Ensayo
Recibido: 02/10/2020
Aceptado: 03/12/2020
MARACAIBO Y EL 19 DE ABRIL DE 1810: AUN SIN ESTRELLA
EN LA BANDERA NACIONAL
Ángel LOMBARDI BOSCÁN*
RESUMEN
La desintegración del régimen colonial en la América Hispana no fue un proceso
uniforme, menos aún en el caso de las provincias que conformaron la Capitanía
General de Venezuela. Se analizan las circunstancias históricas que condujeron a
la dirigencia políca y económica de la provincia de Maracaibo a asumir una posi-
ción moderada o pro-realista hasta 1820. Maracaibo, al igual que Coro y Guayana,
no sigue el ejemplo de los caraqueños luego del 19 de abril de 1810, porque sus
intereses geográcos, comerciales, administravos, jurisdiccionales y polícos no
forman parte de la misma cuadratura. Maracaibo es una región al occidente del
país, con una dinámica de funcionamiento autónomo cuyo Lago y zonas adyacen-
tes le conere idendad propia.
Palabras clave: Independencia, provincia de Maracaibo, poder central, autono-
mía.
MARACAIBO AND APRIL 19, 1810: EVEN WITHOUT A STAR ON
THE NATIONAL FLAG
ABSTRACT
The disintegraon of the colonial regime in Hispanic America was not a uniform
process, even less in the case of the provinces that made up the Captaincy Gene-
ral of Venezuela. The historical circumstances that led the polical and economic
leadership of the province of Maracaibo to assume a moderate or pro-realist po-
sion unl 1820 are analyzed. Maracaibo, like Coro and Guayana, does not follow
the example of the Caracas people aer 19 April 1810, because their geographic,
commercial, administrave, jurisdiconal, and polical interests are not part of
the same square. Maracaibo is a region in the west of the country, with an au-
tonomous funconing dynamics whose Lake and adjacent areas give it its own
identy.
Keywords: Independence, Maracaibo province, central power, autonomy.
*Director del Centro de Estudios Históricos de la Universidad del Zulia, bucefalo@hotmail.com
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I
En un acto que bien valdría calicar de mezquindad histórica por parte del
Poder Central, la ciudad de Maracaibo, no está aún representada por ninguna
estrella en el pabellón nacional. Y esto se explica porqué Maracaibo no acompa-
ño a Caracas ni en el 19 de abril de 1810 ni en la Declaración de la Independencia
el 5 de Julio de 1811.
Maracaibo, doscientos años atrás, era una provincia con nexos más rmes
con los territorios de la Nueva Granada, con los cuales colinda, que con los que
se ubican en el centro del país. De hecho, luego de la unicación territorial y
administrava llevada a cabo por los borbones erigiendo la Capitanía General
de Venezuela en 1777, Maracaibo y sus autoridades van a protestar las nuevas
prerrogavas que convierten a Caracas en cabeza de todas las provincias uni-
das. Las rivalidades son de carácter comercial fundamentalmente, aunque se les
acompaña por otras que enen que ver con las jerarquías administravas e ins-
tucionales junto a sus disntas competencias. En pocas palabras, a los marabinos
de ese entonces no les gustó estar un escalón más abajo que los caraqueños
1
.
Si no como entender el encarcelamiento de los emisarios que los caraqueños
envían al Occidente para que reconocieran al nuevo Gobierno surgido el Jueves
Santo del año 1810. Quienes sí acompañaron a los de Caracas fueron trujillanos,
merideños y tachirenses, por los mismos movos que tenían los marabinos para
desconar de los del Centro, sólo que el rival incómodo en este caso lo represen-
taba Maracaibo que administravamente ejercía predominio sobre los estados
andinos
2
.
El 19 de Abril de 1810 trajo una recomposición en las alianzas interprovincia-
les y creó las condiciones para el enfrentamiento posterior entre pardarios de
la Republica y aquellos que defendían a la Monarquía. Las causas que explican
lo ocurrido el 19 de Abril de 1810 son muchas, aunque hay una que sobresale
como bien lo señala Vaamonde en un reciente trabajo: “… y principalmente con
el de atender la salud pública de este pueblo que se halla en total orfandad,
no sólo por el cauverio del Sr. D. Fernando Sépmo, sino también por haberse
disuelto la junta que lo suplía en lo tocante a la seguridad y defensa de sus domi-
nios invadidos por el emperador de los franceses, y demás urgencias de primera
necesidad” (VAAMONDE, 2012)
3
1 Para entender la Historia del Zulia en un sendo admiravo y a modo de divulgación es funda-
mental: BESSON, J.: Historia del Zulia, 5t, Maracaibo, 1943, y como complemento, aunque ya el rigor
está mucho más presente, véase: HERNÁNDEZ, Luis Guillermo y PARRA, Jesús Ángel. Diccionario
General del Zulia. 2t, Maracaibo: Banco Occidental de Descuento, 1999.
