
ISSN 2660-9037
CLÍO: Revista de ciencias humanas y pensamiento crítico / Año 3, Núm 6. Julio / Diciembre (2023)
Ángel Rafael Lombardi Boscán
Pedro Páramo,
de Juan Rulfo.
PP: 221-222
222
o precolombinos junto al culto católico traído por los misioneros españoles a partir del siglo
XVI. La Santa Muerte y el Día de los Muertos son manifestaciones de esto que decimos. La
nitud o el aniquilamiento físico de nuestro cuerpo carecen de la dramatización que usual-
mente le damos. Para Rulfo el más allá forma parte de una cotidianidad metafísica amable ya
que sus fantasmas no asustan ni generan escalofríos. Son ánimas en pena cansadas de un
reposo inmortal no tan plácido como se nos ha hecho creer bíblicamente.
En Comala se instaló el olvido y los espectros. La más dura metáfora poética del conti-
nente latinoamericano como proyecto histórico atrapado por la miseria, el atraso cultural, la
violencia social y la superstición. Comala es una recurrencia de Ortiz: de las
Casas Muertas
(1955) de nuestro Miguel Otero Silva. Si nosotros borráramos las imaginarias fronteras nacio-
nales nos reconoceríamos todos en los mismos dolores y en las mismas aspiraciones como
resultado de una cultura primigenia común. La talla de nuestros pasados son los mismos.
“Salió afuera y miró el cielo. Llovía estrellas. Lamentó aquello porque hubiera querido ver un
cielo quieto. Oyó el canto de los gallos. Sintió la envoltura de la noche cubriendo la tierra. La
tierra, “este valle de lágrimas”.
Rulfo no se puede permitir que los vivos existan dentro de unas existencias anuladas por
el infortunio y por ello devienen en fantasmas. Su radicalidad es absoluta y solo hay vitalidad
en la textura de los ambientes de la naturaleza. Metáforas preciosas y lacónicas de los cuatro
elementos: aire, agua, tierra y fuego compensan el horror de la pobreza y de universos inte-
riores acosados por la culpa, el desamor, la huida y la desesperanza. “Por el techo abierto al
cielo vi pasar parvadas de tordos, esos pájaros que vuelan al atardecer antes que la oscuridad
les cierre los caminos. Luego, unas cuantas nubes ya desmenuzadas por el viento que viene
a llevarse el día. Después salió la estrella de la tarde, y más tarde la luna”.
Los desvalidos: pobres e indios, son las presencias sepulcrales principales. Y las mujeres
también como víctimas del patriarcado ancestral reforzado por los cuchillos del catolicismo
primitivo que las injurió como origen del mal y los pecados. El Derecho de Pernada tropical
trajo a los hijos de nadie unidos sólo por el agravio de la madre que cuece algún tipo de repa-
ración o venganza. Estos mestizos fueron engendrados desde la indiferencia, la violencia y el
desafecto. El resultado humano y familiar ha sido lamentable y penosamente circular. “Los
indios esperan. Sienten que es un mal día. Quizá por eso tiemblan debajo de sus mojados
gabanes de paja; no de frío, sino de temor. Y miran la lluvia desmenuzada y al cielo que no
suelta sus nubes”.
Pedro Páramo
no deja indiferente a nadie. A mí particularmente me impactó como pocos
escritos lo han hecho. Porque desde la angustia de la noche y dónde sólo hay piedras, lamen-
taciones y desiertos: su autor, Juan Rulfo, fue capaz de generar una poesía de inconmensu-
rable belleza. Y esto es un incentivo vital sobre las posibilidades humanas cuando creemos
que no hay escape ante la derrota. Rulfo nos motiva a vivir siendo su relato un relato de la
ultratumba.