CLÍO:
Revista de ciencias humanas y pensamiento crítico.
Año 3, Núm 5. Enero / Junio (2023)
Cecilia Montero Gutiérrez
Cantos de arrullo y estudios decoloniales... PP: 325-343
ISSN 2660-9037
336
beres, utilizados como mecanismos para perpetuar la diferencia étnica, racial
y cultural más allá del colonialismo, es lo que el grupo en cuestión ha deno-
minado colonialidad del poder: un concepto que describe el dispositivo que
produce y reproduce la diferencia colonial más allá de la diferencia étnica en
los procesos culturales. (Castro-Gómez, Grosfoguel, 2007).
Ahora bien, la música -como hemos visto-, es producto de un proceso cultural
que se construye y que construye sentido en sus sonidos, en las imágenes que evo-
ca, en los relatos y, por tanto, no es lenguaje univoco, sino un conjunto de discursos
que se entrecruzan para dotar de sentido y signicación las diversas prácticas en las
que se maniesta, pero como expresa Pitarch (1997), el poder evocativo que posee
la música no se entiende como un dominio de lo subjetivo, de lo individual, sino
que se trata más bien del compromiso de la subjetividad con el imaginario social, es
decir, supone que los procesos subjetivos que la música provoca son «culturalmente
conscientes», y que esa unión que establece la música entre imágenes, sonidos,
memoria, sensaciones, recuerdos y deseos, crean en el emisor (y el receptor), for-
mas de subjetividad que son en sí mismas inequívocamente sociales.
La música entonces puede ser un mecanismo o un dispositivo de per-
suasión sutil y efectiva para establecer a través de sus sonidos, un universo
de representaciones que, construidos desde un imaginario social, pueden
ser internalizados a través de un de proceso de subjetivación que propicia la
asunción de valores colectivos como propios. Por tanto, si la música puede
ser “leída” en su sentido gramático- musical o lenguaje especializado, tam-
bién puede ser leída como “lenguaje cultural” por su esencia eminentemen-
te social, constituyendo un documento inestimable para el conocimiento de
los pueblos, sus costumbres y su historia.
Los cantos de cuna o de arrullo como expresión musical y producto cul-
tural, son una de las principales herramientas de aculturación del individuo
recién nacido. Como hemos visto, en su mayoría, proceden de modelos me-
dievales europeos; que, hay que resaltar, trajeron consigo la lógica episté-
mica del colonialismo, pudiendo encontrar canciones de cuna de herencias
africana o indígena que han permanecido entre nosotros mezcladas no sólo
con melodías europeas sino también con la ideología eurocentrada, cons-
tituidas en saberes populares, cantadas en la cotidianidad de los hogares, es
decir, naturalizadas, como lo apunta Quijano: “El eurocentrismo naturaliza
la experiencia de la gente dentro de este patrón de poder”. Quijano expone
que la perspectiva cognitiva eurocéntrica no sólo era o es de los europeos