2 Caracas se levantó con pretensiones de ser capital, pero se encontró con la madurez de las provin-
cias que también querían ser protagonistas y no simples seguidoras del cabildo capitalino. Con qué
tulos quiere erigirse Caracas en capital, si nosotros tenemos inteligencia, capacidad económica y
nanciera y facultades para ser autónomos. Así respondió Maracaibo y tomó la misma postura que
las ciudades de la Península. Optó por la causa realista. Mérida se declara patriota en contraposición
a la postura marabina, distanciándose así de su capital provincial natural. Le cobra a Maracaibo la
capitalidad que tanto había añorado. Y por otra parte, le pasa también factura a Caracas que se había
opuesto junto a Santafé a que el Seminario de Mérida tuviera el tulo de universidad. Era la ocasión
de reclamar capitalidad en lo intelectual y educavo, preseas que no le podían discur sus rivales
vecinos. Véase: PORRAS CARDOZO, B. E.: “21 de Sepembre de 1810 ¿Punto de Parda o Punto de
Llegada?” en Bolen del Archivo Histórico. ISSN: 1316-872X. Año 9. Enero-junio 2010, Nº 15. Univer-
sidad de Los Andes. Mérida – Venezuela, págs. 65-86.
3 Según la interpretación que privilegia Vaamonde (2012) sobre el 19 de abril en Caracas, los cabildan-
tes, actuaron en resguardo de sus intereses de clase dominante y dirigente de la sociedad colonial,
no dispuestos a que el vacío de poder dejado por la Metrópoli sea sustuido por agentes externos
e internos extraños a ellos mismos. Emparan y otros funcionarios de la administración monárquica
fueron acusados de afrancesados, aunque básicamente se les percibió, como débiles e irresolutos
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Maracaibo y sus autoridades se mantuvieron leales a la Regencia y descono-
cieron el paso dado el 19 de Abril en Caracas. Esta “delidad” de los marabinos
nos luce sospechosa, y por qué no decirlo, oportunista, ya que las nocias que
en ese entonces se manejaban acerca del futuro de la Metrópoli no eran nada
halagadoras. El acto de delidad de Maracaibo hay que entenderlo básicamente
dentro de la disputa y rivalidad preexistente en contra de los de Caracas, aunque
esto obviamente, desde la percepción de la clase dirigente peninsular y criolla,
que en el caso de Maracaibo, mantuvo su alianza impertérrita.
Lo cierto del caso es que Maracaibo y su Gobernador, Fernando Miyares
(1749-1818), pasan a converrse en cabeza de la contrarrevolución y coaligados
con los corianos y guayaneses van a defender “patriócamente” la causa realista
en los venideros años del conicto
4
.
Otro asunto no menos importante es la conjetura piadosa que se ha cons-
truido alrededor del recuerdo épico de la Independencia nacional, que no es
otro que señala que fue un proceso guiado por las ansias de libertad en contra
de la Monarquía hispana. Como han dicho Raymond Carr y otros estudiosos del
periodo que nos conduce de Colonia a Republica (1750-1830): España es la que
se ausenta de América, luego de la invasión de Napoleón sobre la península en
1808, y no los americanos quienes abogaron por romper el vínculo colonial.
Los americanos, y no todos, sólo la minoría blanca criolla, se decide actuar
bajo una situación de emergencia y anomia
5
, ante el temor bien fundado en ese
entonces, de una nueva dominación exterior representada por los franceses o por
el resquebrajamiento del orden social interno en donde los principales privilegios
recaían entre ellos mismos. Los sectores sociales “populares” de la Colonia en
Venezuela, sempiternos explotados, carecieron de líderes oportunos, que con la
adecuada lectura del momento, pudiesen erigirse como representantes e interlo-
cutores validos de las ansias, muy legímas por cierto, de promoción social. Los
pardos, negros e indios, actores anónimos, silenciosos e invisibles de una historia
como drama y tragedia, mascullaban el rencor de una sociedad que les negó ser
reconocidos como iguales. Las leyes hispanas les otorgaron algunos derechos, e
incluso, en la época de los borbones a través del Rey Carlos III (1716-1788), estos
alentaron algún po de reformismo social (RODULFO CORTES, 1978)
para con ello
restarles poder a los amos blancos, sobretodo, a los mantuanos criollos.
