continuar la visita de los naturales della, y porque el tiempo ha me-
jorado y da lugar y es informado que los caminos están ya para poderse caminar por
ellos…”3 y poder comenzar así la visita de los repartimientos de Yricuy. Al parecer,
los temples y climas tan diversos habían afectado la salud del visitador Alonso Váz-
quez de Cisneros quien para esa fecha contaba 55 años de edad, tal como él mismo
lo había expresado en una carta a la Real Audiencia datada el 24 de mayo de 1619
(Guerrero, 2017: 272).
En ese orden de ideas, la visita a los naturales de Santo Domingo en tierras pa-
rameras implicaba un evidente reto para la salud del visitador, por cuya razón fue
delegada en Rodrigo Zapata ante la dicultad del oidor para atravesar sierras y pára-
mos fríos en los que, pocos días antes de emitir esa orden, se había conocido de la
muerte de un esclavo del capitán don Alonso Dávila, quien había fallecido “empara-
mado, y se especicaba que:
“…respecto de las variedades de los sitios y temples que su merced a andado trae poca
salud y en esta tierra no hay médico ni medicinas con que curarse por lo cual se anda con
notable peligro y riesgo de la vida mayormente su merced que trae algunos achaques que si
juntamente con ellos hubiese de hacer por su persona el dicho viaje al dicho valle de Santo
Domingo sería con evidente riesgo de su salud y vida.”
4
.
2 AGNC, Colonia-Visitas-Venezuela, Legajo 5, Documento 1, “ Auto para que se despache comisión para hacer las
diligencias de visita a la ciudad de Gibraltar y su jurisdicción”. Mérida 3 de agosto de 1619; . 6-10 v.
3 AGNC, Colonia-Visitas-Venezuela, Legajo 7, Documento 13, “Parda de Mérida hacia Yricuy. Mérida, 25 de junio
de 1619; . 635-635v.
4 AGNC, Colonia-Visitas-Venezuela, Legajo 5, Documento 4, “ Auto para hacer comisión de visita al valle de santo
domingo”. Timotes, 18 de sepembre de 1619; . 675-675v.
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Los cambios climáticos, constituían una variable de peso en el ritmo de las prác-
ticas sociales. Sin importar cuan rigurosos pudieran ser los plazos en la ejecución de
comisiones institucionales, los funcionarios quedaban a merced de un “calendario
vivido” (Velasco Maíllo y Sama Acedo, 2019: 396)
que, ante la ausencia de una infraes-
tructura vial y tecnología de transporte adecuada, dependía en buena medida de las
circunstancias meteorológicas. Por esa razón, y en atención a la detallada descrip-
ción que el visitador hizo de la dicultades que el clima oponía para el cumplimiento
de la comisión visita y en conocimiento de las mismas, don Juan de Borja presidente
de la Real Audiencia, el 20 de septiembre de 1619, quien en respuesta despachó una
real provisión mediante la cual se prorrogaba las actuaciones del Vázquez de Cisne-
ros en Mérida por cuatro meses más, atendiendo a tres razones fundamentales: el
riguroso invierno que estaba próximo a comenzar, el poco tiempo que restaba del
término de un año que se había otorgado para su realización y también porque aún
faltaba por concluir esa comisión y proceder de inmediato a la visita en la ciudad de
La Grita y villa de San Cristóbal inclusas en el Corregimiento de Mérida5.
Al igual que la lluvia, la sequía también representó un evento natural que podía re-
trasar o suspender el proceso de organización del espacio y de la población indígena.
En pisos altitudinales en los que predominaba un paisaje árido y en los que la sequía
producía la aridez el terreno y determinaba la dinámica productiva de la agricultura, se
tuvo especial cuidado que la falta de agua no representara un problema para los pro-
yectados asentamientos indígenas. Especialmente, las estériles tierras que conforman
el valle de las Acequias carentes de aguas que pudieran abastecer a los repartimientos
del valle, se decidió establecer dos poblaciones: la nueva población de Mucubache en
la banda noreste (o, como se denomina “esta banda” del río Nuestra Señora, en donde
se debían congregar a los repartimientos de Mocaz, Mucusnundá, Mucurufuen, Los
Guaimaros, Los Nevados, Mucumbú, Mucupis, Mocosos y Valle de la Paz; y otra po-
blación en Mucuño en la banda suroeste o también la “otra banda”, donde se debía
asentar a los indios provenientes de Mucuño, Tostos, Mucurete, Mucufez, Mucusos,
Las Cruces, La Veguilla, Muchachí, Mucuchay y Mucumaragua6.
