CLÍO:
Revista de ciencias humanas y pensamiento crítico.
Año 2, Núm 4. Julio / Diciembre (2022)
Ángel Rafael Lombardi Boscán
Senderos de gloria: la muerte bella. PP: 211-213
ISSN 2660-9037
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Las guerras deberían ser prohibidas. Sólo que esto implicaría solicitarle a Dios
el envío de otro Diluvio o que permita el auto suicidio nuclear que hoy pende de
un hilo sobre la humanidad entera para así recomenzar desde cero o permitir que
otras especies superiores, como la que llamamos despectivamente como: animales,
terminen por ocupar nuestro lugar.
“No permitáis que la ambición se burle del esfuerzo útil de ellos / De sus senci-
llas alegrías y oscuro destino / Ni que la grandeza escuche, con desdeñosa sonrisa /
los cortos y sencillos hechos de los pobres. / El alarde de la heráldica, la pompa del
poder y todo el esplendor, toda la abundancia que da, / espera igual que lo hace la
hora inevitable. / Los senderos de la gloria no conducen sino a la tumba”. Thomas
Gray (1716 / 1771).
En la Historia hay muchas derivas. La más terrible fue y es la esclavitud (en sus
formas modernas en el ámbito laboral). Otra, las guerras y persecuciones religiosas
basadas en la exclusividad de un Dios o por sus distintas formas de ofrendarle. Aun-
que la más dañina de todas es el culto al nacionalismo. Eso de que la Patria es el altar
dónde se inmolan los patriotas es un teorema caza bobos ya que los únicos que se
inmolan son los soldados más bobos. Ni los ociales del Alto Mando ni los potenta-
dos van a jugarse el pellejo para convertirse en carne de cañón. Y quienes al nal son
las víctimas del reclutamiento van a morir sin pena ni gloria aunque los homenajes
ociales digan lo contrario. El miedo siempre oprime a la libertad y dignidad.
“El patriotismo es el último refugio de un canalla”. Esto es de Samuel Johnson
(1709-1784) y en la película lo repite el Coronel Dax, interpretado magnícamente
por un sobrio Kirk Douglas, quién lo esgrime como latigazo contra la casta de los ge-
nerales foie gras atrincherados en palacios como el de Versalles y bien lejos del ho-
rror de las trincheras en el frente de guerra. Es que la Primera Guerra Mundial hizo
de las trincheras unas tumbas y cementerios mal olientes dónde las acometidas de
la infantería chocaban irremediablemente ante las balas invisibles de los nichos de
ametralladoras y la munición mortal de la artillería. Nadie podía vencer al otro desde
un asalto frontal. Alemania y sus aliados son vencidos por agotamiento. Aunque igual
le pudo suceder a los franceses e ingleses. Los Estados Unidos, con tropas frescas,
inclinaron la balanza en la contienda como volverían hacer en la Segunda Guerra
Mundial (1939-1945).
Es tan brutal el alegato anti belicista que nanció Kirk Douglas y elaboró artís-
ticamente Stanley Kubrick que en poco más de una hora asistimos sorprendidos
y apenados por ésta gran vergüenza humana. En Francia, Inglaterra y hasta en la