En una sociedad esclavista como la venezolana de ese entonces y cuya lógica
políca de funcionamiento era la explotación de una minoría ilustrada y pudien-
te sobre una mayoría analfabeta y pobre, la Independencia, aunque sería más
preciso, señalar, la Autonomía, a la cual los cabildantes caraqueños en un primer
momento aspiraron, no fue otra cosa que un acto de sobrevivencia social, polí-
ca y económica de acuerdo al resguardo de intereses y privilegios
6
.
en ser capaces de garanzar la “seguridad y defensa. Luego de la fallida Conjura de los Mantuanos
en el año 1808, el pacto entre la elite blanca, criolla y peninsular, sufrió una erosión irreversible. Los
“hombres” del 19 de Abril en Caracas fueron gente moderada que procuraron atajar el radicalismo
sin importar su procedencia. Véanse dos obras esenciales para comprender ésta cuesón: McKINLEY,
P. MICHAEL: Caracas antes de la Independencia, Caracas, 1992 y QUINTERO, I.: La Conjura de los
mantuanos: úlmo acto de delidad a la monarquía española. Caracas 1808, Caracas, 2002
4 Apenas tenemos estudios puntuales y monográcos sobre las actuaciones del “Pardo Realista”
en Venezuela. En este sendo es fundamental el libro de: STRAKA, T.: La voz de los vencidos, ideas
del pardo realista de Caracas (1810–1821), Caracas, 2007, y también: LOMBARDI BOSCAN, A.R.:
Banderas del Rey, Maracaibo, 2006.
5 Nos dice el Diccionario de la Real Academia Española (RAE) que su signicado es doble: Ausencia
de Ley y Conjunto de situaciones que derivan de la carencia de normas sociales o de su degradación.
6 En esto el Maniesto Comunista (1848) escrito por Carlos Marx y Federico Engels es inapelable: Las
ideas de la clase dominante son las ideas dominantes en cada época; o, dicho en otros términos, la
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De tanto reper un supuesto, como el hecho de que la Independencia nacio-
nal se libró en contra de España, que terminamos por asumirlo a rajatabla, sin
maces, sin apreciar el verdadero contexto histórico y las disntas uctuaciones
que ese momento tuvo. No me cabe la menor duda que a la Independencia se
iba a llegar tarde o temprano. Que la actuación de España apoyando a los colo-
nos en la América del Norte (1776) en su lucha independensta fue algo suicida,
teniendo ella misma sus propias colonias al Sur a resguardo. Que el declive de
España como potencia europea quedó en evidencia luego del desastre de Trafal-
gar (1805) donde pierde toda su ota, y en consecuencia, les deja el dominio del
Atlánco a los ingleses. Ya en ese entonces España abandona de manera forzosa
a sus territorios amerindios, y poco pudo hacer en adelante.
Es bueno señalar que Ejercito de ocupación como tal nunca lo hubo a lo largo
de los trescientos años de dominio hispano sobre América. El mantenimiento
del orden domesco estuvo bajo la responsabilidad de las milicias oriundas del
propio país, obviamente, bajo una ocialidad criolla y blanca. El único esfuerzo
formal de po militar que hizo España lo llevaría a cabo con los regimientos “Fi-
jos” de peninsulares acantonados en las principales fortalezas que resguardaban
los más estratégicos puertos donde tocaban los galeones cargados de morocotas
y otros metales hacia España.
El verdadero punto de inexión de todo el proceso conocido como Indepen-
dencias Hispanoamericanas corresponde a la invasión napoleónica sobre la pe-
nínsula ibérica en el año 1808. Luego de la vergonzosa abdicación de Carlos IV
(1748-1819) y Fernando VII (1784-1833) en Bayona se inició la resistencia por
parte del pueblo español ante el invasor francés. España, entre 1808 y 1814 va
a vivir, y padecer, su propia Guerra de Independencia, algo que la mayoría des-
conoce. Situación ésta que le lleva práccamente a desatenderse de los sucesos
americanos (MARTINEZ RUIZ, 2007).
La ausencia de los monarcas españoles trae un terrible vacío de poder. El des-
concierto, la anomia y la incerdumbre más atroz se apodera de los funcionarios
reales y sus aliados criollos del sector blanco. Casi nadie estuvo dispuesto a re-
negar de España, ni a plantear el espinoso y controverdo asunto de la Indepen-
dencia, salvo una minoría de liberales españoles y criollos que bajo la inuencia
de la Revolución Francesa y la Independencia de los Estados Unidos intentaron
una conspiración fallida en 1797 (Conspiración de Gual y España)
7
.
clase que ejerce el poder material dominante en la sociedad es, al mismo empo, su poder espiri-
tual dominante. La clase que ene a su disposición los medios para la producción material dispone
con ello, al mismo empo, de los medios para la producción espiritual, lo que hace que se le some-
tan, al propio empo, por término medio, las ideas de quienes carecen de los medios necesarios
para producir espiritualmente. Las ideas dominantes no son otra cosa que la expresión ideal de las
relaciones materiales dominantes, las mismas relaciones materiales dominantes concebidas como
ideas; por tanto, las relaciones que hacen de una determinada clase la clase dominante, o sea, las
ideas de su dominación. Los individuos que forman la clase dominante enen también, entre otras
cosas, la conciencia de ello y piensan a tono con ello; por eso, en cuanto dominan como clase y en
cuanto determinan todo el ámbito de una época histórica, se comprende de suyo que lo hagan en
toda su extensión, y, por tanto, entre otras cosas, también como pensadores, como productores de
ideas, que regulan la producción y distribución de las ideas de su empo; y que sus ideas sean; por
ello mismo, las ideas dominantes de la época.