Entre los expresados repartimientos se congregaba una población total de 1325
habitantes distribuidos en hombres, mujeres y niños, lo cual hacía presumir una posi-
ble carencia de tierras y aguas para albergar dentro de un mismo pueblo esa cantidad
de indígenas, pero además, era un número que excedía la media aproximada de 630
5 AGNC, Colonia-Visitas-Venezuela, Legajo 4, Documento 1, “Real Provisión: Auto de prórroga de la visita de Alonso
Vázquez de Cisneros al Corregimiento de Mérida por cuatro meses “. Santa Fe, 20 de sepembre de 1619; f. 340.
6 AGNC, Colonia-Visitas-Venezuela, Legajo 4, Documento 1, “ Auto de población de los indios desta banda del rio
de Nuestra Señora en la Loma de Mucuycuy”. Mérida, 24 de enero de 1620; . 296-307.
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habitantes por pueblo que aparentemente rigió la política pobladora de Vázquez de
Cisneros en Mérida (tal como puede analizarse a través de los datos demográcos ex-
traídos de los autos de poblamiento) con lo cual, como lo argumentara fray Domingo
Méndez, padre doctrinero del valle de las Acequias, quien raticó que quedaban “las
dos poblaciones quasi iguales y conformes en indios tierras y temples”7. Precisamente,
fue el mismo religioso uno de los impulsores de la idea de fundar dos poblaciones en
lugar de una en el valle de las Acequias, y su percepción del espacio fue una de las
que en mayor medida se recogió en los autos de población de Mucuño y Mucubache.
En esos dos asentamientos, mediaba una distancia de dos leguas, por lo cual el fraile
certicaba que “…es el mejor que hay y el más abundante de tierras fértiles y de agua
y leña y temple sano y que excede en bondad a todos los demás, y por ser tan bueno
se han inclinado a poblarse allí los naturales del dicho repartimiento.”8
La preferencia de los naturales al sitio de asiento que se proponía para la pobla-
ción de Mucuño, y que se conocía como la Loma de Mucuycuy, pudo haber estado
inuida por la particular percepción del doctrinero, aunque no existen razones con-
cretas para suponer que el criterio geográco de los indígenas fuese totalmente
excluido de su propio proceso de poblamiento, más aún sí se tiene en cuenta que
esta era una de las principales preocupaciones reiteradas en los cuestionamientos
de la pesquisa secreta y el procedimiento de “vista de ojos” llevado a cabo por el visi-
tador. En el auto de población, al que se pudiera denominar el acta de poblamiento
de estos pueblos indígenas, se instruye como una de sus principales advertencias
o aclaratorias que la elección del sitio de asiento del pueblo era el resultado de la
consulta con los indígenas, los encomenderos y el padre doctrinero, apreciaciones
espaciales mediante las cuales el visitador podía sintetizar, junto a su propio criterio
e inspección del terreno, la validez de la decisión.
La opinión de los encomenderos del valle de las Acequias sobre el sitio de po-
blación de Mucuño, permite apreciar el escaso interés que tenían sobre esa tierra
y apelan a jar posición en concordancia con el criterio propio de los indígenas y su
conocimiento particular del terreno atendiendo a su estancia ancestral en el mismo.
En la consulta que se le hiciera al respecto, respondieron en conjunto que:
“…decimos que supuesto que los indios naturales del dicho valle han nacido y criándose en él
así ellos como sus antecedentes (…) y tienen larga experiencia de los temples aguas y frutos
y comodidades que en todo el dicho valle y sus partidos hay así por su experiencia por ser
7 AGNC, Colonia-Visitas-Venezuela, Legajo 4, Documento 1, Parecer de Fray Domingo Méndez religioso de la
orden de Santo Domingo doctrinero de los naturales del Valle de las Acequias sobre su población”. Mérida, 20 de
enero de 1620; f. 211v.
8 Ibidem, f. 210v.
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como todos son labradores y sustentarse de su trabajo como por tradición de sus mayores y
todos los dichos indios unánimes y conformes en las vistas de ojos que para la dicha pobla-
ción en el dicho valle se hicieren Dijeron ser el mejor sitio más sano y cómodo en la loma de
Mucuycuy que es loma llana y apacible de buen temple sana y abundante de buenas aguas
fructífera de todo género de mantenimientos y que está en medio de muy buenas tierras de
labor y ganados que hay desde el dicho sitio hasta el Río de Nuestra Señora”.
