CLÍO: Revista de ciencias humanas y pensamiento crítico / Año 3, Núm 6. Julio / Diciembre (2023)
Rafael Balza García
La ciencia experimental, sus lectores y bibliotecas en la América colonial... PP: 46-74
ISSN 2660-903751
decente recreación de los ánimos, como para el desarrollo y enseñanza de las artes mecáni-
cas (Leal, 2012). En otras provincias, ya para la fecha de su expulsión, el primer Colegio de Mé-
rida, o primer Gran Colegio Venezolano fundado por ellos en 1628 de nombre “San Francisco
Javier”8, contaba en su biblioteca con 450 volúmenes, donde aparecían obras como la
Matemá-
tica
de Juan de Sacrobosco. En otro caso, también contaba con una magnica biblioteca para
1791 el Seminario de San Buenaventura, donde se encontraban 488 libros empastados y más
de 3.146 pergaminos, haciendo un total de 3.634 obras (Leal, 2012; Del Rey Fajardo, 1999).
Otro tipo de biblioteca que ayudó mucho a introducir la física experimental, a veces más
que alguna cátedra, físicos experimentales o alguna Academia, sin duda, fueron las
bibliotecas
privadas.
En el intersticio de esta situación muchos libros cientícos y modernos llegaron a estar
en manos de particulares. Ya desde 1740 es posible ver esto último en la Provincia de Caracas,
cuando desde algo temprano se aprecian —en bastante número—, por ejemplo, los libros de los
propulsores del movimiento
Novator
como Benito Jerónimo Feijóo o Tomás Vicente Tosca.
Un hecho que, aunque no nos dice que los mismos hayan sido usados siempre por sus
dueños para formase una mentalidad cientíca, nos habla ya de la presencia en la Provincia
desde mediados del siglo XVIII de libros que fueron referentes en España para la divulgación
de la nueva física9. Aunque no podemos suponer que con sólo la entrada e incremento de
libros cientícos en la Provincia de Caracas se creó un pensamiento cientíco, al menos es
seguro que llegaron a la sociedad venezolana. Si bien “los libros cientícos comenzaron a
arribar casi desde el mismo momento del descubrimiento del territorio venezolano [y] (…) una
cosa [sea] la llegada de los libros cientícos y otra cosa (…) la instauración de establecimien-
8 En este colegio comenzaron a enseñarse las primeras letras y a realizarse los estudios más amplios de gramática; base
para los cursos superiores de filosofía, teología, derecho y medicina que los estudiantes —por lo regular— continuaban
en Santa Fe de Bogotá, en la Universidad de Santo Domingo o, en la Universidad de Caracas a partir de 1721 [Leal, 2012;
Del Rey Fajardo, 1999].
9 Es bueno acotar que, a parte de la Provincia de Caracas, en Mérida, para la segunda mitad del siglo XVIII, también llegaron
libros sobre ciencia moderna y existieron algunas bibliotecas bien surtidas al respecto. Como nos señala Leal, “a partir de
1700 comienzan a llegar en gruesos volúmenes las corrientes del pensamiento universal moderno (…) encontramos en las
casas y haciendas, un tipo de literatura que habla de progreso, de técnica, de “ciencias útiles”, de física, matemáticas, quí-
mica, botánica y mineralogía (…) microscopios, máquinas eléctricas, ensayos del padre Feijóo, Jovellanos, Campomanes y
Cadalso -donde se critica a Aristóteles (…) y se proclama la enseñanza de las nuevas doctrinas de Descartes, Bacon y Newton
(…)” [Leal, 1985: 453]. En Mérida, como en Caracas, encontramos en manos de grandes familias adineradas bibliotecas bien
nutridas del pensamiento científico. Encontramos el caso de Don Mariano Verástegui, rico vecino de Mérida y dueño de la Ha-
cienda de Santa Cruz de Estánquez. En su biblioteca aparecen 15 tomos de Feijóo, la
Historia Natural
de Buon, los Elementos
de Historia Natural de Fourcroy, los
Elementos de Medicina Práctica
de Cullen (el mismo que usó Felipe Tamariz en su curso de
medicina en la Universidad de Caracas), la
Anatomía
de Martín Martínez, el
Diccionario de Química
de Joseph Macquer, la
Opera
Médica
de Boerchasi, el
Tratado Elemental o Principios de Física
de Brisson o, el
Idioma de la Naturaleza
de Francisco Solano Luque.
Y sin mencionar al Fray Manuel Cándido Torrijos, de quien ya se conoce su extensa bibliografía en libros de física y ciencia
moderna, y en propiedad de aparatos científicos. Leal [1985] da cuenta que trajo de Cádiz 65 cajones de libros, contentivos de
un total de 3.000 libros de las más variadas materias; y además de los autores españoles modernos referidos en el caso de Don
Mariano Verástegui, Torrijos poseía de Francois Bayle las
Diss. de experientia et ratione conjungenda in physica
,
medicina et cirugía
y las
Institutiones physicae
, ambos trabajos modernos. Asimismo, del físico alemán Friedrich Homann su
Theoremata Physica
y
Medicina rationalis systematica.
Sin duda, una gran cantidad de temas, textos y obras sobre ciencia física y médica que ni aún en
Caracas, algunos, existían para la fecha; o al menos no los hemos encontrado hasta el momento.