7 No es el caso que nos ocupa, pero salvo Gual y España (1797) y los intentos de invasión de Francisco
de Miranda en 1806, el resto de los movimientos “pre-revolucionarios” fueron práccamente inexis-
tentes. Hay que concluir que quienes se pronunciaron en “Defensa del Rey” en 1810 no albergaron
alguna animadversión hacia la Corona, por el contrario, la defendieron. La paulana desaparición de
los órganos de gobierno metropolitanos hizo cuesonar la legimidad de los mismos en su ejercicio
en erras americanas, y ya esto dio pie a brotes de anarquía y rebeldía que fue capitalizado por los
radicales de los disntos bandos que se fueron constuyendo. El tesmonio alucinado del Regente
Heredia conrma este supuesto. Véase: Memorias del Regente Heredia, Biblioteca de la Academia
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La elite criolla blanca, el único sector social con plena conciencia de sus privi-
legios, y del riesgo de perderlos, ante el arribo del usurpador José I, se ve obliga-
da por las circunstancias a una actuación pro autonomista (19 de abril de 1810),
y ya más radical, al declarar la Independencia (5 de Julio del 1811). Lo hace en
contra de una España que le ha abandonado y en contra de una nación extranje-
ra, Francia, que percibe como amenaza.
Así tenemos que a la Independencia (1811) se arriba no a través de una vaga
aspiración de libertad o porque se creyó en ideales republicanos a través de una
convicción colecva de ideales compardos, que tuvo la osadía de repensar a la
caduca sociedad colonial por otra alternava de corte moderno y liberal, estas
premisas, repedas una y mil veces por la Historia Ocial y Escolar, no resisten el
más supercial análisis de esa coyuntura histórica. A la Independencia se llegó,
como ocurre en la mayoría de las conngencias históricas, por puro azar y desde
posiciones fragmentarias y caócas que en el caso venezolano se manifestaron
de una forma desafortunada mediante la violencia más atroz y destrucva.
Maracaibo, al igual que Coro y Guayana, no sigue el ejemplo de los caraque-
ños luego del 19 de abril de 1810, porque sus intereses geográcos, comerciales,
administravos, jurisdiccionales y polícos no forman parte de la misma cuadra-
tura. Maracaibo es una región al occidente del país, con una dinámica de funcio-
namiento autónomo cuyo Lago y zonas adyacentes le conere idendad propia.
II
En estos empos de celebraciones independenstas muy al eslo del Estado
como factor de poder y donde la Historia se convierte en propaganda, es bueno
replantearse todo lo sucedido doscientos años atrás desde una perspecva des-
micadora.
En el caso de la Independencia nacional hubo unos claros ganadores en los
casos de las regiones central, oriental, andina y llanera. Los caudillos y jefes de
esas regiones lograron capitalizar el triunfo militar luego de una larga conenda
en contra de los pardarios de la Monarquía, en su mayoría, oriundos del país.
Los derrotados, Maracaibo, Coro y Guayana, sufrieron el esgma de no “seguir el
ejemplo que Caracas dio”, y en consecuencia, sus elites polícas, económicas e
intelectuales hicieron redoblados esfuerzos por juscar lo injuscable
8
.
El caso de Maracaibo es emblemáco. Sus poetas, arstas e intelectuales
pero, sobre todo, sus historiadores, se dieron a la tánica tarea de reinventar un
pasado que nos pudiera conectar con la esrpe ilustre de los vencedores de la
Independencia. Tal es el caso de Juan Besson y su Historia del Zulia donde con-
vierte a Maracaibo, una modesta ciudad a lo largo del siglo XIX, en un emporio
comercial relevante donde las luces del espíritu deslaban logros culturales sin
parangón. Maracaibo pasaría entonces a converrse en la Atenas de Venezuela.
Y si alguien osase dudar acerca del “patriosmo” del genlicio zuliano en esos
Nacional de la Historia, Caracas, 1986.
8 El perdón otorgado hacia los de Guayana o Angostura por el más reciente “gendarme” al frente del
Poder Central en Caracas y que le permió tener una estrella en la bandera nacional, la octava, se
juscó porque Bolívar ofreció su Discurso de Angostura en 1819 y porque Guayana se constuyó
en cabeza de playa de la insurgencia republicana luego del triunfo en la Batalla de San Félix en 1817,
ganada ésta por el General Piar. Maracaibo y Coro aún carecen de méritos históricos para tener su
respecva estrella. Una nación con madurez y clara conciencia de sus aciertos y errores, lo que hace
es sumar y engrandecer, y no mascullar viejos rencores y desavenencias. Como bien dice un lúcido
Ángel Bernardo Viso, esto representa: “una indecisión en el centro mismo del ser” venezolano, véase:
Venezuela: Idendad y Ruptura, Caracas, 1982.