9
Sin embargo, algunos días después de emitido el auto de población, los encomen-
deros encabezados por don Francisco Altuve y Gaviria, noticaron al visitador que el
sitio escogido para albergar la población de Mucuño era inadecuado para ese n.
Ciertamente, como lo señala Meneses (1999:168), el terreno escogido para fundar el
pueblo, no era geológicamente óptimo y había sido afectado por la intensa sequía y
por un fenómeno de reptación, o desplazamiento erosivo del suelo, producido por
la alteración supercial del tipo de roca que lo conformaba, lo cual se manifestaba
visiblemente en la formación de una gran cárcava, o concavidad, que atravesaba dia-
gonalmente el terreno en dirección paralela a su pendiente topográca, acentuando
un desequilibrio erosivo que no permitía la instalación de poblamiento alguno. De
acuerdo con Meneses y Gordones (2003:23), desde el punto de vista morfológico, el
rasgo distintivo de la cuenca del rio Nuestra Señora (o rio Negro, como se conoce en
la actualidad), presenta una gran inuencia de la litología, surcado con valles profun-
dos y escarpados y supercies fuertemente afectadas por la erosión y conformación
de cárcavas, a lo que se suma la acción climática de un espacio golpeado por los
vientos del río Chama que producen oscilaciones en la temperatura, vegetación baja,
y laderas secas erosionadas.
En la misiva que los encomenderos enviaron al visitador el 3 de febrero de 1620,
insistieron en que las fracturas generadas en el terreno forzaban el desvío de las ace-
quias de agua y provocarían el hundimiento del suelo con lo que la nueva población
correría mucho riesgo. Textualmente se dirigían al visitador en los siguientes términos:
De hombres es, Señor, herrar y de los que desean asertar es, enmendar, y más no habiendo
sido de malicia, los indios todos se engañaron en el pedimento que hicieron no en cuanto a los
resguardos y temple que son los que vuestra merced les ha señalado copiosísimos y abundan-
tes, más en el sitio que eligieron para pueblo sí. porque con este gran verano se ha abierto la
tierra encima de la loma de mucuycuy de manera que pasando por estas aberturas la acequia
del páramo que es fuerza que venga por el pueblo se hundirá y podría hacer mucho daño…”
10
.
9 AGNC, Colonia-Visitas-Venezuela, Legajo 4, Documento 1, “Parecer de los encomenderos del valle de las acequias
sobre el sio de población de la otra banda de Rio Nuestra Señora”. Mérida, 20 de enero de 1620; f. 214.
10 AGNC, Colonia-Visitas-Venezuela, Legajo 4, Documento 1, “Parecer de Francisco Altuve de Gaviria encomendero
de los indios de Mucusnundá en el valle de las acequias sobre el estado de las erras del sio de Mucuycuy.
Mérida, 3 de febrero de 1620; f. 308.
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Finalmente, atendiendo la recomendación del padre doctrinero del valle de las
Acequias, el juez poblador Pedro Rodríguez y Francisco Altuve de Gaviria entre otros
encomenderos, se emitió un nuevo auto de población en el que se ordenaba hacer
la nueva población de Mucuño en el sitio de la “mesa llana y grande de Mucuba-
chs”.11 Escogido el nuevo lugar para el poblamiento, por segunda vez tendría que
ser mudado nuevamente en 1692-1693 el pueblo de Mucuño por las mismas causas
geológicas y climáticas que afectaban la estabilidad del suelo, y una tercera mudanza
se realizaría en 1874. Lo expresado demuestra, cómo la incidencia de un recurrente
evento climatológico y meteorológico como la sequía, sobre un evento geomorfológi-
co de erosión del suelo, puede, al igual que cualquier otro evento o catástrofe natural,
estar mediado por distorsiones en la percepción social y cultural sobre su frecuencia,
impacto y confrontación. Posiblemente, el conocimiento geográfico ancestral de la
cultura indígena estaba equipado con un arsenal de respuestas, técnicas resilientes
y formas de vida y convivencia frente a eventos de esa naturaleza, sin embargo,
el patrón urbano de organización del espacio colonial en proceso de construcción,
difícilmente podía adaptarse y encontrar su estabilización en medio de una dinámica
geológica y climática de tan drásticos cambios.