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terribles años que dieron nacimiento a Venezuela, pues bastaría con señalar a un
militar de la talla de Rafael Urdaneta, o su imponente Lago, donde se hizo clau-
dicar a la escuadra del realista Ángel Laborde. No obstante, algo no encajaba con
relación a los antecedentes ilustres, es decir, con la llamada pre-independencia.
Esa necesidad, de lavar un pecado histórico, nos llevó práccamente a rein-
ventar hechos y personajes sucedidos en el año de 1799. La llamada “Conspira-
ción de Pirela o Maracaibo”, convierte a un oscuro sastre de nombre: Francisco
Javier Pirela, miembro de la milicia local, en un adalid a favor de la libertad. El
héroe deviene en traidor horas antes de que el complot lograse su comedo, ya
que delata a sus compañeros de causa. Aún así, buena parte de la historiograa
que ha tratado el tema, le conere signicados polícos que la documentación
primaria no logra corroborar (LOMBARDI BOSCAN, 2009)
Parcularmente no siento ningún po de vergüenza histórica por el hecho de
que mis antepasados hayan preferido abrazar la causa del Rey en vez de la Repu-
blicana. El pasado es lo que pasó y no aquello que deseamos que éste haya sido.
III
Maracaibo en 1810 es una modesta capital de provincia que a duras penas
sosene en su solar a más de 20.000 almas. Juan Besson, el historiador más cons-
picuo en eso de retratar unos orígenes ilustres como si la Historia fuese la foto-
graa esplendorosa de nuestras hechuras, señala lo siguiente: Al empezar el año
de 1800, Maracaibo era la capital de la Provincia de su nombre, con jurisdicción
sobre Coro, Trujillo y Mérida. La Provincia contaba ya con 100.000 habitantes
y la ciudad de Maracaibo con 22.000”. Maracaibo posee en ese entonces una
radiograa social, políca y económica-comercial que comparte con las otras ca-
pitales de provincia de su entorno, si bien la geograa y el clima la parcularizan.
No obstante, hay un hecho muy especial que hace de la Provincia de Maracaibo
algo ajeno a dinámicas como las que se suscitaban en la Provincia de Caracas
o Venezuela, o en las regiones del Oriente y el Sur, y es que Maracaibo estuvo
sujeto a la jurisdicción de la Nueva Granada y a una telaraña de relaciones y
compromisos circunscritas al hinterland que fue bosquejando desde las primeras
exploraciones de Alonso de Ojeda en el siglo XVI. Ahondar en esas relaciones
complejas dentro de las profundidades de una Historia Colonial subverda y me-
nospreciada por los vencedores de la Independencia, es una deuda que todo
historiador consiente está obligado a saldar. Maracaibo nace como Gobernación
de Coquibacoa y sus tres fundaciones (1529, 1569 y 1574) se hace bajo los es-
mulos del lucro material y comercial que guió a los Welsares y otros exploradores
sobre el Occidente venezolano de ese entonces. La hoslidad de los indios de la
zona, aunado a unas condiciones climácas y geográcas adversas iban desalen-
tando las posibilidades de un desarrollo urbano oreciente. El siglo XVI “zuliano”
es un siglo perdido por el bajo impacto de una colonización agreste. En el siglo
XVII no se puede vislumbrar tampoco un desarrollo histórico de valía con todo
y que es en esa centuria cuando se empieza a construir la red de intercambios
comerciales que enlaza al puerto de Maracaibo con el Sur del Lago, los Andes
venezolanos y la ciudad de Pamplona en la Nueva Granada. A través de los ríos y
los caminos de recuas, la producción agrícola y ganadera, incipiente y artesanal,
empieza a congurar un universo histórico con idendades propias. La acumu-
lación de riquezas no se traduce en prosperidad para los humildes pobladores
de las pequeñas villas y caseríos que sirven de apostaderos de una producción
económica desigual e intermitente. Aún así, los más connotados piratas, corsa-
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rios y lbusteros, que pululan el Mar Caribe entre 1614 y 1678, se dedicarán
con persistente saña y alevosía a robar, saquear y matar todo vesgio humano
alrededor de la cuenca del Lago de Maracaibo. Y no es que los piratas y corsarios
iban por esplendorosas riquezas, sino que su radio de acción, alrededor del Mar
Caribe, les servía para hoslizar lo esencial del comercio colonial alrededor de
las llamadas “rutas de los galeones”, y Maracaibo y su entorno, caían dentro de
ese radio de acción. Es bueno recordar que la piratería poseía una doble carta
de idendad, por un lado, la ejercían parculares, aunque en realidad, detrás
de muchos de ellos había países como Francia, Inglaterra y Holanda, enemigos
declarados de España, y que la subvencionaba sin ningún po de disimulo. Así
tenemos que también el S.XVII fue otro siglo nada auspicioso para Maracaibo y
las zonas que directamente dependían de ella. Esto cambiaría radicalmente con
la aparición de la Compañía Guipuzcoana (1728-1785) y sus decididas actuacio-
nes en pos de revitalizar el alicaído aparato producvo de las disntas regiones y
provincias que conformaban en ese entonces a Venezuela.