Al igual que el valle de las Acequias, cada sitio de población y repartimiento impo-
nía al visitador diversas dicultades derivadas de la conformación natural del espacio
que terminaban por consumir el tiempo ya prorrogado de la comisión. No obstante,
una de las formas en que Vázquez de Cisneros logró abarcar la mayor parte del te-
rritorio en el menor tiempo posible era tratando de congregar la mayor cantidad de
repartimientos indígenas en un solo punto geográco, generalmente, los aposentos
de algún encomendero en donde realizaba las diligencias de visita a de forma si-
multánea a la mayor cantidad de naturales posible. Esto se realizaba mediante una
orden mediante la cual se mandaba a los encomenderos y mayordomos organizar
el traslado y hacer reunir a sus naturales desde los remotos asientos poblacionales.
Así ocurrió con Sebastián Bermejo Bailén, quien se desempeñó como juez de comi-
sión en representación del Oidor, y ordenó a los encomenderos Diego de la Peña,
Hernando Cerrada, Francisco de Gaviria y Juan de Vergara hacer juntar a los caciques
capitanes y demás indios con sus mujeres y familias de los repartimientos del valle
de las Acequias, en los aposentos de Gerónimo Izarra, dando el tiempo suciente
para realizar el traslado en atención a que:
“…aunque los dichos repartimientos parecen circunvecinos a estos aposentos, por ser la tie-
rra tan fragosa y tener necesidad de tiempo para poderse juntar y traer los caciques e yndios
11 AGNC, Colonia-Visitas-Venezuela, Legajo 4, Documento 1, “Auto para que la población de los indios de esta ban-
da del rio de Nuestra Señora se haga en la mesa y loma llamada Mucubachs”. Mérida, 7 de febrero de 1620; f. 318.
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de los dichos repartimientos con la mexor comodidad que se pueda y porque escusen de los
riesgos y peligros que podrían tener el traerse apresuradamente”.
12
Igualmente, como se puede percibir en el caso citado, se procuraba llevar cabo
varias diligencias o procedimientos de forma simultánea, lo que era posible sí el
visitador delegaba las tareas a otros funcionarios. Y es que, la conformación de las
nuevas poblaciones indígenas, la inspección de los repartimientos y los posibles si-
tios de poblamiento, los procedimientos de supervisión, la formulación de causas, el
registro de testimonios y la imposición de condenaciones con su respectivo cobro,
comportó una tarea descomunal que en muchos casos fue ejecutada por jueces de
comisión y de población seleccionados entre los funcionarios de la visita o vecinos
de la misma provincia. Entre ellos, se destacan: Rodrigo Zapata quien durante toda la
visita fungió como escribano del rey y de las visitas generales del reino, y al que se le
delegaron también importantes funciones como juez poblador y de comisión; otras
personas a las que se delegaron estas funciones fueron Pedro Rodríguez, Pedro
de Manos Albas, Antonio de Orduña, el ya mencionado Sebastián Bermejo Bailén, y
Melchor Martín quien ejerció durante la comisión el cargo de defensor y protector de
indios. Eventualmente también, intérpretes como Alonso Fernández Garzón y Juan
de Trejo, podían también desempeñarse en distintas tareas.
2. UNA PROVINCIA DE FRAGOSOS Y MALOS CAMINOS
El clima indiscutiblemente representó un factor que afectó la celeridad de las
diligencias, pero, en paralelo a las condiciones meteorológicas, el estado en que se
encontraban las rutas y vías de paso obligado para el cumplimiento de lo ordenado
imponían una realidad que hacía aún más penosa la realización de la visita. Una rea-
lidad común y aplicable a todo el Nuevo Reino de Granada, por no hacer mención al
resto de Las Indias. No bastaba con emitir una cédula o una provisión y decretar las
visitas periódicas a todo el territorio de la Audiencia, destacaban entre los principales
impedimentos para la celeridad institucional las enormes distancias, lo accidentado
de los terrenos, el mal estado de los caminos o simplemente su inexistencia debido
a que “la realidad del territorio se parecía poco a la visión que tenían los consejeros
en la corte” (Ruiz Rivera, 1975a: 17).
En el último cuarto del siglo XVI, el cosmógrafo ocial de La Corona Juan López de
Velasco (1894: 357), caracterizó al territorio de Nueva Granada como un espacio pre-
dominantemente mediterráneo que dependía en gran medida de los caminos reales
terrestres que, en su mayor parte se hallaban en muy mal estado para transitarse, gene-
12 AGNC, Colonia-Visitas-Venezuela, Legajo 2, Documento 7, “Auto para que Juan de Vergara haga juntar los indios
de los Nevados”. Mérida, 29 de febrero de 1619; f. 1022.
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ralmente por recuas de unos pueblos a otros, aunque, de los repartimientos a los pue-
blos la ausencia de caminos abiertos obligaba al uso de los indios como cargadores. En
este punto es preciso señalar que la visión europea del cosmógrafo con la que percibe
al Nuevo Mundo no es un prolijo ejemplo de infraestructura vial, antes bien, a nales del
siglo XVI las principales vías terrestres que comunicaban a las grandes urbes europeas
seguían siendo los sistemas de calzadas que databan de los tiempos de esplendor del
Imperio Romano en la antigüedad, y en mayor medida, como lo señala Braudel (1976:
373) se dependía de las embarcaciones de escaso tonelaje y de las bestias de carga, en
lugar de los vehículos que solo tenían un limitado uso dentro del espacio urbano.
El estado de las comunicaciones en el siglo XVII en Nueva Granada no sería muy
distinto al descrito por López de Velasco, y la asignación de una comisión de visita
no solo representaba un impedimento para los encomenderos, siempre reticentes
a ser visitados, sino para los mismos oidores quienes sabían de las dicultades que
comportaba el someterse a las incomodidades de recorrer por las dilatadas distan-
cias sobre caminos peligrosos y en general la estancia en sitios apartados y rurales.
En ese aspecto Ruiz Rivera (1975b: 200), arma que fueron incontables los desen-
cuentros suscitados entre el Presidente Juan de Borja y los oidores de la Audiencia
en cuanto al tema del nombramiento de los visitadores: Borja se dirigió al Real Con-
sejo con la petición de que fuera el presidente, y no los oidores, quien escogiera el
partido que debía ser visitado, puesto que los oidores, directamente implicados e
interesados en ahorrase vicisitudes, elegían los territorios urbanos, más fáciles y más
cercanos, solicitud que fue aprobada por el Consejo en 1618.
La de Mérida, como el mismo visitador Vázquez de Cisneros señalaba, era entre
las provincias “la más remota y apartada de la dicha real audiencia”, siendo necesario
para llegar a ella desde la ciudad de Santa Fe de Bogotá sesenta días de “tan fragosos
y malos caminos y de tantos desiertos”, por lo que, como el mismo visitador lo decía,
nunca había sido visitada desde su fundación “que a más de sesenta años por ningún
oydor ni arzobispo”.13, aunque eso fuera falso. Las particularidades del espacio geo-
gráco merideño ceñían al transporte y las vías de comunicación a las condiciones
de un relieve montañoso y accidentado, con travesías en las que se imponían valles
profundos y estrechos corredores que durante la época de prolongadas lluvias se
convertían en vías fangosas e intransitables: especialmente los páramos resultaban
peligrosos en medio de densas nieblas que dicultaban la visibilidad de los caminos.
En ese sentido, Pérez Hidalgo (1996:18) arma que vencer los obstáculos impuestos
por la cordillera, requería de técnicas rudimentarias de vialidad en las que el camino
13 AGNC, Colonia-Visitas-Venezuela, Legajo 5, Documento 1, Auto para que se despache comisión para hacer las
diligencias de visita a la ciudad de Gibraltar y su jurisdicción”. Mérida, 3 de agosto de 1619; f. 6.
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de recua era la mejor opción cuando se trataba de acondicionar las comunicaciones
a los factores climáticos y adaptar los tramos a las formas del relieve. Como lo propo-
ne Braudel (1976: 476), en referencia a los hombres del Mediterráneo en el siglo XVI,
podemos decir que los hombres de Mérida y Nueva Granada estaban “resignados a
todas las lentitudes, a un espacio que devoraba su tiempo y sus esfuerzos, y que, en
la lucha contra las distancias se agregaba un plus de incertidumbres que tenían mu-
cho que ver con la suerte y la casualidad: “el hombre, no era entonces dueño de las
distancias (…) y nadie estaba seguro de antemano de los retrasos con que tropezaría
al avanzar, al desplazarse, al obrar o querer obrar”.