Luego del arribo de una nueva “colonización” sobre América de la mano de
los Borbones (1700), la explotación agrícola y ganadera, junto a la persecución
del contrabando, trajo un inesperado orecimiento en los “países” orientales,
andinos, occidentales, sureños y llaneros. Los comarcanos de Venezuela alcan-
zaron un nuevo status jurídico, administravo y políco con la proclamación de
la Capitanía General de Venezuela a parr de 1777. Desde Caracas se centralizó
una administración, que hasta los momentos era díscola en lo que se reere a
un orden estructurado; la disgregación de iniciavas a todo lo largo del territorio
fue conformando una dinámica caracterizada por el “dejar hacer, dejar pasar
aunque esto sin apenas signicados propios de una economía liberal, sino todo
lo contrario: el monopolio declaravo y los súper controles
9
.
Maracaibo, qué duda cabe, y así nos lo hace saber el tesmonio de José Do-
mingo Rus fue una de las más afectadas por esta novedad porque veía limitadas
sus aspiraciones de expansión e inuencia. La Venezuela de muchas naciones
confederadas por un tenue senmiento de idendad comparda que la geogra-
a se dedicaba a contradecir, ahora era puesta en cuesón por las reformas de
los borbones que le otorgaron a la Provincia de Caracas la primicia sobre todas
ellas.
Este inesperado giro de la historia trajo en los marabinos de aquel enton-
ces no pocas contrariedades, aunque para ser justos, habría que decir, que los
territorios que dependían a su vez del “dominio” de Maracaibo también mani-
festaron su descontento por el dominio “domesco” que estos a su vez también
ejercieron. Un caso paradigmáco que demuestra las tensiones internas de las
disntas provincias y territorios se suscitó alrededor de la llamada Revuelta de
los Comuneros en el año 1781 cuyo epicentro fue en la Nueva Granada pero
cuyos coletazos también se vivieron en Táchira, Mérida y Trujillo, es decir, terri-
torios adyacentes cuya dinámica de vida social y económica implicaba esa inter-
conexión de la que nos hemos venido reriendo. Resulta que en la revuelta de
estos “comunes”, gente del pueblo, se apeló a una resistencia cívica en contra
9 Rafael María Baralt y José Gil Fortoul, connotados historiadores clásicos, ya habían señalado ésta
perenne contradicción alrededor de una economía colonial caracterizada por los controles y otra
bajo la férula del contrabando, una formal y la otra prácca. Los estudios más recientes y cien-
cos” de Eduardo Arcila Farías terminaron por demostrar aún más esta cuesón. Véase: BARALT R.M.:
Resumen de la Historia de Venezuela, Madrid, 1841; GIL FORTOUL, J.: Historia Constucional de Ve-
nezuela, Berlín, 1908 y ARCILA FARIAS, E.: Economía Colonial de Venezuela, Caracas, 1973; El régimen
de la encomienda en Venezuela, Caracas, 1966; Historia de un monopolio: el estanco del tabaco en
Venezuela, 1779-1833, Caracas, 1977.
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de las nuevas medidas de scalización a la producción y el alza de los impuestos
que los Intendentes, agentes de los borbones, quisieron poner en prácca. Lo
cierto del caso es que el caos desatado y un conato de rebeldía sólo pudieron
atajarse mediante la intervención del Gobernador de Maracaibo y las respecvas
tropas que le acompañaron. Con esto es sencillo demostrar que así como había
resquemores entre los caraqueños y marabinos por un conicto de intereses de
diversa índole, también exiseron tensiones entre la ciudad de Maracaibo y las
regiones adyacentes que dependían de ella. Es más, luego del 19 de Abril de
1810 los sucesos históricos se aceleran hasta desembocar en la Declaración de la
Independencia el 5 de Julio de 1811, en el ínterin, encontramos como los estados
andinos, no dudan en zafarse del dominio de Maracaibo para trazar una nueva
alianza con los de Caracas.
La actuación de Maracaibo luego de su deslinde respecto a los cabildantes
caraqueños fue la de plegarse a rajatabla a los dictámenes de la Regencia, órgano
éste de gobierno que aún quedaba en pie muy precariamente en la Metrópoli.
La Regencia impuso el bloqueo sobre las costas de Venezuela el 11 de agosto de
1810 y le ordenó a Fernando Miyares la principal responsabilidad de someter a
los caraqueños a la obediencia debida. Como hoy se sabe, eran propósitos aje-
nos a la realidad. Ni España, ni Maracaibo poseyeron los medios para hacer efec-
vo el bloqueo o cualquier otra demostración de fuerza. La guerra en Venezuela
se vislumbraba de corte civil y de carácter inter provincial aunque en un principio
con una manifestación en su intensidad muy baja. En realidad, los actores de este
drama se conducían a oscuras alrededor de un laberinto inmenso. Las ayudas
que Miyares solicitó a Cuba, a República Dominicana, a Méjico, y de manera muy
especial, en la Nueva Granada, carecieron de eco
10
. Y es que cada autoridad pe-
ninsular, dentro de la precariedad del momento y la estela de la incerdumbre
más penosa, careció de referentes de autoridad incuesonables, el Rey Fernando
VII, se encontraba prisionero, y un usurpador, José I, ostentaba el trono. Además,
había que reunir las escazas fuerzas del orden para preservar un orden social
interno caracterizado por las discriminaciones y la explotación del sector mino-
ritario de los blancos sobre el muy mayoritario de los pardos, negros e indios
11
.
IV
Sigue siendo terreno virgen para historiadores emprendedores el estudio y la
invesgación de la Independencia desde las regiones disntas a Caracas. Mara-
caibo, a través de sus autoridades y dirigentes, no convalidó en la arena políca
el pronunciamiento llevado a cabo por los caraqueños al proponer una nueva
instucionalidad cuesonando la autoridad de la Regencia el 19 de Abril de 1810.
10 Las actuaciones de Fernando Miyares fueron rastreadas en esta coyuntura por dos invesgadores
de la Universidad del Zulia y la Universidad Católica Cecilio Acosta en un trabajo breve, aunque em-
blemáco y pionero, que merece ser connuado y profundizado aún más. Al mismo, lo consideramos
una “pieza rara” dentro de unos temas marginales dado el monopolio de los recuerdos que los cara-
queños han impuesto. Véase: PARRA CONTRERAS, R. y CABEZAS MORALES, T.: “Acvidades empren-
didas por Fernando Miyares y el Marqués de Someruelos para defender militarmente la Provincia de
Maracaibo durante el conicto Emancipador (1810-1811) en Revista de Artes y Humanidades UNICA,
Universidad Católica Cecilio Acosta, Año 3, Nro. 5 del 2002.
11 Una de las primeras medidas de la Junta de Caracas luego de los sucesos del 19 de Abril de 1810
fue la de prohibir la entrada a la Provincia de Venezuela de esclavos negros. Estos, en un número
alrededor de 100.000, representaban una indisimulada amenaza a un orden social diseñado por los
blancos, tanto peninsulares como criollos. Además, exisa el temor de que la revuelta de negros en
Hai (1791-1804) pudiese reperse en Venezuela. Un “cordón sanitario” se impuso para atajar el
desorden y la anomia social que algunos intuían como un salto al vacío y no tanto para construir una
sociedad nueva. Véase. Decreto por el cual se prohíbe la introducción de negros en estas provincias
en “Acta del 19 de Abril”, Documentos de la Suprema Junta de Caracas, S/F.
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Maracaibo, era en realidad un mundo aparte, una región aislada en misma, con
nexos y relaciones estratégicas con las áreas circunvecinas, y de manera muy es-
pecial, con los Andes y el oriente neogranadino. Y no creemos que el Gobernador
Fernando Miyares se haya opuesto a los de Caracas por consideraciones de po
reaccionario, es decir, por estar favorable a una Monarquía aérea, práccamen-
te inexistente, sino por una elemental defensa del grupo, su propio grupo y los
intereses que estos habían acumulado y no estaban dispuestos a comparr con
la “nueva dominación” representada por los de Caracas. Es más, la virulencia de
Coro y sus autoridades al rechazar el ofrecimiento de los de Caracas a plegarse
a la nueva autoridad, fueron más fuertes que la demostrada por Maracaibo. En
realidad lo que hubo fue una guerra de proclamas, discursos y panetos que la
escasez de ejércitos y armas junto a la inmensidad de los espacios hizo que las
desavenencias y la confrontación quedasen en un primer momento en el plano
de la retórica. La incursión de Caracas sobre Coro, en agosto de 1810, con el
Marqués del Toro al frente de un improvisado ejército, sólo fue un simulacro de
una guerra boba sin signicados de peso y con apenas voluntad para imponerse
un bando sobre el otro. Habrá que esperar el momento cuando las pasiones se
desatan y el Pardo Canario
12
con Monteverde a la cabeza empieza a cometer
desmanes que serán respondidos por Miranda con la misma ereza a parr de
1812. Maracaibo, careció de ejército y recursos para imponer los intereses de la
Regencia y su propio pardo luego de 1810, sus autoridades fungieron nominal-
mente como cabezas de una contrarrevolución que Monteverde y Boves sí asu-
mirían al costo de llevar el terror y el caos sobre todas las regiones y provincias
del país. Maracaibo, muy sabiamente, protegida por sus montañas, ríos y gran
Lago, se recluyó en su propia fortaleza natural para evitar que los desmanes de la
guerra atentaran contra su integridad.