Quizás, una de las situaciones más apremiantes del sistema vial de la Mérida del
siglo XVII, era la notoria ausencia de puentes. La premura en completar las diligen-
cias de visita antes de la llegada de las lluvias, o bien, el tener que aguardar a que las
aguas crecientes retrocedieran antes de continuar con los encargos, fue una cons-
tante de esta comisión en la que se tenía especial cuidado sobre el hecho de que
las aguas de ríos como el “Motatán y Chama y otras muchas quebradas peligrosas
y particularmente la de Mucuxun podrían impedir y estorvar el paso a la ciudad de
Mérida.”14 Un río con aguas tan caudalosas y violentas como el Chama, era práctica-
mente imposible de ser cruzado incluso en tiempos de sequía, sobre todo en puntos
de conexión como el de Estanques ubicado nueve leguas hacia el suroeste de la
ciudad de Mérida y de vital importancia en la comunicación y comercio del camino
real entre Nueva Granada y la Provincia de Venezuela. En general, pese a la impor-
tancia de esta vía de comunicación, muchos de sus puntos de acceso dependían del
cruce de ríos por vados más o menos transitables o por troncos dispuestos sobre las
aguas, y en los lugares particularmente difíciles se utilizaba una tecnología de cruce
llamada “cabuya” o “tarabita” que funcionaba por medio de cuerdas impulsadas por
fuerza de tracción desde la orilla o por el mismo pasajero (Pérez Hidalgo, 1996: 23).
En octubre de 1619, el Capitán García Varela, vecino de Mérida y encomendero
de los indios de Chuara (también llamados Estanques), con el apoyo del cabildo re-
clamaba ante el visitador Vázquez de Cisneros que el comercio entre Venezuela y
Nueva Granada había cesado por estar cerrado el paso del río en los Estanques, y
que, en su intento por vadear el caudal, ya había resultado ahogadas algunas perso-
nas. La causa de esta interrupción se debía a que la cabuya que hacía funcionar la
tarabita que permitía el paso de una banda a la otra del río Chama “se había podrido
y consumido con las aguas y el tiempo”, dado que, quienes solían hacer la cabuya o
realizar el mantenimiento y asistir a los viajantes en el paso del río, eran los indios
14 AGNC, Colonia-Visitas-Venezuela, Legajo 5, Documento 4, Auto para hacer comisión de visita al valle de santo
domingo”. Mérida, 18 de sepembre de 1619; f. 765v.
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del repartimiento de Chuara, que por orden del visitador habían sido enviados a
poblarse lejos de allí en la nueva población de La Sabana junto con otros indios
de diferentes partes. En los mismos términos y en clara conciencia de los límites
jurisdiccionales de cada institución, Vázquez de Cisneros notica al cabildo que la
responsabilidad y negligencia en los daños que se sucedieran, eran completamente
cargo y culpa de la institución capitular en cuya competencia se encontraba el reparo
de la cabuya y el cobro del paso por ella15.
En qué medida, el rio Chama y las condiciones adversas para sortear su caudal, repre-
sentaban un verdadero obstáculo natural, hasta el punto de que la falla en un compo-
nente tecnológico interrumpiera la conexión entre dos importantes porciones del imperio
español en América. Un espacio geográco, nos recuerda Olivier Dollfus (1976: 40-42),
puede ser más o menos franqueable o permeable según la época y las condiciones téc-
nicas con que las sociedades enfrentan este tipo de subordinaciones en la organización
del espacio. De acuerdo con esto, los espacios pueden ser valorizados o desvalorizados
en función de las limitaciones que impone la naturaleza al hombre, pero, más importante
aún, estas limitaciones pueden depender también de los signicados cambiantes que dis-
tintas circunstancias, épocas o culturas le asignan a un determinado obstáculo: con lo cual
se comprende que un obstáculo natural adquiere un valor siempre relativo.
Por un lado, asistimos a una manifestación clara de la confrontación entre un
cabildo dominado por la élite de encomenderos y la visita del Oidor Vázquez de Cis-
neros, lo que puede dar algunas luces acerca de la lucha del gobierno municipal por
desacreditar los propósitos de la visita. Aunque por otro lado también, debe tenerse
en cuenta que, posiblemente, las percepciones sobre las dicultades en el dominio
del espacio dependían en buena medida de la aplicación de considerables esfuer-
zos y mano de obra, que, en este caso, era proporcionada por la institución de la
encomienda bajo un mecanismo de prestación de servicios personales que permitía
disminuir los costos en todos los órdenes de la producción. Es de destacar la impor-
tancia de la asignación de distintos tipos de labores en función de la procedencia
cultural, ocios manuales que dentro del sistema de valores de la sociedad blanca
solo podían ser ejercidos por personas de menor calidad. Visto de este modo, más
que un obstáculo natural, los obstáculos que debían sortear los encomenderos y el
cabildo en el paso de Estanques, eran de índole económica y cultural.
En las Ordenanzas expedidas por Vázquez de Cisneros para Mérida, el numeral
41 de este conjunto normativo indicaba claramente que los caminos y malos pasos
15 AGNC, Colonia-Visitas-Venezuela, Legajo 11, Documento 16, Auto sobre la cabuya y avío en el paso del rio cha-
ma en el sio de los Estanques”. Mérida, 27 de octubre de 1619; . 998-999.
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debían ser “aderezados, mantenidos o reparados, para evitar desgracias y pérdidas
en el trajín y comercio de unos pueblos a otros, y prohibía expresamente que los in-
dios realizaran estos trabajos “sin paga bastante(Gutiérrez de Arce, 1946: 1175). El
riesgo que los indios corrían al trasladarse con frecuencia desde sus asentamientos
hasta las estancias de los encomenderos, era considerable también y fue señalado
por el visitador en la ordenanza número 40, en la que prohibía llevar a los naturales
provenientes del valle de Santo Domingo, valle de la Sal, las Acequias y otros lugares
distantes a más de tres leguas, a las estancias y labores del Ejido de Mérida, los Guay-
maros y la otra banda del río Albarregas, en a tención a que:
“...la larga distancia de los caminos como porque en las venidas y vueltas a sus repartimientos
han pasado paramos fríos y ríos y quebradas que en tiempo de invierno son caudalosas y
rápidas y peligrosas de que se les ha resultado riesgos y peligros de sus vidas y de ahogarse
y emparamarse para cuyo remedio y que cesen muchos daños e inconvenientes” (Gutiérrez
de Arce, 1946: 1174-1175).
El conocimiento y la experiencia que sobre el espacio geográco poseían los indí-
genas, fue un factor que los conquistadores y encomenderos usaron a su favor para
sortear las dicultades geográcas. Ante un espacio accidentado, peligroso y con au-
sencia de vías de comunicación adecuadas, el indígena fue utilizado sistemáticamente
como constructor de caminos y sobre todo como transporte de carga, una actividad
que fue progresivamente mermando la densidad demográca de los naturales hasta
que las leyes e instituciones procuraron mayores regulaciones en su prohibición y fue-
ron introducidos paulatinamente animales de tiro como el burro, la mula y el caballo
sobre los que se transportaban mercancías en caravanas o arreos. Aunque en la visita
de Vázquez de Cisneros a Mérida no se constataron acusaciones a los encomenderos
por usar a los indios como cargadores, en las Ordenanzas de Mérida se insiste sobre
este asunto al prohibir, que los indios fueran cargados a menos que se tratara de “…
la construcción de alguna casa o iglesia si se extraen madreas de arcabucos donde no
puedan llegar mulas y bueyes para cargar” (Gutiérrez de Arce, 1946: 1169-1170).
Es importante no perder de vista que la precariedad de las comunicaciones y las
dicultades que pudiéramos asumir naturalmente como obstáculos, no son más que
percepciones culturales del espacio que, en este caso, obedecen a una particular
forma de adaptación de la dinámica productiva y comercial requerida en la celeridad
del proceso de implantación colonial. Es imposible aseverar que esta percepción
espacial haya sido la misma de los indígenas, quienes resultaron ser de gran utili-
dad como guías, cargadores, arrieros y constructores en un espacio sobre el que se
manejaban de acuerdo con un bagaje de conocimientos y experiencias generadas
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desde su propia cultura. A pesar de dicha precariedad percibida, las vías de comuni-
cación existentes hasta el periodo en estudio, eran de vital importancia para la eco-
nomía colonial merideña. Especialmente el camino real que conectaba al Nuevo Rei-
no de Granada con la Gobernación de Venezuela y su entronque con el camino del
valle de la Sal que conducía hasta el Lago de Maracaibo, eran las vías más naturales
y expeditas que ponían al espacio colonial merideño en contacto con los principales
puertos de exportación e importación de productos.