El 19 de Abril representó para Maracaibo, un eslabón más, de las funestas
consecuencias que la invasión napoleónica había producido sobre la Metrópoli
a parr de 1808. Si bien, al principio se coaligo junto a los de Coro y Guayana,
para atajar la aspiración de Caracas de mandar, esta alianza carecía de algún po
de uniformidad efecva, además, las distancias inmensas atentaron contra cual-
quier esfuerzo mancomunado. Lo cierto del caso es que la Provincia de Maracai-
bo, que ya mantenía en sí misma un alto grado de autonomía en la auto gesón
de sus más diversos procesos, no iba a renunciar al mantenimiento de un status
quo con el que se idencaba y que sus sectores dirigentes agradecían porque
maximizaba sus intereses de clase, económicos y polícos. Ignoramos, por care-
cer de la documentación adecuada, el punto de vista de los sectores sociales po-
pulares en la Provincia de Maracaibo respecto a la Independencia y los disntos
derroteros que ésta tomó entre los años 1810 y 1823.
Entre la idealización de una fecha histórica y la realidad de lo sucedido siem-
pre se impone actuar con cautela, y podemos concluir al señalar que son más las
sombras e hipótesis que las conclusiones irrebables en un momento de gran
12 ¿El Pardo Canario? La Independencia es un recuerdo cauvo de quienes diseñaron su explica-
ción, es decir, las disntas elites que desde Caracas asumieron el control del poder nacional luego
de 1830. Ese recuerdo es interesado y sesgado, excesivamente ideologizado y fundamentado en el
mito. Maracaibo, no forma parte estelar de esa memoria, al contrario, es percibida como un “cuerpo
extraño” dentro de lo que posteriormente se constuiría la integración de la nación. Afortunadamen-
te la explotación petrolera, en las primeras décadas del siglo XX, hizo visible a Maracaibo al resto de
los ojos del país. El Pardo Canario, alcanzó protagonismo a través del caudillo realista Domingo de
Monteverde, el primero en desconocer a Fernando Miyares como Capitán General en funciones al-
rededor de la Capitanía General de Venezuela luego de la destución de Vicente de Emparan. Véase:
LYNCH. J.: “Los Blancos Pobres de Hispanoamérica: Inmigrantes Canarios en Venezuela, 1700-1830”,
en América Lana, entre Colonia y Nación, 2001, págs. 95-116
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dinamismo, y a la vez, confusión histórica
13
. Maracaibo y el 19 de Abril se enmar-
can alrededor de una hipótesis de trabajo abierta y que los historiadores deben
seguir profundizando más allá de los esquemasmos polícos e ideológicos que
han condicionado la mirada de estos procesos. Lo que si nos atrevemos a se-
ñalar, es que de manera paradójica, la clase dirigente en Maracaibo, sin haber
parcipado del 19 de Abril de 1810, y nominalmente cabeza de la contrarrevo-
lución en Venezuela, colmó hasta el año 1820, la aspiración de los caraqueños
de mantener el control y el orden social inalterado ante la ausencia forzosa de
la Metrópoli. La cruel guerra no tocaría las riberas del imponente Lago de Mara-
caibo hasta el momento en que ésta ya práccamente estaba decidida en el año
1820 a favor de Bolívar y los republicanos. El regreso del Pacicador Don Pablo
Morillo a España represenun hecho crucial en una guerra de signicados tan
diversos en donde los beligerantes se intercambiaban las mieles del triunfo a un
costo terrible en vidas humanas.
Maracaibo, bajo el resguardo de su geograa, se aisló de la conenda, y con
ello se preservó de la destrucción. Su reacomodo con los vencedores en el año
1820 carece de connotaciones patriócas o heroicas, ya que el pragmasmo, que
es lo que rige en este po de situaciones, terminó por imponerse garanzándole
a su clase dirigente una sobrevivencia basada en la magnanimidad de los vence-
dores de la conenda, en éste caso: caraqueños, orientales, llaneros y andinos.
Con todo y ello, aún Maracaibo, la muy leal ciudad de Maracaibo, carece de la
estrella que la represente en el pabellón nacional.
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en Venezuela, 1700-1830”, en América Lana, entre Colonia y Nación.
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PARRA CONTRERAS, R. y CABEZAS MORALES, T. (2002). Acvidades emprendi-
das por Fernando Miyares y el Marqués de Someruelos para defender
militarmente la Provincia de Maracaibo durante el conicto Emancipa-
dor (1810-1811). Revista de Artes y Humanidades UNICA, Universidad
13 Sigue siendo una tesis clásica, aún no rebada, sino por el contrario muy vigente, la que propuso
Vallenilla Lanz al señalar que nuestra Independencia no pasó de ser una “guerra civil” con bandos
indenidos y en constante intercambio. Véase: VALLENILLA LANZ, L.: Cesarismo Democráco, Cara-
cas, 2000.
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