En ese sentido, caminos y transportes, vistos como fenómenos geográcos tam-
bién, se rigieron y organizaron sobre la base de unas rutas históricas que, tanto
para las culturas indígenas como para la cultura europea, tenían sus particulares
dicultades y signicados, pero que, sobre todo en función de la nueva dinámica del
espacio colonial merideño, cobraban un sentido capital en virtud del principio rector
del “mínimo coste, de acuerdo con el cual se analizan los espacios considerando
los costes a largo y corto plazo, el valor del tiempo, los costes de congestión u obs-
taculización, y la calidad misma del transporte. Igualmente, sobre la base de estos
principales tramos viales, se estructuró uno de los principales criterios de escogencia
de lugares para la fundación de los nuevos pueblos indígenas. En teoría, la nueva
organización del espacio colonial merideño debía, por un lado, poner en conexión
a los asentamientos indígenas con las vías de comunicación que llevaban a los prin-
cipales centros de producción y comercialización, una forma de aprovechamiento
de la mano de obra local en función del sistema de comercio transatlántico del que
Mérida participaba; y por otra parte, esta interconexión debía hacer más accesible y
focalizado el control que las instituciones y funcionarios civiles y eclesiásticos debían
ejercer sobre la población indígena.
CONSIDERACIONES FINALES
La visita del Oidor Alonso Vázquez de Cisneros entre 1619 y 1620 fue uno de los
puntos cruciales en el proceso de construcción y organización del espacio colonial
merideño, en el que la denitiva inserción de los grupos indígenas en la pautas cul-
turales, económicas y sociales europeas pasaba por su equitativa distribución de-
mográca en reducciones poblacionales a la usanza hispánica. El logro de dicho
cometido por parte de la comisión de visita en Mérida se topó con diversas dicul-
tades que hicieron aún más embarazosa su realización en los tiempos estipulados
mediante provisión de la Audiencia de Santa Fe de Bogotá. Entre las dicultades que
marcaron el ritmo de la visita de Vázquez Cisneros a Mérida, y que han sido objeto
de interés de la presente investigación, la inuencia del medio físico fue tal vez uno
de las más signicativas.
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Por un lado, la diversidad climática y paisajística derivada de los múltiples pisos
climáticos que componían la geografía del espacio colonial merideño, fue una de las
principales causas del retraso de la comisión, hasta el punto de necesitarse autori-
zación de la Audiencia para extender su fecha de conclusión. Tanto la lluvia, como
la sequía y la inclemencia de los páramos andinos, fueron impedimentos para el
traslado de los funcionarios desde unos lugares a otros dentro de la jurisdicción del
corregimiento, la ejecución de las diligencias de visita y por tanto para el estableci-
miento de los centros poblados indígenas. Por otra parte, y concomitante con las ya
mencionadas dicultades naturales, tendrá una fuerte incidencia también la ausen-
cia de caminos y vías de comunicación en buen estado, que, totalmente vulnerables
a las vicisitudes climáticas de la región hacían prácticamente imposible el acceso a
los sitios en que se encontraban asentados los repartimientos indígenas.
Claramente, la identicación de este conjunto de dicultades naturales y tecno-
lógicas, deben tomarse como expresión de la percepción geográca del visitador
como sujeto histórico-social involucrado en el proceso de ocupación, organización
y aprovechamiento del espacio colonial merideño. Percepción geográca mediada
por la incidencia de unas prácticas y representaciones culturales tendientes a la im-
plantación denitiva y efectiva de la institucionalidad regia en una de las provincias
indianas más remotas. Ante un espacio geográco plagado de inconvenientes, en la
percepción geográca del funcionario de visita pesa de forma fundamental su propia
concepción de obstáculo o barrera natural, de tal forma que buena parte de esta
concepción la podemos encontrar en las Ordenanzas que en 1620 dejara estableci-
das como compendio normativo el visitador, y en las que propone los distintos reme-
dios para, entre otras cosas, la organización del espacio. Ciertamente, como queda
planteado en el trabajo, las percepciones geográcas sobre la noción de obstáculos
o barreras naturales dependen en buena medida del punto de vista y del lugar cul-
tural desde dónde se miren, por lo que, aún queda abierta la línea de investigación
para explorar, en fuentes como los autos de visita, la forma en que otros actores
sociales como indígenas y encomenderos percibían aquello que sincrónicamente
visitador estaba observando.
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